Monday, September 01, 2008

Diario de una puta humilde, cap. 5 La Lluvia

Diario de una puta humilde
Cap. 5 La lluvia

La lluvia trae oscuridad y algo de frío. Eso lo sabemos todos. Lo que muchos ignoran es que, salvo en aquellas contadas ocasiones en que la lluvia cae sobre los techos de zinc, trae también la guillotina del silencio.

Gustav dejó mucha lluvia en Coamo estos días. Y el silencio me come porque he decidido no salir de la casa.

Si me pongo a contar las paredes de mi hogar, llegaría a la conclusión numérica de 29. Pero en resumidas cuentas, son 4, siempre han sido 4, y en ellas he escogido mi propia celda. Soy sólo yo y mis pensamientos, el recuerdo de cada uno de mis errores, mis faltas y yo.

Jerry me invitó a San Juan el día de hoy. Me pregunto si su invitación sugiere acaso el asomo del perdón. Pero me negué. No lo merezco todavía. No quiero su perdón sin haberlo sudado.

Llamé a Karen inmediatamente después. Mi mejor amiga me dijo: “¿Cuándo será el día en que te vea feliz?” Le contesté que no sabía. Las putas no se merecen ser felices, pensé.

Hace un rato, llamé a Jerry por teléfono para decirle que nuestro perro, Miroku, no tenía comida. Me dijo: “Mi amor, ya voy de camino”. Ya me está diciendo “mi amor” otra vez. Me pregunto si habrá sido la fuerza de la costumbre. No hubo silencios extraños. La conversación continuó con fluidez. No sé qué pensar.

Quisiera salir afuera y unirme con la lluvia, evaporarme con el ciclo del agua universal, y caer suicida desde arriba. Eso me gustaría que hicieran con mi sangre cuando muera, porque yo no resido en este cuerpo lleno de pensamientos, faltas y defectos, sino en mi sangre. Soy un ser de agua, lluvia y silencio.

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