El olor entre las piernas
Cap. 19
Cólera
Nunca ha sido el silencio tan elocuente como en el día de hoy. Volví a hacer de las mías. Es que nadie puede entender que tengo problemas de anger management. Estaba yo en la parada de guaguas cuando una mujer se me acercó. Debí adivinar que era Testigo de Jehová.
-Buenos días, joven, -me dijo, a lo cual no contesté, porque simplemente no me dio la gana, no había dormido bien, y cuando no duermo bien me levanto con una sintomatología imposible. –Joven, me gustaría dejarte este tratadito, que habla sobre el Paraíso y el Nuevo Orden de Cosas que traerá Jehová…
-No me interesa… -le respondí sin tan siquiera mirarla a los ojos, ¿para qué mirarla, si todas las caras testigos se me parecen en esta ciudad?
-¿No? –preguntó ella muy sorprendida, para luego decirme, con tono excesivamente dulce y paternalista: ¿No te interesa que te hable de Dios? –como queriéndome ponerme en mi lugar de joven oprimido por los mayores, porque a los mayores siempre hay que respetarlos, aunque no se ganen nuestro respeto. “Pues bien”, dije dentro de mí, “aquí tienes David Caleb, la oportunidad perfecta para desquitar tu furia”.
-Usted lo ha dicho, no me interesa. Tengo mi propia religión.
-¿Ah, sí? –preguntó nuevamente, sin darse por vencida, como toda buena Testigo de Jehová. Tengo que reconocérselo a la hermana, sabe ser persistente. -¿Y qué religión es esa?
-Por supuesto, a usted eso no le importa. Pero si tanto quiere saber, soy budista, -dije, mintiendo en gran parte, a sabiendas de que el budismo es una de las religiones para con la cual están menos preparados los Testigos de Jehová, en el sentido de cómo bregar con ella.
-Pero, fíjate joven… -nuevamente con el tono paternalista.
-¿Sabe usted qué? –le grité. –¡Yo no creo que usted entienda español! ¿Entiende usted español? ¡No me interesa! ¿Necesita que se lo grite más fuerte?
La mujer no volvió a hablar, y nuevamente pude hacer el viaje de regreso a mi silencio elocuente, ante la mirada atónita y silente de los que estaban en la parada de guagua. Estoy seguro de que la testigo no volvió a tratar de predicarle a nadie más, pero asimismo noté cómo mi rostro seguía enfurecido, rojo como el diablo mismo, cada vez sentía cómo años y años de rabia y furia seguían comiéndome por dentro, sin importar las sesiones de yoga solar y ejercicios de respiración pranayana, sin importar los campos verdes de florecitas amarillas, llenos de maripositas y tréboles verdes que me imagino cada vez que me veo en este tipo de situaciones.
En eso, aparece una guagua a lo lejos, que creo que es la mía, pero no puedo ver, porque hay un sujeto con una carpa por paraguas que se para frente a mi campo visual y me tapa el número de la guagua. Al carajo se fue el silencio elocuente.
-¡SALTE DEL MEDIO QUE NO ME DEJA VER EL NÚMERO! –le grité satisfactoriamente.
El elemento se asustó, cerró el paraguas y se salió del medio, mientras yo me imaginaba que lo ponían en fila con el resto de los nobles de la Francia caída, frente a Monsieur Guillotine. En fin, no era mi autobús. Meditación trascendental… OM… sa-ta-na-ma… repetía yo enmantrado para volver a mi silencio. El cual interrumpió una señora que quería que le dijera cuál era el número del próximo autobús.
-Es la A-3.
-¿Estás seguro? ¿No es la C-31?
-Es la A-3, eso es lo que dije, -respondí tan frío como un muerto.
La doña se volteó a donde otra tipa que estaba al lado de ella, y le hizo la misma pregunta, como si no confiara en mi palabra. Eso me prendió en candela.
-Señora, ¿usted cree que yo tengo ganas de joder? ¿Tan temprano en la mañana? Porque le acabo de decir que es la A-3. Si no va a confiar en lo que le digo, ¿para qué carajo me pregunta? ¿Usted tiene ganas de joder?
La doña se quedó algo pensativa. Creo que llegó a la conclusión de que yo tenía la razón, utilizando su propio raciocinio, lo cual me enfureció aún más.
En ese momento, sentí algo frío en mi pie izquierdo. Cuando lo examino, me doy cuenta de que mi zapato había amanecido con tres pequeños hoyos en la suela. Había llovido toda la noche, cosa que usualmente me hace dormir bien, excepto anoche, no sé por qué. Entonces sentí el agua de los charcos que se colaba hasta mi media. No llevo ni una hora despierto, y ya el día promete ser oscuro y pésimo. Luego preguntan en el periódico Primera Hora de hoy: ¿QUÉ NOS PASA PUERTO RICO?, a raíz de la hola de violencia que nos arropa últimamente (que no es nada nuevo, sino que recientemente ha sido más televisada, como la bofetada que Banchy le dio al productor de No Te Duermas, por la pendejada de Tito. Yo sé qué le pasa a Puerto Rico. los pobres estamos despertando y no estamos dando cuenta de que nos atropellan todos los días. Ante el atropello la violencia se justifica, pienso yo humildemente. Es por eso que entiendo tanto los revoluses que se dan en la IUPI. Y hay veces que se me presentan como justificados. A veces no, pero a veces sí.
Hoy es tanta la rabia y la furia que no quiero que nadie se me pare de frente. Estoy tan furioso que si fuera Dios, explotaría el mundo en mil pedazos y no sabría cómo volver a crearlo. Sería tanta la cólera que no tendría imaginación para hacer el mundo mundo nuevamente.
Tuesday, May 17, 2005
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment