Thursday, June 23, 2005

el olor entre las piernas, cap. 35 la pajara hermosa

el olor entre las piernas
cap. 35
la pajara hermosa

Dice mi amiga Fela que una vez fue al Boricua, al pub que queda yendo para el casco de Río Piedras. Luego de varias horas bebiendo hasta la demencia, se excusó para ir al baño. Cuenta Fela que en los baños para señoritas recatadas del pub, los cubículos están tapados solamente por cortinas de saco. Aquella noche fatídica, una mujer abrió la cortina del cubículo de Fela y se disculpó cuando la vio. Pero luego le dijo:

-Te diría que tienes la pájara más hermosa que he visto en toda mi vida, pero no he tenido la dicha de vértela.

Fela escuchó esto y no pudo hacer más que comenzar a reírse, porque después de todas las “pick-up lines” que había escuchado por parte de mamíferos machos caminantes en dos patas, ésta, que venía de parte de una mujer, le pareció mucho más original. Cuando salió del cubículo, la mujer le soltó otra más:

-Pero ahora que te veo, tengo que decir que es cierto. Tienes una pájara muy hermosa.

Cuando Fela volvió donde sus amigas, y les contó lo sucedido por poco escupen sus cervezas en risería histérica colectiva. Esa noche fue una noche de pájaras. Bellas y hermosas.

Dice mi amiga Fela, entre jugos de frutas y cervezas de a dólar en Vidy’s, que eso no fue lo único que pasó en ese baño del Boricua. Que en otra ocasión distinta, ella fue a orinar y había unas tipas riéndose frente a los cubículos. Era obvio que estaban completamente ebrias.

-¿Están haciendo fila para usar el baño? –preguntó la Fela muy inocentemente. Ebria también, pero inocente.

Las mujeres le dijeron que no, sin parar reírse. Cuando Fela cerró la cortina de saco y se sentó en la bacineta, se dio cuenta de qué se reían las mujeres. De ella. Porque la cortina no cerraba el cubículo por completo, y se veían de las esquinas para adentro. Y las tipas se estaban riendo de todas las que entraban a orinar. A lo mejor les parecía curioso ver las indefensas compañeras en género, en su momento más vulnerable. Yo todavía no entiendo el chiste lésbico-sád[f]ico-ebrio de las tipas. Lo que me lleva a pensar que esa noche también fue una noche pájaras intensas. Bellas y hermosas.

Dice mi amiga Fela que en otra ocasión, hace como semana y media o dos semanas atrás, habían dos mujeres en el Boricua, que cuando vieron a Fela, a Vero y a Tania llegar, gritaron “¡Cinco patas en contra del alza!”. Fela quedó espantada, Tania no podía creer sus oídos y Vero, la única lesbiana del trío, se hizo la desentendida. Esa también fue, verdaderamente, una noche para las pájaras desentendidas y desalentadas. Bellas y hermosas.

Después de reírme como anormal en el Vidy’s llegué a mi cuarto para encontrarme una gran pájara sobre mi cama. Era una alevilla, por su traducción del inglés moth, que no es lo mismo que una mariposa, con las alas desplegadas, que fácilmente pudo medir de diez a doce pulgadas. Sus alas eran de color gris carbón, con maravillosos diseños en color beige y unos atisbos de azul violáceo. Casi acabo por sonar a diseñador de modas. Creo que su belleza y majestad fueron lo que me impidió matarla. Encendí el abanico de pedestal en HIGH, lo volteé hacia ella, y se la llevó el viento, hacia la oscuridad más allá de la ventana. Era una pájara real, de esas otras a las que hay que decirle usted y tenga. Una pájara perdida en su rumbo. Bella y hermosa.

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