Monday, May 16, 2005

el olor entre las piernas cap. 17 coup de foudre

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS
CAP. 17
COUP DE FOUDRE


Un coup de foudre, como dicen los franceses, aparece en un cielo de mayo que promete mucho Shakespeare, una idea irrumpe en mi materia gris, haciendo que me pregunte cuánta piel cubre el corazón, cuán gruesa es, cuán protectora. Han cancelado mi show favorito de HBO: Carnivàle. Sin embargo, Six Feet Under todavía sigue número uno, la gran porquería esa. Es sólo cuestión de tiempo para que cancelen The 4400 en USA Network. Habrá que ver.

Sé que es tonto gastar tinta y teclas en esto (me vienen a la mente las palabras de la gran Saga Nicneven, bruja hermana de una de mis mejores amigas de Caguas: “Fucking GROW UP!”), pero es necesario. Es más necesario aún para desensibilizarse, porque los golpes se hacen poco a poco más fuertes y más concurrentes. Éramos unos pocos los que veíamos Carnivàle. Hasta teníamos un grupo en Yahoo. Y puedo decir que cada uno de nosotros nació para ser un freak de circo rodante, porque en nuestras palabras, mensajes y comunicados se ve que nacimos en la sombra oscura de la otredad. Se nos ve la marca de la bestia salvaje en la frente, con un poco de luz fluorescente, claro esta. O con la luz de los relámpagos en la noche, el coup de foudre.

Carnivàle cuenta la historia de una feria rodante en Estados Unidos en la década de los 30, en plena Depresión. Esa es sólo la primera historia. Carnivàle relata la última lucha entre el bien y el mal, el bien estando representado por un “okie” (la serie es riquísima lingüísticamente) de mala muerte, y el mal, por un sacerdote católico radioevangelista. Ahora entienden por qué mi depresión. Era una serie genial, no por lo que narraba, que de por sí era genial, si no por todas las implicaciones del cuento y los recursos utilizados para narrarlo, lo cual me remite a lo que yo pienso que es arte en realidad: no lo dicho, sino lo que está cargado de implicaciones.

Soy un freak, y cada día siento el embate de las olas por ello, el embate cuando se está a la orilla del mar abierto, y no en una playa protegida por arrecifes. Los embates son cada medio minuto, un golpe, una bofetada que te tumba y amenaza con robarse tu bikini.

Ahora siento en el cuero lo que Donnie Darko sintió en su película, lo que John Constantine sufrió en “Dangerous Habits”. Y es que estos golpes te alienan del mundo, te dan paranoia, esquizofrenia, y hasta cáncer. Y esta vez no tengo ganas de hacer pactos con estrellas de cinco puntas al revés, ni tratos o trueques con el Triunvirato del Diablo (porque todos sabemos que la historia de Constantine es cierta, que el infierno se creó para asegurar el libre albedrío, que Lucifer es a Dios, lo que Azazel es a Cristo, lo que Beelzebub es al Espíritu Santo; que tiene que existir el infierno, y en triunvirato, para garantizar un balance que no permita que caigamos víctimas de la esclavitud de los ángeles). No. Sobrevivir cuesta. Cada nueva crisis fuerza a uno más hacia las sombras, más hacia el cáncer y la paranoia, desfigurando nuestras caras para hacernos ver como los freaks que somos. Yo conozco una mujer con barba. Íntima amiga mía. Uno de mis hermanos en espíritu es extremadamente flexible, como si no tuviera espina dorsal. Y la amiga de un amigo mío tienes 24 dedos.

No basta con cancelar nuestros shows favoritos, también te dicen que eres HIV+, que a tu hermana no le queda mucho tiempo de vida, que tu hermano te urge a que vuelvas al rebaño de Jehová (del cual huiste no sólo a causa de la esclavitud de los ángeles, sino porque su sede, como toda buena organización capitalista, es en Nueva York, entonces, huiste de la lobo capitalista vestido de oveja, en el buen sentido de la palabra), que el alza en la matrícula va (no importa cuánto lloremos, supliquemos, o cuántas huelgas hagamos), que Alfagüara no publica escritores puertorriqueños, que se te acaban las horas en el internado en Santillana, que te corres un riesgo fuerte de quedarte en la calle, que si no consigues un trabajo pronto que pague no menos de $20,000 al año tu pareja te va a dejar, y la ciudad que te sigue chupando, como la gran chocha que se comió al hombrecito desnudo en Hable con ella de Almodóvar. El olor entre las piernas se va haciendo cada vez más fuerte, con el jock itch y el chafing, con la selva que te cre y que no puedes afeitar, por miedo a erupciones en la piel desde el centro más centro de tu tierra...

Es un coup de foudre que te eriza los pelos púbicos cuando te das cuenta de todas las capas de tu vida en las que te encuentras solo, hasta qué átomo de tu fibra eres tan diferente a los demás, y cuán insalvables e irreconciliables son los espacios, las lagunas y las diferencias.

He decidido comenzar el proceso para desensibilizarme un día a la vez. He decidido que hoy voy a ser insensible al maltrato de menores. Lo tengo todo programado: mañana, voy a ser insensible a la crueldad contra los animales. Pasado mañana me van a importar un carajo las mujeres apedreadas en tierras del Islam y la sobrepoblación. El viernes me valdrá un coño la burocracia, la falta de empleo, los cada vez más comunes part time de $5.15, y los abusos de los legisladores. El sábado reto a Roselló a que me haga mella. Y así por el estilo. Con algo de suerte podré cubrir todas las bases en un año, que es igual a 366 días, porque Dios nos robó uno, el más importante, el día en que te das cuenta de cuánta mierda te ahoga.

No me creo capaz de escribir poesía después de esto. No quedan versos que sirvan de algo, después de esto. Sólo me queda pintar y narrar. A ver si mi mundo de adentro se hace más vivo que el de afuera. A ver si algún día me voy a vivir allí.

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