Thursday, March 01, 2007

El olor entre las piernas, Cap. 84 La gente de mi pueblo adoptado

Los años de escritura creativa me han enseñado que a la hora de describir un lugar, la forma más “chula” de hacerlo es a través de su gente. En Coamo, no basta con ir a los baños de aguas termales, tan ricas que son, ni con ir una vez al año al Maratón de San Blas. Hay que ir al gimnasio del pueblo, tempranito por la mañana y sudar la angustia con los viejitos del programa Sneakers, para luego salir a mediodía y sentarse a hablar con alguien en la plaza. Con una persona al día basta. Hay material para escribir que no se acaba nunca.

Hoy caminaba por la plaza; acababa de salir del gimnasio y estaba muy cansado. Iba despacio porque no había desayunado. El guardia municipal, quien curiosamente portaba un uniforme azul marino en vez del tradicional verde “gandul” me observó con curiosidad, para luego voltear la mirada rápidamente y seguir concentrado en su vigilancia. Dos nenes corrían y luego se deslizaban en sus Hillies, con una maestría que daba envidia. Sonreí, porque yo, a mis 26 años de edad, me dio con comprarme unos Hillies, y aunque no me veo ridículo corriendo y deslizándome en ellos, me da vértigo. Cosas de cambio de edad.

Más adelante, sentada en uno de los bancos, estaba una mujer mayor fumando. Soy fumador social, entiéndase que nunca me compro una caja de cigarrillos, pero cuando veo a alguien fumando me entra la angustia que se suponía que tenía que dar en el gym, y obligatoriamente tengo que pedir un cigarrillo y compartir el momento con el bondadoso o la generosa del día. Creo que he probado todos los sabores de todas las marcas que se venden en Puerto Rico, como si fuera un catador de vinos.

“¿Son suyos esos nenes?”, le pregunto. “No, pero me da miedo que se vayan a dar una matá”, me dijo, sonriendo entre bocanadas y donitas de humo, porque la señora (a quien llamaré Doña Gina, porque tenía cara de llamarse Gina), era toda una maestra en el arte de fumar grandes bocanadas. Hay gente que aspira el humo y se lo queda en la boca, para luego botarlo. Según Doña Gina, que luego me dijo que usualmente no fumaba cigarrillos, sino habanos, el humo se respira como si fuera aire, como cuando uno pasa por la Avenida Luis A. Ferré en dirección a Ponce en plena Cuaresma, cuando los irresponsables le pegan fuego a los montes en Coamo, Guayama, Salinas, y pueblos limítrofes. “Así es que se fuma”, me dijo, “hay que meter el humo pa’ dentro, porque si no, ¿para qué fumas?”.

“¿Me regala un cigarrillo?”
“Claro, m’hijo. Hay que compartir el vicio.”
“Gracias.”
“Ay, Dios mío, esos nenes, se van a dar una matá.”
“Esas matás son buenas. En bicicletas, en patines, en caballos…” –dije yo.
“Yo me di una en caballo.”
“¿De veras?”
“Hace como diez años atrás, porque yo cabalgaba con mi familia, dos días antes del Maratón de San Blas. Nos íbamos en caballo como un ralley por todo el boulevard hasta la plaza. Éramos como más de doscientas personas a caballo. Yo me caí de mi caballo y se formó un sal pa’ fuera… Nunca más volví a montar caballo. Y desde entonces no he parado de fumar” –concluyó esta mujer con su cigarrillo como habano, con un aire de “Goyita” de Tufiño, una dignidad que sólo se puede ver en las arrugas, que son como surcos, o como cicatrices que dejan los incendios en la tierra vistas desde un helicóptero.

Le di las gracias por el cigarrillo nuevamente, porque en Coamo las cosas se agradecen por dos, y me retiré, pensando en que de aquí a diez años en este pueblo y en el país entero, ya nadie se sentará a hablar en las plazas. Nadie tendrá tiempo o ganas. Y nos vamos a desconectar de lo que nos hace humanos. Sólo espero que haya gente fumando por ahí en alguna esquina. Pedir amablemente un cigarrillo siempre es una buena excusa para conectar.

3 comments:

jolywudense said...

¡Ya era hora mijo! Entro todos los días a ver si encuentro algo nuevo. Que bueno leerte y espero que se de otra vez pronto. Soy un gran admirador de tu voz. Gracias por escribir exactamente lo que piensas.

Awilda I. Castro Suárez said...

Fue bueno leerte.

Yolanda Arroyo Pizarro said...

Me encanta que hayas regresado. Me he devorado los otros posts!