Saturday, August 30, 2008

Diario de una puta humilde, Cap. 3 Los culos

Diario de una puta humilde
Cap. 3

Los culos

Lo malo de ser tan puta es que llega un momento en que la orgánica se cae. Me explico. A mi gimnasio van dos muchachos heterosexuales que tienen culos enormes, redondos y muy bien trabajados. A veces no puedo evitar quedarme mirando tan maravillosas obras de Dios. Pero es todo lo mismo y da igual.

Comerse un culo tiene que ver con pasar la lengua en el anillo, meter un poco de la misma, rogar que esté limpio y que te dé ese sabor dulzón repentino y chupar, sí chupar el anillo hasta que florezca como coliflor sobrecocida.

Pero luego viene el arrepentimiento, cuando te das cuenta que las sonrisas perfectas no importan, como no importan la simetría de los rostros, ni el verdor de los ojos, ni nos abdominales de cucaracha. Porque al placer le sobreviene la suciedad, el asco y la mierda.

La mierda tiene propiedades curativas si se mezcla con leche. Eso no lo digo yo, lo decían los egipcios en la Biblia. Decían que tal cocción sanaba heridas leves y superficiales. Pero el asco se sobrepone cuando la mierda sale de un roto que te acabas de comer con gusto, el orificio del placer que acabas de llenar con tu grandiosa hombría.

Una vez, el amigo de un ex-roommate me dijo que odiaba los patos porque siempre le cagaban el bicho. Le pregunté: “Entonces, ¿tú qué eres?”. “Heterosexual, por supuesto”. El tipo me recordó la asquerosa escena de violación de 20 minutos de duración de la película francesa L’Irreversible con Monica Belluci y Vicent Cassell. Mientras la viola, el hombre le dice algo así como “más te vale que no me cagues el bicho, puta”.

De repente, las nalgas se convierten, de dos montes que da gusto morder hasta llegar con la lengua el hoyo negro que se traga las luces celestes, a dos paredes de carne que ocultan la vergüenza sucia de la mierda que se avecina como ladrón en la noche. De repente, el gusto se va, esfumado completamente, ante la certeza de que el cuerpo no es otra cosa que una colección de líquidos pegajosos, membranas babosas y cosas que en general, apestan. Ya no es un muchacho con un rico culo en espera de una comida, sino un fantasma con cara de muerto y peste a podrido. Y yo sigo afanado en mezclarme con la muerte.

1 comment:

Lucca Nazario said...

Que bello es todo. hasta la idea de algo tan feo puede ser bello si lo llevar con buenas letras.