Wednesday, April 27, 2005

El olor entre las piernas, Cap. 10 Acerca de reliogiones y otras molestias

El olor entre las piernas, Cap. 10 Acerca de reliogiones y otras molestias

Testigos de Jehová. No me malentiendan. No tengo nada malo que decir de ellos. Sólo que hicieron una miseria de mis primeros catorce años de vida. Nada más.

El amor que se tienen entre sí es algo poco más que superficial. Es el producto del sectarismo tan profundo del que cuelgan sus raíces. Sí, dije cuelgan. Ellos cuelgan del cuello, como algo mucho más pesado que una cruz, digamos, en palabras de ellos, como un madero de tormento.

No quiero hablar de todos los cumpleaños que perdí en mi vida y de los que después perdí, cuando a los veinte años de edad traté de celebrar mi cumpleaños decentemente y no pude, pues todos mis planes se fueron directo al coño: mis amistades no se aparecieron, nadie tan siquiera llamó, en fin, un desastre. El año siguiente traté de planearlo nuevamente, y así el subsiguiente, con amistades nuevas cada vez, las viejas cada año se hacían menos, y me di cuente de lo triste que es celebrar un cumpleaños después de pasada cierta edad. Yo lo único que quería era recuperar esos días en la escuela en que un compañerito o compañerita cumplía años, se cantaba Happy Birthday, o Sapo Verde Pelú, se soplaban velas, se comía bizcocho, se pedía un deseo… todo esto lo sé por mi hermosa nana, la TV. Nunca tuve referencias personales. Siempre me mandaban a salirme del salón de clases, mientras todos los demás tenían su diversión. Todo porque yo no celebraba “eso”, como buen cristiana, temeroso de Jehová.

Halloween, por lo menos pude recuperarlo. En algo. Con la gran parada de Halloween, donde cierran la Ponce de León y salen todas las dragas y los que no son dragas, vestidos con plumas, plástico, rubber, látez, sombras, mascáras, pestañas, lentejuelas… Por lo menos no me perdí el año pasado, Halloween del 2002. El premio al mejor disfraz se lo llevó un muchacho, gay por supuesto, que estaba vestido de gárgola, con todo y alas, cuernos, pelos guindando, y un pene de plástico entre las piernas. Valió la pena su esfuerzo. Me hizo sentir que eso no me lo perdí en mi vida, por lo menos.

Todas las demás celebraciones han quedado vedadas para siempre. Saint Valentine’s, Thanksgiving, Dad and Mom’s day, Dia de los Reyes, Happy Eastern… Pero la peor época del año para mí, siempre ha sido Navidad. Todos mis amigos de la escuela con regalos, menos yo. Ahora, a mis 22 años, todos se van para sus pueblos a “compartir” con sus familias. Yo me quedo solo. Siempre solo. Despedida de año siempre duermo. Es patético, pero me parece que cuando un año se va no se motivo de celebración. La Biblia dice que el ser humano comenzó siendo inmortal. Que ya no lo somos me parece una trajedia griega que vivimos todos los días. ¿Qué acaso soy el único que se da cuenta? Finalizar un año, para mí es motivo de reflexión, de búsqueda de aquellas cosas que quedan por hacer, porque el tiempo se va terminando. Esoe s apremiante.

Como dije ya, no tengo nada malo que decir de los Testigos de Jehová. Me parece muy “bonito” el amor que se tienen entre sí. Pero yo, a mis 22, me la so lunga, perché io sono un lupo vechio. Y sé que ese amor, no es otra cosa que una manipulación malintencionada de parte de los que están “llevando el rebaño”. Una treta para darles a los pobres tontos algo en que creer, algo más allá de sus narices, para que se olviden de los dos dedos que tienen de frente y suelten las “contribuciones” para la obra de Jehová. Es un amor que puede derrumbarse más fácilmente de lo que muchos creen. Créanme, en mí se derrumbó a los catorce años, cuando tuve mi primera relación homosexual. Pero más patético aún es el hecho de que tanta gente caiga en esas garras. Los Testigos de Jehová, como todo buen fanático religioso, y como el resto de los habitantes de este maldecido planeta, buscan afuera lo que no se atreven a buscar adentro. Lo que deberían estar buscando adentro. Aquí caen fanáticos de todo tipo, y por ende, cae la mayoría de la humanidad, porque todos tenemos que ser fanáticos de algo, yo lo soy del arte en general. Pero yo estoy consciente de ello, porque tengo distancia.

En esto, los fanáticos son distintos a los drogadictos. Estos últimos saben donde buscar, saben qué camino recorrer. Van por buen camino. Pero no con lo zapatos adecuados.

¿Yo? Estoy triste. Pero eso no es malo. Encontré adentro lo que estaba destinado a buscar y hallar. Sólo que no tengo con quien compartirlo. Pero eso es cuestión de tiempo. Algo bueno que tengo que decir de mí es que encontré mi lugar en el mundo.

Lo peor en esta tierra, es encontrar el lugar de uno en relación a los lugares de los demás. Lo mejor es encontrarlo en relación a uno mismo. Lo mediocre es no encontrarlo nunca. Yo encontré el mío mirando hacia adentro, a donde todos deberían mirar y buscar. Estoy triste, pero completo. Hay peores cosas que estar triste. Si muero ahora, muero tranquilo, y tranquilo, comienzo de nuevo. Porque somos seres. No hay cables que nos conecten al más allá. Nadie sabe realmente qué hay allá, después de las nubes. Sólo se sabe lo que hay alrededor y lo que se encuentra adentro. Rechazar ese mundo interno, tan rico, por un Dios que no acaba de dar la cara, me parece repugnante, y a lo sumo, una gran estupidez.

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