Wednesday, April 27, 2005

El olor entre las piernas, Cap. 8 Psoriasis o Donnie Darko revisited

El olor entre las piernas
Cap. 8
Psoriasis o Donnie Darko Revisited


La psoriasis es una condición de la piel que la endurece, la torna callosa como escamas de sirena que cantan para que uno olvide que el mundo gira en realidad alrededor de uno y no al revés, como los demás piensan. Que se me perdone el delirio de esta muestra, porque quisiera estar hablando de la huelga en la UPR, de Nina Valedón, compañera escritora del taller de Mayra Santos-Febres, que destronó al presidente del consejo en una asamblea ilegítima, que nadie sabe todavía de qué lado está, dicho sea de paso; sin embargo, no puedo hablar de la huelga sin reproducir palabra por palabra mis ideales violentos heredados de mis panas los suramericanos. Es que lo que hace falta para que se acabe la huelga, y no sé cómo nadie lo ha propuesto hasta ahora, es eso: violencia. No de la irremediable, pero sí de la humillante. Que yo iría con un buena turba iracunda de panas estudiantes huelguistas y sacaría al Presidente de la Universidad, García Padilla, como cuando los cantantes de rock se tiran al público y éste lo sostiene entre muchas manos, así, para luego arrancarle la ropa y dejarlo desnudo en plena calle. Asimismo, llevaría par de latas de pintura en aerosol y le haríamos un buen body-painting graffittero. ¿Dónde están los revolucionarios cuando se trata de violencia? Eso es lo que exige esta huelga. Eso, o un paro general del país completo, a ver quién tiene más cojones y ovarios.

Alrededor de la psoriasis hay muchos mitos, uno de los cuales me parece sumamente interesante y se me antoja cierto: el psicológico. Dicen que a las personas a las que la piel se les vuelve escamas, es porque ya no pueden lidiar con un mundo que se les presenta como demasiado hostil para su supervivencia, pero no tienen los deseos, o lo que se necesita para suicidarse. Interesante. Sumamente interesante. Que cada día me parece que Puerto Rico retrocede. Cada día más quisiera terminar mi libro de cuentos Pobre Puerto Sucio. Pero no puedo, porque los cuentos no paran. Porque hay tanto qué decir de esta mierda de país, que sin embargo logra ser mucho más país que otros países, lo cual nos deja ver la hermosa situación del mundo. ¡Qué bello es todo! ¡Qué bella es la vida! Esto es un país triste. Yo propondría que por fin eliminaran la legislatura. Que la manden al carajo. Un pueblo con demasiadas leyes da la impresión de que su gente es indisciplinada. Que lo es, por cierto. Pero como vivimos en un mundo de imágenes, donde la primera impresión es la que cuenta, podríamos usar eso, en vez de ir en su contra, para comenzar a dar la impresión de lo completamente opuesto, a ver si así empezamos a creérnoslo y lo ponemos en práctica.

Que lo que pasa es que a una de mis personajes le dio psoriasis en un cuento. Porque había sido abusada y no podía bregar con el mundo. Cuando yo tenía cuatro años fui abusado sexualmente. No por un sacerdote. Pero sí por un conserje, los nuevos “underdogs” pederastas. No sé si tenga ganas de reproducir la escena aquí. Puede que me salga erótica y eso no era. Lo haré de todos modos, aprovechando que tú, querido lector, has llegado hasta aquí en la lectura de tan desorganizado y repugnante columna sobre la ciudad de San Juan. Le pedí permiso a la maestra para ir al baño un buen día, cuya fecha he olvidado, porque realmente no importa. Entre a uno de los cubículos y comencé a orinar. Como no había nadie y en realidad me estaba haciendo encima, dejé la puerta del cubículo abierta. Entró uno de los conserjes de la escuela, cerró la puerta tras de sí (al parecer había escuchado el sonido de un chorro), y buscó el cubículo donde yo estaba. Cuando terminé y me volteé, él ya estaba allí, con su miembro al aire, erecto, y su asqueroso y repulsivo olor entre las piernas. Yo me quedé paralizado. No había tenido ninguna charla preventiva al respecto con mis padres, porque en mi casa Testigo de Jehová, el sexo estaba prohibido sobre la mesa, así como la pederastia y la masturbación. Que cuando en el Salón del Reino se hablaba de ello, lo tocaban por encima, sin dar muchas definiciones, que todos los adultos asentían con la cabeza, y los niños nos quedábamos brutos, sin realmente entender un coño. El tipo estaba allí, y mi boca comenzó a temblar bruscamente, los nervios haciendo chocar mis mandíbulas más rápidamente que una bailarina de flamenco con sus castañuelas. El conserje alargó su mano y me abrió la boca a la fuerza. Luego me introdujo su miembro hasta la garganta, sin ningún tipo de consideraciones anatómicas, propias de mi edad. Cuando no pude succionarlo y comencé a llorar del pasmo y del dolor en la garganta, el hombre me propinó una bofetada, que viniendo de él, y aterrizando en mi cara, era demasiado. Volvió a introducir su miembro, y lo empujaba hacia dentro de mi garganta, mientras mis quejidos lacrimosos comenzaban a ascender de volumen. Para cuando se vino la primera vez, en mi garganta, provocando vómitos inmediatos, me propinó un puño al estómago que me tumbó de bruces al piso. Cuando recuperé el aliento, comencé a llorar cuando vi por primera vez la puerta cerrada, y al hombre, ya completamente desnudo. Me bajó los pantalones, y con su miembro todavía tieso, aún después de su primera eyaculación, me sodomizó, sin ningún tipo de consideraciones anatómicas, propias de mi edad. Mi madre dice que yo estaba destinado a ser más alto. Y mucha gente orientada dice que las violaciones pueden, de alguna forma interrumpir el crecimiento de un niño. El hombre me tapó la boca con su mano y múltiples amenazas al oído de que iba a matar a mi hermana, que estaba en la escuela conmigo, después de hacerle lo mismo que me estaba haciendo a mí, que él sabía dónde yo vivía, que iba a matar a mis padres, a mi perrito (que ahora pensando, ¿cómo pudo él saber que yo tenía un perro?), y que me iba a buscar toda mi vida para matarme. Y su pene que era como una navaja dentro de mí. Me viene de repente la imagen de la película Seven, de la escena en la que el villano obliga a un tipo a ponerse un aparato sadomaso con un cuchillo en la punta del pene, para matar a una prostituta a la que ha amarrado previamente con todos los cuidados requerido. Su pene me ardía adentro como cuando me corté el dedo pulgar pro primera vez en mi vida, tratando de abrir una lata de Chef Boyardee. Ardía, latía, me provocaba dolor cada embestida, pero trataba de gritar y su mano y sus amenazas me cubrían la boca. Debió haberse venido unas cuantas veces, porque sentía el calor de su semilla como erupciones muy por debajo de la piel, como cuando el magma hace que la tierra suba y cambie el panorama en un área volcánica. Mi cara y mis orejas debieron estar extremadamente rojas del dolor, porque en aquel entonces todavía conocía solamente el 50% de la humillación que viene con una violación. La otra parte estaba aún por ser atisbada a lo lejos. Cuando se detuvo, se puso la ropa, me recordó sus amenazas y me dijo que me vistiera, que me iba a esperar fuera del baño para él mismo escoltarme de vuelta al salón de clases. Vomité un poco más, pero me detuve, apretando bien los dientes (el mejor remedio que existe contra las náuseas y la bulimia), porque me dijo que si volvía a vomitar me lo metería de nuevo por la boca. Sé que estaba sangrando por el ano. Sentía las gotas de sangre bajar por as mangas de mi pantalón. El tipo me condujo al salón de clases, y le dio quejas de mí a la maestra. Que me había sorprendido en el baño orinando el piso y que me había dado una galleta, para que yo aprendiera. La maestra me haló la oreja y me sentó en mi asiento a la mala, dándome así, por fin, una excusa para poder bajar la cabeza y llorar tranquilamente. Nadie nunca notó las gotas de sangre. Puñeta, ¿Por qué nadie nunca las notó? Si estoy seguro que no eran de sudor. Nunca lo volví a ver. A veces me cuestiono si me lo imaginé todo como parte de la maldición pasada sobre nosotros de la Primera Escritora. Podría decir que me lo imaginé todo, y que esto es una burda mentira profesional con fines didácticos. Si no fuera porque su cara la tengo grabada en el cuero interno de mi mente. Si no fuera porque todavía hoy, veinte años después tengo pesadillas al respecto. Si no fuera porque a veces siento un odio horrible e incontrolable que no puedo explicar, dirigido hacia nadie en particular. Si no fuera porque hablar de mi violación me provoca una erección.

La psoriasis es una condición, cuyos efectos más fuertes se producen en los primeros 3 o 4 años de vida. Que ha habido casos en que la piel de ciertos niños se vuelve como roca y el niño muere asfixiado, o contaminado con su propio sebo y sudor. Que a veces yo daría lo que fuera por encerrarme de esa forma y que no me llegue el mundo, ni gente backstaber como Nina Valedón, Antonio García Padilla, Gladys Escalona de Mota, y la mayoría de la gente en el poder que nos tienen agarrados de las bolas y las trompas de Falopio.

Anoche volví a ver la película de Donnie Darko, uno de esos films como Fight Club, que puedes ver miles de veces y cada vez le encuentras algo nuevo, que nunca habías visto, aún si te sabes de lleno los parlamentos. Drew Barrimore estaba fantástica. El mejor papel de su carrera y quedó opacado por el 9/11. es todo una conspiración. Porque a veces he llegado a pensar que mis primeros indicios de psoriasis (ya de viejo, a los 24, casi 25 años), que mi violación, y la mala suerte en general, son causadas por la puta Ley de Murphy. Que me persigue como un vaticinio de carta astral natal. Que es preferible la desconexión total, ya sea física como la psoriasis, o psicótica, como la de Donnie Darko. Si la mente o la piel, cualquiera de las dos, no importa, que se torne callosa una o la otra, cualquiera es viable.

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