Thursday, August 04, 2005

el olor entre las piernas, cap. 42 Reflexiones de un aprendiz de mago en la ciudad

No tengo, ni he tenido nunca guille de Harry Potter en San Juan. Pero me doy cuenta que a menudo, en situaciones de extremo stress, puedo manipular la probabilidad de que ciertos eventos se den. Esto sólo me ha pasado en Puerto Rico, aunque en Hartford había una señora que me enseñaba magia a escondidas. No era dominicana, ni negra. Era una mujer blanca, mayor, descendiente directa de irlandeses, que mi papá había ayudado a traer desde Dublin, cuando él vivía allá. Pero eso no viene al caso.

Esto de mis poderes, es lo mismo que le pasa a otra gente que dice que sueña con muertos, que ve los espíritus de gente muerta, u otros poderes especiales que se atribuyen los que vivimos en partes abandonadas y olvidadas de esta ciudad. Yo les creo, por supuesto, si sólo tengo que decir Rama Secu Sura para que comience a llover. No es que yo me atribuya las tormentas tropicales, pero me gusta darles el empuje que necesitan para romper el sistema de alta presión que siempre localiza el Doppler al norte de Puerto Rico.

Hoy, 4 de agosto de 2005, fue un día de suerte para mí. Lo había pedido libre en la bárbara Bárbara, para poder conseguir unos papeles que me habían pedido: una negativa de ASUME, una copia de la tarjeta de Seguro Social, y un certidicado de buena conducta. Sabía que no tendría problemas con el certificado y ya tenía una copia de la tarjeta de Seguro Social. Sin embargo, me daba miedo que no me diera el tiempo y no pudiera resolver el problema de la matrícula en la UPR. De repente, antes de salir de mi tan odiado apartamento (por el calor y otras situaciones inhóspitas de naturaleza roommate, eso es tema para otro entry), me llegaron unas palabras que solas no dicen nada, pero juntas tienen una vibración especial: Rama Luckiaga Fortuna Majora Sortílega...

De repente, como con la poción Felix Felicitas del último libro de Harry Potter, todo comenzó a salirme bien. Salí a las 9:00am, llegué caminando a la oficina de ASUME a las 9:18am, hice el número 12, iban por el 8, pero la oficinista se estaba tardando solamente y exactamente 2 minutos con cada persona. Salí de allí como a eso de las 9:30am. Caminé tranquilamente hasta la parada de la AMA que está frente a la Estación del TU al lado de la UPR. Cuando estaba llegando, la A-3 se estacionaba plácidamente frente a mí, abriendo sus puertas para que unos pasajeros desabordaran la AMA. Mi suerte me abofeteó la cara con el placentero aire acondicionado y muchos asientos para yo escoger. Mi suerte continuó fluyendo durante todo el tramo, pues las luces estaban todas verdes, y no había nadie en las paradas de guagua, ni pasajero alguno dentro de la AMA que quisiera bajarse ante que yo.

Llegué al Cuartel General de la Policía a eso de las 9:48am, en tiempo récord jamás visto. Cuando llego adonde el oficial que registrará mis cosas, antes de pasar por el detector de metales, el muy cabrón me dice queno puedo pasar con pantalones cortos porque eso no es vestimenta apropiada para una oficina de gobierno. Antes de comenzar a cagarme en su madre y la madre de ésta, y maldecirlo con palabras extrañas que llegaban a mi mente, una señora me dijo: M'hijo no te preocupues yo te busco el formulario adentro". Me quedé pasmado, pero más pasmado me quedé cuando volvió con el mismo y me dijo: "Dame $1.50. Yo te compro el sello mientras tú llenas eso". Asílo hice y ella llegó con el sello y me dijo: "Yo te lo busco ahora". No podía creer mis oídos, me dije "esto no puede ser, definitivamente estoy en el twilight zone"... pero ella sí llegó con mi certificado de buena conducta, me lo entregó y me dijo: "Chequea que toda la información esté bien". Yo la cotejé y le murmuré un gracias, a punto de llorar porque realmente había sacado el día para esto, y no era factible regresar en guagua a mi apartamento, cambiarme de ropa y volver al puto cuartel.

Mi suerte no se terminó ahí. No hago más que llegar a la parada de guaguas frente al cuartel, y la A-3 regresa, con el mismo conductor que me había recogido en Río Piedras. El tramo fue placentero mientras yo escribía celosamente las palabras mágicas en mi libreta: Rama Luckiaga Fortuna Majora Sortílega... porque no conviene olvidarse de ellas.

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