Monday, September 12, 2005

El olor entre las piernas, cap. 51 Pequeña gran ciudad de mierda

El olor entre las piernas
Cap. 51
Pequeña gran ciudad de mierda

Escribir frente a una página en blanco es enfrentarse con Dios. Porque es enfretarse con algo mucho más fuerte e impermanente que uno mismo. Sólo los que tenemos las agallas de escupirle la cara al Verbo podemos escribir. Y yo digo esto en uno de los momentos en que más detesto a Dios, a Río Piedras, y a la humanidad entera.

Algo andaba mal desde que me dijo el conductor de la C-18 que si me dejaba a la entrada del Walgreens, por la Ave. Universidad, porque había unos guardias que no permitían el paso y tendría que dar la vuelta. Enseguida le dije que me dejara allí mismo. Iba tarde para mi clase de los lunes.

Al asomarme a la Ave. Universidad, inmediatamente me detuvo un gandul. "No puedes pasar, ha habido un accidente, cruza por la otra calle a mano derecha". Inmediatamente super con la mayor certeza que algo ominoso y realmente maligno había ocurrido.

Cuando di la vuelta y cruce a mano derecha por la calle esa cuyo nombre nunca me he podido aprender, la del Walgreens, justamente frente al restaurante Linda Sara había una sábana de flores azules en el piso sobre el cuerpo ensangrentado de una viejita, sus bolsas de Walgreens todas desparramadas por la calle.

Sí había visto algo así. Los describo en uno de mis poemas de Lo que soñó la almohada/ Dream Card in the Pillow. En aquella ocasión un viejito arrolló con su automóvil a un señor que cruzaba por la calle, y lo decapitó con una de las gomas del carro. Cuando le preguntaron al doñito si había visto al hombre, él contestó: "¿Cuál hombre?". Cuando le preguntaron al del camión, seguramente contestó: "¿Cuál viejita?". La que dejaste tirada, aplastada contra la brea, hijo de puta.

No logro entender por qué en estos momentos me viene la imagen de Yuna, la de Final Fantasy X, con su cetro de summoner, enviando las almas de los muertos al más allá, balanceando su cetro en medio de un hermoso baile que sólo conocen los summoners, algo conocido en el juego como the sending. En ese momento, al ver a la viejita, unas palabras me llegaron a la mente. Amasu Lébanon Telluria... y me llegó también la imagen de mí mismo llevando a cabo el sending.

Hace mucho tiempo, cuando todavía pertenecía a la religión Wicca, quise hacer mi propio váculo. Tomé una rama de una planta que considero muy especial, porque sólo florece en la época de lluvia: la petrea. Con hilo blanco, amarré un pedazo de cuarzo blanco que conservaba, aún cuando se me había caído al piso y roto en dos. Debo haberlo conservado a causa de su imperfección, porque yo mismo soy eso, una cosa incompleta que llena y vacía con muchas palabras. Al final, le amarré una pluma de un ave natural del Africa cuyo nombre desconozco. Al momento, la pluma era importante para mí, porque me la había regalado la única madrina santera que escuchaba de mi religión sin decirme que yo etaba mal, que había que creer en los orishas, o en los santos, o en los palo mayombe, o en cualquier otra estupidez de esas que se nos ocurren a nosotros los caribeños para amortiguar el sentimiento de colonia, o la minusvalía nacional. Es una pluma hermosa, dorada por un lado, roja por otro, cobalto de frente.

Cuando llegué a mi apartamento hice el baile con mi varita mágica, haciendo el sending de Yuna, imaginándome el alma de la pobre viejita llegando al cielo mientras su cadáver seguía esperando desde la 1:30pm (hora aproximadamente del accidente, según los curiosos de la escena; a las 4:25pm todavía estaba allí, gracias a la supereficiencia de los servicios básicos de este país tan ciudad); mientras en silencio le agradecía a todos aquellos que se detuvieron en silencio y permitieron que semejante atrocidad creara un lapso en sus maquinadas rutinas, me cuento entre ellos, para seguramente reflexionar sobre lo inefable y lo breve que es la vida en esta pequeña gran ciudad de mierda.

P. D. Asimismo alimenté mi fantasía de tener telekinésis para así borrarle la sonrisa a San Juan.

2 comments:

said...

Eso me recuerda que hace poco, por aqui cerquita de casa, en el Expreso de Trujillo, un viejito atropello a otra viejita...la gente vive con tal ligereza y pasea con tanta velocidad, que oblitera la informacion a su alrededor...simplemente a veces se enajenan.
Sin acentos,
Jo

Miss Two said...

Dios mio.

Da pena. Doy gracias a la misma vez que no tengo que pasar eso mas... wow.

I miss you, hang in there.

peace
Marisa