Thursday, February 23, 2006

El olor entre las piernas, cap. 70 Trastalleres

El olor entre las piernas, cap. 70
Trastalleres

Son dos torres que se erigen cerca del CDT Hoare, en dirección al parque central. Son exactamente iguales, salvo por el hecho de que una está completamente abandonada, sirviendo de hospitalillo/refugio para deambulantes, próxima para demolerse; mientras la otra alberga todo tipo de quehaceres: desde oficinillas de profesionales humildes, hasta un laundromat y un gimnasio lleno de hombres pompeados, sudados y apetecibles, con la piel roja e hinchada por el ejercicio duro y honrado.
Me da vergüenza admitir que fue hoy que de veras me di cuenta de que ambos edificios rosados existían. Lo cierto es que sí lo sabía, pero no conocía su nombre. Aparte, "Trastalleres" me sonaba a Barrio Obrero, que se me figura como una parte de San Juan a la que siempre trato de llegar, pero se me oculta, porque siempre se me pierde la salida correcta, como el jardín secreto de Mogador, o como la biblioteca Akáshica del Plano Astral.

Me detuve a observarlas por un buen rato, tratando de entender el ímpetu con el que el segundo edificio se esforzaba con tal de no caer en la sombra del primero. Los apartamentos reflejaban una decoración casi barroca, como si sus dueños estuvieran tratando demasiado de mostrar signos de actividad en el edificio, como si estos signos pudieran de alguna forma retrasar la eventual entropía, y muy posible demolición, si nos acordamos de que estamos en San Juan y de que últimamente los edificios no gozan de abogados, ni mecenas, basta con pasear por la calle Peregrina de Santa Rita.

Caminé un poco por sus aceras, tratando de aspirar hacía adentro ese pedacito de ciudad, taking it all in as much as possible. Pero fue cuando vi a los dos muchachitos en bicicleta que se me conmovió la caja toráxica. Eran puramente negros, lo que llamamos en Puerto Rico violetas, y se acercaron sonrientes a un hombre blanco (tan blanco como se puede ser en esta isla siendo puertorriqueño), y se le echaron encima para abrazarlo.

-Míster! Míster Rodríguez! Se acuerda de nosotros?

El hombre, muy guapo y que no debía pasar de los 43 años, se acordó de ellos, y los abrazó fuertemente. Los tres comenzaron a llorar y a hablar muy amistosamente, mientras el maestro llamaba a su esposa, que se preparaba para cruzar la calle.

-María, corre ven aca! Mira quiénes están aquí!

La señora se acercó, y cuando los reconoció, a ella también se le aguaron los ojos, por lo que deduje que también había sido maestra de los jóvenes. Los abrazó muy cándidamente, y cuando se despidieron, les dijo que los quería mucho y "que no se perdieran", lo cual puede significar, 1: que mantuvieran contacto, o 2: que no se perdieran en el mundo de las drogas, la pobreza, o tal vez el mismo Trastalleres, aunque me da la espina de que tratándose de esta comunidad, es más el mal de la pobreza lo que impera, que cualquier lío de drogas. Me da la espina el segundo edificio, que sigue tratando de vivir lo que el primero no pudo, de llegar a una eternidad que ninguna falta de planificación urbana de los gobiernos venideros de este país pueda demoler como casas históricas de art deco en Santa Rita.

Wednesday, February 15, 2006

El Olor entr las pierncas, cap. 69 Death Cab for Cutie

El Olor entre las piernas
Cap. 69
Death Cab for Cutie

Me levanto por la mañana, azorado como gato pegado al techo, porque la alarma no sonó, porque en la Resi se fue la luz y nunca me di cuenta. Eran casi las 7:00am, y comenzaba a trabajar a las 8:00am. Seguramente cogería tapón, y estaría molesto todo el día porque no me daba tiempo a masturbarme antes de ir a trabajar. Era día de San Valentín.

Al meterme en el carro, prendo el radio en la 105.7fm. Lounge by the moon… es un cachondeo tremendo… recita una voz masculina clichosamente sexy, muy campy. Me doy cuenta de que se trata de Pedro Dávila, y su statemente me parece tan cursi que me provoca ganas de vomitar. Apago el radio, me pongo los headphones, y prendo el CD player en la canción #2 del CD nuevo que me había comprado el día anterior. ‘Cause in my head, there’s a Greyhound Station… where I send my thoughts to far-off destinations… so they may have a chance of finding a place where they are far more suited than here…

Me doy cuenta de que estoy harto de Tori Amos y de que necesito ya un nuevo album suyo, ya no puedo esperar más. Medito sobre la verdad bíblica que hablan los murciélagos, y cómo en el guano está la solución de la vida. Reflexiono sobre lo difícil que se me hace encontrar buena música últimamente. Words… I need words... eso me lo dijo Zisa cuando estuvimos hablando sobre el asunto. Yo pienso lo mismo. Me hace falta la palabra, me digo a mí mismo, mientras mis dedos bailan tap sobre el guía al ritmo de una música que sólo escucho yo. And I cannot guess what we’ll discover… when we turn the dirt with our palms cupped like shovels… but I know our filthy hands can wash one another’s… and not one speck will remain…

Ya en el tapón, observo cómo una muchacha joven le da por detrás al carro de una mujer mayor. Se bajan ambas. Comienzan a insultarse. La muchacha saca la mano desde atrás y se la pega a la señora mayor, que no debe ser menor de 49 años. La señora le responde. Se lanzan la una sobre la otra a arrancarse el cabello. La señora, más vieja y más experta, decide que es mejor idea arrancarle la blusa amarilla fosforescente a la muchacha. Se la hace cantos. La muchacha se queda en brassiere. Pero entonces comienza a golpear a la señora mayor con más furia, con más fuerza, sacándole sangre por la nariz y la comisura de los labios, arrodillándola en la brea, pelándole las rodillas. Un guardia estatal pasa en la patrulla. Sigue su camino sin importarle nada. Otra muchacha se apea del carro. Coge su cartera. Se nota pesada. Se le para por detrás a la muchacha. Le hala el pelo hacia atrás de golpe. La voltea hacia sí y comienza a darle carterazos fuertes en la cara, hasta tirarla al piso. Todos nos quedamos boquiabiertos en nuestros autos. Hubiera sido genial ver la escena con un pitillo de pasto. O con la garganta anestesiada de perico. Me volteo hacia la derecha. Al tipo del vecino del carro se le salen los ojos, pues a la muchacha de la camisa rota se le salió una teta. Abro la ventana un poco. Me quito los audífonos. –¡Pa que no seas cabrona, so puta! ¡A que no te paras y me das a mí, so pendeja! J-le gritaba la segunda muchacha a la primera, mientras ayudaba a la señora mayor a pararse. Un buen día de San Valentín es un día de justicia social para todos.And I ddo believe it’s true that there are roads left in both are shoes… but if the silence thakes you then I hope it takes me too…

En un coro de bocinas logramos seguir nuestro camino, veinte minutos después, mientras yo seguía con mi canción en REPEAT MODE. Llegué a tiempo a mi trabajo. No pude masturbarme ni desayunar, así que fue un día asqueroso. Me consolaron los millones de chocolates que me regalaron lso estudiantes, los cuales boté todos, por miedo a una diarrea de proporciones planetarias. So Brown Eyes I’ll hold you near, ‘cause you’re the only song I want to hear… a melody softly soaring through my atmosphere…

Al salir de mi trabajo, decido que sería una buena idea enfrentarme a la calle Peregrina de Santa Rita, porque no lo había hecho hasta entonces, y de alguna forma tenía que enfrentarme a mi odio hacia la humanidad que me provoca tanto road rage. Ya no había demasiado rastro de las casa fulminadas. Me sorprendí pensando que no me sorprende para nada la imbecilidad de los ingerieros y arquitectos de esta ciudad. Ya no me interesa preguntarme si en sus mentes, aparte del signo del dólar les cabe algo de sentido común a la hora de planificar la ciudad, o si simplemente tienen algo de conciencia cívica, o si fue que se saltaron los cursos de historia de Puerto Rico por querer salir más rápido de la universidad, acabarla en dos o tres años, o si simplemente no fueron a una universidad, sino a un trapo de colegio tecnólogico que lo que les enseñan es a hacer chavos, como en Estados Unidos, que a la población sólo se le enseña que son todos piezas de un gran reloj, that you should always fit, not only attempt to, but to actually fit, bucause if not, you are out of the clock. Yo no soy diferente, y me sorprendo alegrándome de que destruyeran las casas. Sólo Dios sabe el gran oddio que albergo hacia la cabrona de Alejita Firpi, que por culpa suya yo perdí mi empleo en lo que antes era Kinky Zone, en la Ave. Universidad (sucede que ella metió ilegalmente la mano en ARPE para que a mi jefe no le bajaran los permisos de uso y venta). Sólo Yo sé cuánto deseo verla bajo 6 pies de tierra, con cuántas ganas me gustaría que la próxima en irse a pique fuera su casa. Por más dolor que me provoquen esos pensamientos, porque esta urbanización también es mi Santa Rita. Es mía, como lo es y ha sido de medio Puerto Rico desde los 50 o 60 para acá. When soul meets body…

Creo que no me falta furia en el cuero, que me sobra y por eso se me hace tan difícil escribir, y sobretodo escribir sin juzgar, aunque de plano sepa que yo no soy mejor que la gente que tanto me encojona y a la que tanto critico. Yo mismo soy una ciudad en conflicto, llena de células literarias, células envirusadas, y sobretodo células de amor y de odio.

Este San Valentín lo pasé sólo, peleando conmigo mismo, en medio de una catequésis de road rage personal. Solamente me llegaron ideas sin ganas de desarrollarse. Millones de ideass de cosas que odio y de las cuales quiero escribir para mantenerme vivo, o para por lo menos decirme a mí mismo que estoy vivo. Hasta que coja un taxi, un “cab” y me vaya al otro lado. Un “death cab for cutie”.

Thursday, February 09, 2006

El Olor entre las piernas, cap. 68 Esta es una ciudad de nosotros

El olor entre las piernas
Cap. 68
Esta es una ciudad de nosotros

Mi amigo Eddie de la Tertulia, el que siempre me aconseja cuando caigo en tumbes de oscuridad gótica-medieval, me dijo que hay una frase célebre de Epicuro que dice: “pasa por tu vida desapercibido”. Según Eddie, existen dos tipos de personas, y estoy completamente de acuerdo: la gente exitosa y los underdogs. La gente exitosa alcanza una cierta felicidad, pero no viven la vida realmente, porque lo que viven es una fábula. Nosotros los underdogs a lo mejor nunca alcanzaremos la felicidad, pero nadie sabe vivir la vida más que nosotros, que la vivimos desde el golpe, la paliza y el sufrimiento.

En estos últimos meses, esta columna ha sufrido mis cambios temperamentales, mi falta de ganas de vivir, mi falta de ánimos para escribir. Aún así me mantuve escribiendo, porque para mí, escribir es un acto de sanguijuela, el producto de un hambre de la vida que se me escapa, la simbiósis parasítica entre el prana de los hindúes y este templo que se desbarata y se vuelve a montar cada tres días, como si estuviera hecho de piezas de los LEGO que tanto me gustaba coleccionar cuando era pequeño. Mi amigo Eddie se sorprendió cuando me escuchó decir que no tenía ganas de vivir. Y es que, según sus propias palabras, no había conocido a alguien tan parecido a él mismo, que viviera como chupándose la vida, robándosela gota a gota de éter, alguien con tanta habre de vida. Sé que lo he dicho muchas veces, pero decía Gore Vidal sobre Liman Frank Baum, creador de la afamada novela The Wonderful Wizard of Oz, que jamás autor alguno había mostrado so much wanting so as to create a whole new world for himself and others. Tanta querencia…

He descubierto que no sé nada de San Juan, a pesar de esta ser la columna número 68 de esta blogonovelacolumnaliterariamemoriademividacrónicadelaciudad. Y me gusta no saber nada. Me gusta sentirme como nene chiquito cuando llega abril, comprar una chiringa de las pocas que quedan en tiendillas del Paseo de Diego en Río Piedras, provenientes de la desaparecida Suárez Toy House, e irme al Morro a volarla. Me gusta caminar hacia Capetillo y maravillarme del vocabulario de los estudiantes de la escuela Vila Mayo, en su mayoría dominicanos, y el lenguaje tan profundamente distinto al que usamos nosotros (mucho más rico en palabras, para la edad de estos niños). Me gusta darme la vuelta por Carolina y escuchar el rumor de esa ciudad, tan similar y tan distinta a San Juan, un rumor que sabe y huele a puro reggaeton, pero con raíces muchísimo más viejas que en cualquier otro lugar de la isla. Me encanta cuando sale el Maratón de San Blas, y cuando uno de nosotros llega en sexto lugar, aunque sea un sexto lugar, de entre rusos y kenianos. Pero sobretodo, adoro esas ínfimas veces en que, entre sueños de marihuana, mi conciencia se une al dolor colectivo de la ciudad.

Tanta querencia… Me doy cuenta de que amo a Puerto Rico como pequeña gran ciudad de mierda y esmeraldas, a San Juan como pequeño viejo vestigio de una época esplendorosa que se nos fue y no nos hemos dado cuenta todavía. Y sobretodo me amo como un ser humano underdog que vive al filo de la katana, chupándose la vida desde la sombrita, sin que nadie lo sepa, sin sospecha alguna.

Después de todo, San Juan me vio crecido ya, y fue San Juan quien me consoló de no saber nada de mi familia. Porque no conozco la historia de mi sangre. No sé porqué cuando hablo inglés me sale en acento británico-irlandés, porque desde pequeño, siempre que preguntaba que pasó antes de nacer, mi mamá me contestaba con evasivas o me cambiaba el tema. –Tú eres muy chiquito para saber esas cosas. No preguntes, -era siempre su respuesta. He decidido que tal como la novela Everything is Illuminated de Johnathan Safran Foer, voy a contar la historia de mis genes a mi manera, inventándome lo que no sé, aunque resulte ser más un libro de fantasía que una autobiografía de corte de árbol genealógico.

Esta es una ciudad de nosotros, los que aún podemos sufrirla cada vez que renovamos el plan médico y perdemos el día sin poder lograrlo; cada vez que queremos llegar temprano al trabajo y el tapón de Bayamón a San Juan nos parte por medio; cada vez que llegamos veinte minutos tarde al cine por no encontrar parking en el multipisos; cada vez que un profesor se luce dándonos trabajo con cojones como si la suya fuera la única clase que cogemos; cada día que un cabrón mata a uno de tus amigos; cada vez que chingamos sin condón solamente para saber cómo se siente la leche caliente dentro de nosotros… Esta es una ciudad de nosotros, donde la dignidad es decir “que se joda, la última la paga el diablo”. Yo digo que la última la paga San Juan misma.

Monday, February 06, 2006

El olor entre las piernas, cap. 67 Palaberinto Malfunctions

El olor entre las piernas,
cap. 67 Palaberinto Malfunctions
(celebrando los dos años de edad que tiene este blog
y el hecho de que se les olvidó a los del Nuevo Día
que esto también es un blog literario.
Muchas gracias por no mencionarme)

Tengo una molestia que espina los pulmones. Pero no es interna. Los otros días discutía con mis estudiantes los elementos de un cuento. Nos detuvimos un buen rato en el conflicto. El hombre vs. su entorno. Creo que esa es la molestia que llevo por dentro, que el país se me cae encima, y no toco fondo.

Ayer sábado encontré, en la página 35 del periódico El Nuevo Día, un error inperdonable en el palaberinto. Una de las palabras a buscar “Solar” estaba circulada ya, pero en el elipse que la encerraba, se leía “Olarar”. Siempre he pensado que los crucigramas y los palaberintos deben ser perfectos, que son el reflejo de las bases de un lenguaje que aún tan cambiante como es el español puertorriqueño, deben ser perfectos para que la fachada de un país culto y progresista se mantenga. Sólo cuando me di cuenta del error, y luego de buscar el término “Olarar” en el diccionario y no encontrar su significado, fue que entendí cuán jodido está este país.

La semana pasada asesinaron a un viejo amigo mío. Se llamaba el Jadmmal Luis Torres y era supervisor general en el Hospital Metropolitano. Conocí a Jadmmal por el nombre de Luis, porque a él no le gustaba su nombre que parecía árabe, mucho menos luego de los ataques del 9/11. Lo leí en el periódico, que lo encontraron desnudo en su bañera, en la que una vez yo me bañé, acuchillado siete veces, derramando sangre por el piso de su cuarto, cerca de la cama en la que alguna vez Luis y yo tuvimos sexo, porque Luis fue la primera persona que me hizo fistfucking, y sé que es un poco delicada la situación, pero hay que hablar de esto.

Luis no eyaculaba como el resto de nosotros, porque por alguna razón, según él mismo me dijo una vez, porque se había hecho una vasectomía, por razones que nunca me contó. Lo más que me impresionó fue su colección de arte, que enriqueció, o quiero pensar que así lo hizo, con dos de mi pinturas, que me compró hace tres o cuatro años atrás. Me dijo que las pondría en su oficina. Perdí contacto con él y nunca pude ver su oficina, ni mis pinturas en ella. Nunca más lo volví a ver, hasta anteayer en el periódico.

Gran parte de mi molestia con este país de mierda es el periodismo. Hace mucho tiempo quería escribir algo sobre ello, pero nada me inspiraba hacerlo. Me molesta que sea el asesinato de alguien cercano, y la cubierta de las noticias de ello, lo que me mueva a reaccionar. Me molestó que en las noticias del canal dos, cuatro y once, no tocaran el tema con delicadeza. Prácticamente le dejaron ver a todo Puerto Rico que Luis era maricón y que su asesino era un bugarrón amante suyo que acostumbraba ir a su casa. No tuvieron la diplomacia y el tacto que se hubiera tenido hacia ese tipo de sucesos once o doce años atrás. Y yo me imagino por qué. Y es que con la prensa amarillista y sensacional del mundo haciéndole la competencia al periodismo de verdad con revistitas como VEA, ¡HOLA! o programas como la basura de LA COMAY o EL GORDO Y LA FLACA, me imagino que el periodismo serio tuvo que ajustarse los pantalones y hacerle la competencia. Y entonces es cuando nos encontramos con un José Esteves haciendo chistes por la mañana en un programa que se supone que sea informativo, no comedia; o a un Jorge Rivera Nieves haciendo comentarios pueblerino fuera de lugar en vez de continuar siendo el respetable hombre ancla que siempre ha sido. O a lo mejor esto sólo me molesta porque me tocó cerca, porque me parece una “linda” manera de volver a ver a un viejo amigo con el que uno perdió contacto hace tan sólo tres o cuatro años. Aunque si así men sentí yo, no quiero imaginar cómo se sintieron sus familiares, sus exnovios, si alguna vez se permitió tener parejas, y sobretodo, sus amistades meas allegadas, de las cuales, yo no formaba parte.

El día de hoy leí que piensan quitar lass salas de emergencia de todos los hospitales del país, y me di cuenta de que el ese error mínimo en el palaberinto es un reflejo de todas cosas mínimas que están rotas y jodidas en este país, porque creo que de eso se trata, de cosas mínimas, millones de ellas como estrellas en el domo del cielo nocturno, muchas pequeñas cositas fallando y trabajando mal. Por eso es que es imposible arreglar este país. Lo macro está jodido porque lo micro está mal completamente, y no hay forma de arreglarlo.