El olor entre las piernas,
cap. 45
Espiral dos: We're gonna burn this city o por qué duele tanto ver a mi madre después de un año y medio
Después de la fatídica conclusión de Justice League of America de Cartoon Network, he estado sintiendo el mismo vacío que me dejó la cancelación de la serie Carnivale de HBO. Y es que aunque han comenzado las clases en la Universidad, y gracias a ello, poco a poco Río Piedras vuelve a coger vida (para perdela nuevamente en navidades, porque esto sí que es un círculo vicioso), el vacío se siente con las amistades que se van y los familiares que regresan a la isla por algunso días, para causarle profundo dolor en alguna indefinida parte del corazón a uno. Case in point: mi madre hoy me dio la sorpresa de que había llegado de vacaciones a Puerto Rico, que me quería ver, abrazarme y apretarme los cachetes.
No sé por qué tuve que prepararme tanto mentalmente, debió ser el hecho de que cada vez que la veo su cabello está más blanco. Es eso, llevo 9 años viviendo en Puerto Rico, solo e independiente, sin ella; y aún así, si mañana se muere, no sé cómo podría vivir sin ella. Es un vacío mayor dentro de todos los vacíos que vienen iniciándome en esto de ser adulto desde hace diez años, con la muerte de mi padre, el Sr. Francisco Charles Acevedo Birgingham, a.k.a. "Big Frank". Es, diría yo, la culminación del vacío y los días oscuros en los que mi depresión me deja el efecto de literal oscuridad ocular, porque no es la lluvia, ni la amenaza de un otoño que no trae dominio ni reforma a esta isla, más bien es una tristeza manca, que te deja cojo, mudo sordo y por qué no, manco.
Anoche traté de ponerle algo de música a mi noche (hacía ya casi un mes que no escuchaba música por las mañanas, algo que se había tornado en ley antes de irme a trabajar a Santillana; de hecho siempre era con una buena dosis de Tori Amos). Lo único que tuve a la mana fue el disco de Franz Ferdinand. Tuve un episodio de extrema depresión cuando la banda comenzó con this fire is out of control, we're gonna burn this city, burn this city... Supongo que no estaba realmente en el mood para nada británico. Hay que ser más fuerte de carácter para ello. Supongo que es eso, realmente lo que me pasa, que me hace falta par de notas estridentes en la sangre, que creo fielmente que es, hasta ahora, lo único que ha mantenido al virus en check.
Mi madre me escudriñaba con sus grandes ojos, grandes no por tamaño, sino por jamás imaginé que tuvieran la fuerza de carácter que me faltaba, aunque debí siempre imaginarlo; mi madre, la blanca esclava, como ella solía referirse a sí misma, la que limpiaba baños de hospitales con guantes rojos, y bolsas rojas con ese extraño símbolo de biohazard; mi madre, la que me daba a comer de su cucharada si no había más comida para nosotros que la de ella; mi madre, cuyas lágrimas cuando chocó el carro una vez se grabaron para siempre en mí, porque eran lágrimas de qué bruta soy, choqué el carro y esto es lo único que tengo para ir y venir y poder trabajar, y qué voy a hacer ahora, no tengo con qué ir a trabajar, no puedo dejar a estos nenes sin comer. Mi madre, mi heroína.
Todavía no sabe que soy HIV+. Y prefiere no hablar sobre mi pariente. Ahora mis noches y días de oscuridad extrema los paso solo, porque la rutina de la bárbara Bárbara no me permite compartir más tiempo con él, tampoco me deja dedicarme más tiempo a mí mismo y a mis novelas. Deseo tanto, de alguna manera terminar con esto, pero entonces me llega el recuerdo de Michael, su vivo recuerdo con cabellos rubios con gel azul-violeta iridiscente, hablando con todos los que pasaran por el lobby de la Resi.
Esta ciudad está llena de fantasmas. Cada vez son más los amigos que se van, y la gente que no está realmente interesada en amistad de uno. Los amigos que se van son como superheor cartoon cancelados muy repentinamente, o como series televisivas sobrenaturales que entusiasman solamente hasta el orgasmo. En esta ciudad nada vale la pena leerse dos veces. Yo mismo soy un fantasma. Y nadie me leerá más de una vez.
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2 comments:
Me hiciste pensar en mi propia madre. En las veces que me arrepiento de las peleas, aunque yo tenga razón, pensando en que la quiero.
Ay mi nene lindo, que tremendo esto que has escrito.
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