Sunday, August 31, 2008

Diario de una puta humilde, cap. 4 Slevin

Diario de una puta humilde
Cap. 4

Slevin

Sucede que hoy hablé con un amigo de Peñuelas de quien hace casi un año no sabía nada. Slevin, así le llamaré, como la película, vino un día a mi casa para que lo ayudara con un trabajo de su clase de fonética inglesa. Yo estaba enfermo y no me levanté. Se hartó de esperar y se regresó a su casa. No supe más de él hasta hoy.

Conocí a Slevin en la UPR de Ponce. Cogíamos una clase juntos, la más aburrida de las matrículas de ambos, la clase de Chiki Correa. Sociología de la Educación, o Fundamentos Sociales de la Educación. Una mierda de esa. Siempre me llamó la atención su gorrita roja de rigor, cómo ésta nunca combinaba con su vestimenta semi-formal de profesor de delineamiento de la Interamericana de San Germán, y sus ojos verdosos. Pasábamos el aburrido espanto de la clase, mirándonos y flirteando el uno con el otro desde esquinas distantes del salón.

Una tarde nos presentamos y comenzamos a hablar. El día después nos encontramos en uno de los baños del primer piso. Tuvimos sexo en el cubículo de impedidos. Él me clavó, y luego le metí el dedo, hasta que se vino. Yo no me vine.

Hoy me dijo que tiene novia. No pude evitar sentir algo de recelo, como si el mundo heterosexual le estuviera arrebatando una joya más a mi mundo. Muchas preguntas me vienen a la mente: ¿se le parará el bicho con ella? ¿habrá tenido sexo con ella ya? Porque yo lo que conozco de Slevin es que es gay. ¿Se habrá metido a una de esas sectas cristianas que le cambian la vida a la gente durante el primer mes y luego los dejan peor de lo que alguna vez estuvieron en sus vidas? No pudo evitar, inclusive, sentir algo de rabia, al pensar que puede ser que mi amigo se esté mintiendo descaradamente. Le pregunté: ¿tu novia sabe de tu pasado con hombres? No me contestó. Sólo me dijo que el último chico con quien estuvo lo trató muy mal. Y que todos los hombres son iguales y que está harto. Eso. El hastío. Supongo que si se lo dijera a su novia, ella lo querría igual y hasta se casaría con él. Se me ocurre que en un pueblo como Peñuelas, las mujeres son más creídas y los hombres más ilusos, y ambos sexos se mienten más que en la ciudad. Y me imagino que esto tiene que ver con el estar lejos de todo.

Terminé la conversación diciéndole que me invitara a su boda. Tengo que verlo con mis propios ojos para entender como se puede ser tan hipócrita con uno mismo. Pero de eso yo lo sé todo, porque no hay ser más hipócrita consigo mismo que yo. Le dije que lo apoyaba en todo, y que contara conmigo para lo que fuese. Pero no sé si lo dije en serio. No sé si para ese momento habré yo mismo cambiado, si me habré convertido en mejor persona, si habré dejado de ser una puta, aunque humilde. Porque con toda probabilidad, si llego a su boda, lo arrastro hacia el baño más próximo, cierro la puerta del cubículo de impedidos, y le quito esas pendejaces a la mala.

Saturday, August 30, 2008

Diario de una puta humilde, Cap. 3 Los culos

Diario de una puta humilde
Cap. 3

Los culos

Lo malo de ser tan puta es que llega un momento en que la orgánica se cae. Me explico. A mi gimnasio van dos muchachos heterosexuales que tienen culos enormes, redondos y muy bien trabajados. A veces no puedo evitar quedarme mirando tan maravillosas obras de Dios. Pero es todo lo mismo y da igual.

Comerse un culo tiene que ver con pasar la lengua en el anillo, meter un poco de la misma, rogar que esté limpio y que te dé ese sabor dulzón repentino y chupar, sí chupar el anillo hasta que florezca como coliflor sobrecocida.

Pero luego viene el arrepentimiento, cuando te das cuenta que las sonrisas perfectas no importan, como no importan la simetría de los rostros, ni el verdor de los ojos, ni nos abdominales de cucaracha. Porque al placer le sobreviene la suciedad, el asco y la mierda.

La mierda tiene propiedades curativas si se mezcla con leche. Eso no lo digo yo, lo decían los egipcios en la Biblia. Decían que tal cocción sanaba heridas leves y superficiales. Pero el asco se sobrepone cuando la mierda sale de un roto que te acabas de comer con gusto, el orificio del placer que acabas de llenar con tu grandiosa hombría.

Una vez, el amigo de un ex-roommate me dijo que odiaba los patos porque siempre le cagaban el bicho. Le pregunté: “Entonces, ¿tú qué eres?”. “Heterosexual, por supuesto”. El tipo me recordó la asquerosa escena de violación de 20 minutos de duración de la película francesa L’Irreversible con Monica Belluci y Vicent Cassell. Mientras la viola, el hombre le dice algo así como “más te vale que no me cagues el bicho, puta”.

De repente, las nalgas se convierten, de dos montes que da gusto morder hasta llegar con la lengua el hoyo negro que se traga las luces celestes, a dos paredes de carne que ocultan la vergüenza sucia de la mierda que se avecina como ladrón en la noche. De repente, el gusto se va, esfumado completamente, ante la certeza de que el cuerpo no es otra cosa que una colección de líquidos pegajosos, membranas babosas y cosas que en general, apestan. Ya no es un muchacho con un rico culo en espera de una comida, sino un fantasma con cara de muerto y peste a podrido. Y yo sigo afanado en mezclarme con la muerte.

Friday, August 29, 2008

Diario de una puta humilde Cap. 2 Los carros

Diario de una puta humilde
Cap. 2 Los carros

Dejar una adicción tan fuerte como el sexo requiere inclusive pasar con tu auto sin mirar a los pasajeros del auto en el otro carril. Practiqué eso el día de hoy. Hace un mes atrás un tipo me miró a través del cristal. No era nada bello. De hecho, era bastante feo. Pero hubo algo en esa mirada, algo siniestro y placentero que me hizo latir el anillo del culo. Le sonreí. Me sonrió de vuelta.

Seguí mi camino. Iba en dirección a Coamo, a mi casa. El tipo me siguió y a través del carril me lanzó otra mirada bellaca. Mi corazón comenzó a latir. Caleb piensa, Caleb. Usa la fuckin’ cabeza. Y si este tipo saca un revólver y te mata. Y si te asalta. Pero no, ese soy yo, ahora en retrospectiva. Cuando el ano hierve el peligro acecha a escondidas, mucho más allá del rabo del ojo.

Puse la señal para el paseo. El tipo estacionó su carro blanco al frente del mío. Mi corazón latía. Mi culo latía más rápido. Hay algo en mirar adentro de las ventanas de los autos, que es lo mismo que mirar hacia adentro de las ventanas de la casa de un vecino. Uno quiere saber cómo gime la mujer del vecino cuando él se la clava, cuán hondo le llega ese bicho, si se la coge por el culo, si se le viene en la boca, si ella le mete el dedo por el culo para que él se venga, uno lo quiere saber todo. Hay algo de eso en la ventana de un carro, sobre todo con un tipo guiando. Cuando menos, uno quiere saber con qué mano se masturba, si se viene a chorros o simplemente de desborda la leche, si se traga su propia semilla o se limpia con una toalla.

El tipo se bajó. Intercambiamos números telefónicos. Siguió su camino. Nunca lo llamé. Y le di un número falso. Pero en mi mente, el daño ya estaba hecho.

Hoy es 29 de agosto de 2008. No miré a absolutamente nadie. Ahora le tengo terror a los cristales de los carros. Habrá que ver si le tendré el mismo miedo a quienes los conducen.

Thursday, August 28, 2008

El olor entre las piernas, cap. 96 Espiral final

El olor entre las piernas, cap. 96

Espiral final

He decidido retomar esta bitácora tan extraña. Había pensado seguir hablando de la ciudad y sus espacios, la ciudad y la gente que vive en ella. Pero tengo qeu admitir que me he dejado tragar por las ciudades. Este blog comienza ahora con una nueva etapa de mi vida que se llamará "Confesiones de una humilde puta en recovery".

Pienso que fui bastante honesto con "El olor entre las piernas", pero confieso que edité demasiado por miedo a muchas cosas. Lo que viene ahora es desnudez total, y esto debería contarse como primer capítulo. Recuerdo las palabras de Mayra Santos en aquella fatídica primera clase: "si no se es honesto, uno no se debería molestar en escribir". Cuán ciertas esas palabras!

Así que va el primer entry:

Confesiones de una humilde puta
28 de agosto de 2008

He tocado fondo. Mi pareja me cogió con las manos en la masa, chingando con un tipo en el monte, en el Monumento del Gíbaro, en dirección a Ponce. Le mentí, y descaradamente traté de salirme con la mía mintiéndole más. Son una persona asquerosa.

El consabido espacio consta de un gran estacionamiento y tres posibles "lugares de entretenimiento y cruceo". Mi pareja me cogió en el acto. Yo yo me siento como una mierda, como debería sentirme.

Llevo cinco años con mi pareja y él nunca se había dado cuenta de mis andadas por el lado. Qué bueno que ahora lo sabe. Aunque haya tratado de mentirle en la cara. Ahora sólo me queda pagar la deuda. Y comenzaré con la mayor honestidad que puedo tener en este momento tan difícil en mi vida: soy una puta. Una puta despiadada, un hustler malo, pero humilde. Reconozco lo mal que actué y puedo verlo en los siguientes niveles:

1. Mi pareja me ha dado alojamiento en estos últimos años sin cobrarme nada.
2. Soy VIH+ y a él, siendo negativo, jamáss le ha importado.
3. Siempre ha estado ahí para mí en todo momento.
4. Me ha complacido en prácticamente todo.
5. Es un GRAN amante en la cama.
6. Me ha dado de comer y ha pagado mis deudas cuando yo no he podido valerme por mí mismo.
7. En fin, es un gran tipo, quien aún sabiendo lo que hice, aún después de tratar de mentirle para salir del apuro, me dijo que me podía quedar en la casa, que me seguiría ayudando y que ni siquiera tenía que dormir en otra cama, que podíamos dormir juntos, pero para diferentes lados y que no lo tocara, porque él necesita tiempo.

No queda más que decir que soy un asco de persona. Sobreviví todo tipo de abusos cuando pequeño: físico, emocional y sexual. Pero ahí está el problema. El que escribe este diario no es un niño ya, sino un hombre de 28 años, hecho y derecho que no tiene por qué seguir castigándose y destruyéndose por cosas que no se mereció cuando niño. Ya basta. Sobreviví el abuso. Ahora hay que vivir.

Así que mi plan ahora es escribir hasta que la sangre salga de las llemas de mis dedos. Quiero hacerlo con la mayor honestidad del mundo. Para que duela. Para encontrar regocijo en el dolor, como Harry Potter en el último libro, cuando muere Dobby salvando su vida: él coge una pala y cava la tumba del elfo, sin palabras de magia ni varitas mágicas, sino con una pala y sus propias manos y sudor. Eso, así lo haré, con el dolor a cuestas, porque finalmente, después de tantos años negando y echando a un lado todo lo bueno que la vida me ha ofrecido, por el sólo deporte de castigarme, finalmente ahora, he perdido lo más preciado que tenía: Jerry. Ahora sólo resta subir, luego de tan asqueante fondo.

A lo mejor este entry no es tan poético o literario como las entradas anteriores de este blog, pero siento que voy por buen camino hacia algo honesto. Después de todo, la honestidad se trata del contenido. No hay honestidad en la forma.

Sinceramente,
David Caleb Acevedo