Thursday, July 19, 2007

El olor entre las piernas, cap. 90 La astucia silente de las tormentas

El olor entre las piernas, Cap. 90
La astucia silente de las tormentas

Era sábado. Iba temprano al trabajo. Venía de Coamo y subía hacia Caguas. Lloviznaba. Durante la semana habían anunciado, entre otras cosas, la muerte de Guarionex. En los carros, Guario siempre te recordaremos. Me detengo en el área de descanso opuesta al Monumento del Jíbaro. Varios automóviles estacionados. Hombres adentro masturbándose y buscando algo que les espante el frío como se lo espantaba el sexo a Rocco en “Intangible”. Sólo una dama.

Era sábado. Lloviznaba. Abrí un periódico viejo que tenía en el carro. Estaba amarillento de tanto sol. Repaso en mi mente: ¿traje la ropa del gimnasio para cuando salga del trabajo? No. Se me quedaron las tennis. El cielo se pone más negro sobre el albor de Cayey. La niebla desciende luminosa, muy astutamente para así también recoger hacia adentro el escroto de los masturbadores. En el periódico, la propuesta política del nuevo partido, el de Rogelio Figueroa. Pienso en titi Helena, en la bichería que le gasté sin querer cuando me reuní con ella el jueves anterior, día anterior a mi cumpleaños. Medito en la imposibilidad para mí de celebrar un cumpleaños tradicional. Todavía siento las cadenas de los testigos de Jehová halándome adonde sea que me dirija. Pensaba que mis peores días eran las navidades y semana santa, pero el cumpleaños es el peor día para un ser al que nunca se lo celebraron en sus años de formación, y quien creció viendo a los demás niños recibir regalos y quedarse sin nada.

Era sábado, y las lloviznas se aguantaron. Me bajé del carro, saqué un Benson Mentol de la cajetilla, y me di cuenta de por qué habían aparecido pequeños pedazos de plástico amarillo por entre toda la basura que hay en mi carro. El lighter se había hecho pedazos misteriosamente. Decidí pedirle algo de fuego a mis vecinos. En un Toyota rojo dos hombres se masturbaban con las puertas abiertas.

-Permiso, perdonen que los interrumpan. ¿Tendrán por casualidad un lighter?
-Negativo, pero aquí hay fuego, -me dijo mientras se halaba la pinga y me la enseñaba. A continuación se dobló y comenzó a mamársela a su compañero.
-Mano gracias, en otra ocasión.

Era sábado. Me retiro y veo a una señora fumando al lado de su auto en la otra esquina del área de descanso. Fuma mientras busca algo en unas bolsas. Cuando me le acerco me doy cuenta de que está buscando un abrelatas y una lata de comida para perros, un purrón viejo de Tuperware y agua que saca de una botella. A su lado observo una perra preñada que se queda tranquila y obediente mientras la mujer, entre sorbos de humo, le dice cosas dulces.

-No comas comida de por ahí, que yo estoy aquí mamita, yo voy a venir todos los días a ponerte comida.
-Permiso, perdone que la moleste, ¿me podría prestar un lighter?
-Tengo fósforos, ¿quieres? O mejor… toma, préndelo con la cherry.
-Gracias. ¿Usted siempre le pone comidita a la perra?
-Sí. Yo bajo todos los días desde Cayey a trabajar a Ponce y cuando subo le pongo comida. Hay que hacerlo porque a nadie le importa.

Era sábado y comencé a pecar de mentiroso-por-identificación. Pero no me importa.

-Yo trabajo para una organización sin fines de lucro, Save-a-Sato. Nosotros los recogemos, los bañamos, los desparasitamos y les buscamos hogar (¡MENTIRA!, pero por lo menos es un deseo que me gustaría realizar, y con eso acallé la conciencia).
-¿De verdad? Ay, mijo si es que este país está tan mal en tantas cosas. Tantos perritos realengos y nadie que se ocupe de ellos. Yo mira, hasta dejo de comer yo por darle comida a mis animalitos. (Pensé en Miroku, en mi adorado salchichita que dice cuentos y me entrega las novelas por capítulos, pensé en cuánto amo yo a ese perro).
-Wow, es muy poca la gente que se preocupa como usted. En nombre de todos le doy las gracias por la labor que usted hace.
-Ay mijo, si hay que hacerlo.

Era sábado cuando me subí al carro y me di cuenta que el mundo es más grande. Sigo dándome cuenta de que asimismo, la humildad es un salvavidas que te libra de ahogarte en él. Encendí el motor. Me despedí de lejos de par de masturbadores y me alejé. Al salir, el cielo mismo se nos vino encima.

Tuesday, July 10, 2007

El olor entre las piernas, cap. 89 En defensa de la Fantasia

El Olor entre las Piernas, cap. 89
En defensa de la fantasía

Reacciono a ciertas elucubraciones paternalistas ofrecidas gratuitamente el pasado domingo en La Revista, en torno al fenómeno Harry Potter y lo que representa la fantasía como género literario; reacciono en especial a las palabras del escritor Juan Antonio Ramos. Una de las cosas que más me asombraron cuando llegué a Puerto Rico hace escasos 12 años atrás, fue la falta de respeto hacia la literatura fantástica y la literatura de ciencia ficción. La falta de respeto iban desde un tratamiento fríamente paternalista, hasta decir que eso no es literatura. No sé si es peor decir que la fantasía y la ciencia ficción no son literatura, o decir que son literatura lite. Y esto viniendo de profesores universitarios y supuestos literatos que no saben la diferencia entre clasificaciones de género temático versus clasificaciones de literatura por edad (siguen confundiendo la literatura para niños con la fantasía… Tolkien debe estar revolcándose en su tumba); así como perpetúan que el realismo mágico es fantasía (cuando no hay nada más opuesto a la fantasía que el realismo mágico), así como perpetúan que el realismo mágico comenzó con el Gabo (cuando en Latinoamérica quien comenzó con el realismo mágico fue Carpentier con El reino de este mundo). Todas estas acepciones me parecen un insulto, sobre todo cuando la fantasía fue la primera literatura que hubo en la historia de la humanidad, o ¿acaso nos hemos olvidado de las épicas de La Ilíada y La Odisea, y mucho después, los viajes de Dante en La Divina Comedia?

El realismo mágico, que Alejito Carpentier separó de lo real maravilloso, se define como “la experiencia de vivir en la modernidad sin escapar del pasado y la miseria de los pueblos”. El realismo mágico posiciona al ser humano entre la modernidad del Siglo de las Luces, si se quiere, y el pasado mágico y supersticioso de la tierra donde ubica. Por ello encontramos en Macondo a Puerto Rico, a República Dominicana, a México… por vemos en Macondo el reflejo de nuestra propia miseria, nuestra propia magia y nuestro arrojo hacia la modernidad. La fantasía tiene otras preocupaciones y otra definición.

La fantasía la definimos como “la preocupación por el pasado prehistórico del cual no tenemos conocimiento real alguno, así como la preocupación por los orígenes del mundo y de las cosas que nos rodean más allá de los dogmas de las religiones que más influencia ejercen sobre el mundo”. La ciencia ficción, por otro lado, la definimos como “la preocupación del ser humano ante el futuro y los cambios que acompañan a éste en términos morales, de acuerdo con los avances tecnológicos”. Tanto la fantasía como la ciencia ficción son altamente especulativas, y por ello, es mucho más trabajoso escribir una novela de fantasía o ciencia ficción que escribir, digamos, La reina del sur o Nuestra Señora de la Noche. Tolkien, en una entrevista dijo, que para él haber podido escribir Lord of the Rings tuvo que hacer muchísima investigación sobre cultura y religión celta/escandinava/cristiana, tuvo que investigar sobre cartografía, geología, antropología y filología (Tolkien inventó más de 5 lenguajes distintos, con todo y su gramática para hacer tan sólo tres libros). Y todavía hay “literatos” que se atreven a pecar de ignorantes y decir que Lord of the Rings es para literatura adolescentes, sólo porque el personaje principal es un adolescente hobbit.

Me preocupa para dónde vamos con estas acepciones. ¿Será que una vez más impera en nosotros el insularismo de Pedreira? ¿Será que es cierto lo que dijo Julio Ortega, que Puerto Rico es una ínsula muy extraña? Creo que en esto se nos ve la cultura como pueblo. Creo que nuestro predeterminismo social nos mueve a ser paternalistas con aquello que es lo más esencial en un ser humano: los sueños (que están en el reino de la fantasía). Creo que a la gente de este país se le olvidó soñar, y cuando dejaron de soñar, se les olvidó su historia. Creo que hay una falta de historia en este pueblo. Creo que debe haberla para desvirtuar el esfuerzo de algunos genios de darnos nuevas teorías interesantísimas sobre qué sucedió en ese pasado del que no sabemos una mierda.

A ver si este esfuerzo de darle a este género temático tan noble algo de la virtud que le ha sido robado redunda en algo: la fantasía produce la más fuerte de todas las catarsis: el error del héroe (o su victoria, no importa) siempre llevará a la destrucción de un mundo utópico, perfecto, hermoso, bello, que dará paso a un futuro incierto (o muy cierto dado el hecho de que la fantasía se ocupa de elucubrar alguna explicación en torno a los génesis del mundo y sus pueblos). La fantasía nos devuelve el mito y la capacidad de maravillarnos (recuerdo mi momento más fuerte de maravilla, cuando en El Mago de Oz, Dorothy descubre que el gran Mago de Oz con sus ilusiones, su gran rostro esmeralda y sus fuegos artificiales, que simboliza a Dios si se quiere, no es más que un hombre frágil y pequeño, asustadizo, operando máquinas detrás de una cortina), y de querer virar el mundo boca arriba y hacerlo mejor. Asimismo, este género temático provoca un efecto de escape del cual no hay que avergonzarnos; es un efecto de escape hacia un mundo mágico que nada tiene que ver con la niñez o la adolescencia, sino con la capacidad de soñar (imaginación creativa), porque nunca en la vida de un ser humano, se detiene el desarrollo, y nunca se pierde la imaginación. Por esta razón, estos escapes no deben ser motivo de burla o devaluación.

En nuestro mundo hispanoamericano fallaron todas las fórmulas políticas, sociales y económicas. Vivimos en un Macondo que se olvidó de soñar con la Tierra Media. La fantasía, como el más viejo de los géneros temáticos de la literatura, se encarga de devolvernos los sueños. Es también la forma de arte más poderosa, a la hora de integrar todas las inteligencias múltiples en un ser humano, pues es la única que anda el filo entre el arte figurativo (o la narrativa “real”) y el arte abstracto (o la literatura “mística”).

Es tanta la importancia de esté género, y tantas su posibilidades (de uso, de especulación y de expansión imaginativa) que me entristece la actitud paternalista con la que se trata en Hispanoamérica.