El olor entre las piernas
Cap.
Los comics o el futuro de la literatura
Debe ser que me estoy cogiendo un break de la supuesta “literatura de verdad”, que por cierto, no creo que en ella; porque los últimos tres meses he empezados a leer libros, y los he dejado quietos en el escritorio, atados con bookmarks donde me quedé. Así me ha pasado con Siddharta, Historias de cronopios y de famas, Reservation Blues, Fracatán de tirabuzones, Los jardines secretos de Mogador, Gaijin y Septiembre. Los he dejado porque me he interesado en las novelas gráficas de Vertigo. Desde que leí la épica de Sandman, de Neil Gaiman, no se me ha pasado la fiebre, especialmente desde que salió la película Constantine, basado en los comics de Hellblazer que son los que estoy coleccionando ahora mismo, cuyo personaje principal hizo su primera aparición en Sandman. Esto es lo genial de estas series. Los personajes pueden ser cualquiera de nosotros, en un solo universo visto desde focos distintos, pero relacionados, donde las relaciones se dan a través de cameos de personajes de una seria a otra. Me parece grande y muy bien hecha la serie de John Constantine, un rubio inglés que siempre viste con gabardina amarilla, que es brujo y mago (hay una diferencia entre ambos términos, por eso no se escriben igual), y que se la pasa cazando demonios, mandando a los ángeles al carajo, y huyendo de Dios y del Diablo (este último siendo en realidad un triunvirato entre Lucifer, Beelzebub y Azazel, triunvirato que existe también en Sandman). Es un mundo en el que me gustaría vivir, en realidad, aunque sea en cuartillas. Lo cual me lleva a las traducciones del término comic en otros idiomas.
En italiano le dicen fumetti, porque las nubecitas de texto parecen eso, humo. En francés le dicen un frío bandes dessinées, término que no me agrada para nada. En español le dicen paquines, lo cual me parece muy pintoresco. En Japonés es manga, con la cual me he obsesionado en los últimos años. Pero la traducción que más me tripea del género es la portuguesa: historia em quadradinhos. Eso mismo. Vivir en cuartillas.
Si alguien hiciera un comic sobre mí (eventualmente lo haré yo mismo, ya que me encuentro incursionando en el género, en ese y en el graffiti, pero no se lo digan a nadie), creo que me gustaría salir desnudo en cuatro o cinco cuartillas. Pero de espalda, porque creo que la mejor parte de mi cuerpo son mis nalgas. Lo que en inglés llaman un “bubble butt”, algo muy apreciado en los círculos queer. Me gustaría aparecer con un “sidekick” al estilo manga, uno de esos peluches/muñequitos/animalitos-extraños que aparecen a menudo en los cómics de Japón, el mejor ejemplo siendo Pikachú, ustedes ya saben de qué serie, espero no tener que decirlo. Creo que mi “sidekick” se llamaría Hatsumono, como la geisha villana de Memorias de una geisha, que sí la leí, aun siendo una novela no-gráfica. Sería una carita alegre amarilla, pero bien a lo japonés, como en los anuncios de “Adult Swim” de Cartón Network, que me tienen fascinado porque enseñan fotos de lugares de Japón y lo que se está haciendo allá con el arte del graffiti.
Creo que he divagado mucho entre géneros. Es hora de decir a lo que vine. El comic debe tomarse en serio por muchas razones. Entiendo que, siendo un híbrido entre el arte plástico y la literatura, debe entenderse como tal: un género reciente y nuevo, pero con todo el peso y la solidez que se merece, digamos en gran género de la poesía, o el de la escultura. Otra razón es que el comic se me antoja como el futuro de la literatura como tal. Si Rubén Ríos Ávila llega a leer esto, me da con la laptop en la cara, asimismo Mara Negrón. Pero creo que Malena Rodríguez estaría de acuerdo conmigo. Piénsenlo. Nuestra cultura es cada vez más visual. Vamos por ese camino, y no tiene vuelta, salvo cuando en un futuro la gente se harte de la cultura visual y retorne a las letras inilustradas, aquéllas que tanto me enamoran también, por ser de lo que se trata la verdadera magia y brujería (ojo, que no significan lo mismo, por eso no se escriben igual): ver las imágenes entre letras, entre palabras; las acciones entre párrafos y diálogo. No puedo decir más: simplemente estoy enamorado de los géneros. De todos ellos por igual.
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