Monday, December 19, 2005

El olor entre las piernas, cap. 63 Puerta ancha

El olor entre las piernas,
Cap. 63 Puerta Ancha

En la calle Paraná, justo donde termina la Urb. Río Piedras Heights, a mano derecha, hay una gasolinera abandonada llena de fantasmas. No me di cuenta de cuánto tiempo hace que está abandonada. Debe llevar tres años la hiedra que se la va trepando, la hiedra la monta, y la gasolinera se deja montar, como una mambó en éxtasis de vèves, loas y gallinas muertas. Dije hace tiempo que quería escribir un ensayo bien Sci-fi. Creo que se me ha dado la oportunidad.

La gasolinera, que sé que era una ISLA, se presenta como uno de esos espacios en la ciudad que no ve todo el mundo, un lugar de esos ofuscados, escondidos por la velocidad misma de los animales de ciudad. Me detengo en esa parada, la que le queda justo de frente, y camino hasta sentarme cerca de lo que antes era una bomba. Ni siquiera hay ratas, ni cucarachas, ni hormigas bravas con sus frágiles hormigueros. Exceptuándome, solamente respira una nada fantástica, como la que amenazaba con comerse a la tierra de Fantasía, la que todavía se puede accesar via The Neverending Story de Michael Ende.

Me siento allí, en parte esperando ilusamente que me coma la nada. Sopla un poco de viento, y de repente, las nubes confabulan para ponerse todas grises y provocarme un momento sublime. Saco mi libreta. Esto lo tengo que escribir.

Reviso el letrero con el precio de la gasolina. Este establecimiento lleva no menos de 3 años abandonado, pues al momento de cerrar, el letrero leía 35 Premium, 32 Regular. Me viene una pregunta a la mente, que lugo desatará muchas preguntas más, porque mi momento sublime no terminará aquí, en este abandonado punto de la capital. ¿Cómo fue el último día de trabajo de esta gasolinera? ¿Qué diablos pasó que se fueron y dejaron las bombas y hasta el precio en el letrero? ¿Cómo la pasaron los que trabajaron allí por última vez?

Decidí entrar a la ferretería que le queda cerca pero más abajo. Le pregunté a un señor que parecía estar congelado en el tiempo, genéticamente. No tenía ni una sola arruga. Su piel era tersa. Era un hombre sumamente guapo de ojos claros, pero su cabello estaba lleno de canas. Me dijo que esa gasolinera había cerrado en el 2001 (¡tanto tiempo ha pasado y ni me había fijado! Debe ser la ofuscación, el mero despiste), que él mismo fue gerente y procedió a contarme el último día de la gasolinera.

Sucede que el dueño la vendió de la noche a la mañana, a un matrimonio joven que pereció en un accidente de tránsito la misma noche en que le pagaron al hombre en efectivo. El accidente fue aparatoso. Un conductor ebrio se comió una luz y los partió por medio. A la mujer la reconocieron por la caja de dientes. A los empleados no le dijeron nada, sino hasta el último minuto, cuando llegó el jefe a decirles que cerraran bien cuando terminaran su turno, que “estos son sus cheques de liquidación y buena suerte en sus vidas, desde mañana esto es de otra gente”. Abrió la caja registradora ante la mirada completamente sorprendida del hombre joven de pelo blanco que hablaba conmigo, sacó el dinero hecho, el petty, cuadró la ATH y se fue sin tan siquiera explicar por qué no le dio a los empleados un plazo de dos semanas para que se consiguieran otro empleo. La gasolinera jamás reabriría.

Cuando me dijo todo eso sentí como se me erizaban los pelos, producto de haber descubierto algo que nadie excepto yo podía saber. Lo cual no es cierto, porque nada de esta bochinche es cierto. No hay tal hombre de pelo blanco, y la gasolinera nadie sabe qué carajo pasó con ella. Esa es sólo mi teoría, aunque es cierto que para escribirla, tenía que bajarme de la guagua.

Volví a montarme en la C-18, mientras un millón de preguntas me asaltaban la mente: ¿Cuántos cuadrados verdes, blancos, amarillos y menta posee la fachada del edificio nuevo situado donde antes estaba el Fondo del Seguro del Estado, en la calle que antes era la Ave. Ponce de León en ruta hacia Cupey? Porque ambos, el edificio y la calle han quedado innombrados. El edificio tiene una bonita fuente siempre encendida, pero no tiene título, y nadie sabe qué carajo es y para qué sirve ahora. Sólo queda su pasado. Próxima pregunta: ¿en qué momento la Ave. Ponce de León se dividió entre ésta, la carreterra vieja de Caguas, y la “viejísima”? ¿Cuántas gotas de lluvia tienen que caerme en el pelo para enfermarme, y por qué cuando me ducho no me enfermo, si gua es agua dondequiera que esté? ¿Es que el agua de lluvia tiene una composición química significativamente distinta que me produzca grandes cantidades de flema? ¿Cuántas estudiantes de intercambio tiene que pasarme por el lado con sus paraguas en Río Piedras antes de que saquen un ojo?

En mi CD Player, Mima me mima hablándome de una puerta ancha. Santo camino furtivo. Eso es lo que es Río Piedras, un camino lleno de elementos furtivos, escondidos, la ciudad per sé es eso, una ciudad no apta para despistados, obtusa y ofuscada. Una ciudad de ciencia ficción para miopes psíquicos que ven más allá. Antes no era así, y me pregunto si en el futuro, y aquí entra el cuestionamiento Sci-fi, tan necesario para la Sci-fi, Río Piedras y San Juan seguirán destapando sus lugares íntimos como criaturas heridas enseñando las vísceras. Antes no era así. Recuerdo cuando tenía cuatro años, par de meses antes de irme de Puerto Rico. Mi mamá me llevaba en guagua al Paseo de Diego. Todas las tiendas estaban abiertas. Había mucha gente y daba gusto ir a comprar allí. Ahora la mayoría de las tiendas cierran al poco tiempo para vender sus espacios a gente que montará otras tiendas que cerrarán a los tres meses. En los ’80, San Juan era más funcional. Pero ahora, estando tan desnuda, tiene más sentido.

Monday, December 12, 2005

El olor entre las piernas, cap. 62 Dog of the King

El olor entre las piernas, Cap. 62 Dog of the King


Sucede que las pesadillas parecen no terminar. Mis estudiantes de 4to grado se transforman en guerrilleros al mando del comandante Marcos, buscándome para matarme. Me despierto 5, 9, 12 veces en la noche, como gato pegado al techo, erizado, azorado.

Ayer decidí romper el ciclo. Humedece el corazón, David Caleb, me decía una y otra vez mientras meditaba, buscando vaciar la demasiada luz de adentro. Necesito oscuridad.

Tan pronto llegué del trabajo me acosté a dormir, arrullándome con la fantasía sexual de turno, de esas estilo knight/squire, en donde rescato a un muchachito desnudo de las garras de una bruja maligna que se transforma en dragón, muchachito que en el mundo real podría llevar el rostro de cualquier estudiante bonito de grado doce. Me lo llevo a caballo, sentado en mi falda, mientras lo voy penetrando con cada galope, muy a lo Como agua para chocolate. Nos detenemos en mi castillo, lo llevo a mi alcoba, y le hago el amor más profundamente, mientras observo su rostro blano ponerse rojo de la vergüenza al decirle que será mío por siempre, mi putita. Me vengo dentro y le doy un par de nalgadas. Luego lo abrazo y le digo cosas bonitas al oído que lo hacen sonreír y abrazarse más a mí.

Carta de reglas y derechos para fantasiosos sexuales

1. Tus fantasías son tuyas. No hay límite de temas, siempre y cuando se tenga claro que es una FANTASÍA. Algunos leerán esto y querrán tener sexo con mi caballo, en vez de con mi muchachito. ¡Son unos pervertidos!
2. Las fantasías deben ser en tres actos, porque si no, es fácil perder la concentración en los diálogos.
3. Los uniformes en las fantasías sexuales deben estar planchados y debidamente almidonados.
4. Los animales que participen en las orgías mentales no deben ser aves de ningún tipo, con la salvedad de gallinas dedicadas a algún loa, y deben estar inscritas con el vève ccorrespondiente; los mamíferos deben estar cepillados, los peces deben ser de agua dulce, y por nada del mundo se deben comer insectos. Las cucarachas no son admisibles.

Luego de levantarme, fui a Walgreens a ver si había algo interesante que ver. En el camino me dediqué a pensar sobre las palabras IRELAND y PEDANTE. N se me había ocurrido IRELAND significa LAND of IRE, o tierra de la ira, lo cual explica mucho del carácter de la gente que vive allí. Tampoco se me había ocurrido antes que PEDANTE viene de PEDO, que es la forma pipirisnais de decir PEO en América Latina y España. Así que pedante es alguien que se tira muchos peos. En medio de tantas divagaciones, vi a Kalman Barsy caminando hacia el mega party que se estaba formando en el redondel de Santa Rita, el de la calle Humacao, que no es más que el hueco más grande y cozy de Río Piedras.

Una vez en Walgreens, encontré los mismos fantasma y espíritus de cemento de lo que era el CUE, que siempre encuentro cuando entro a ese lugar. En las películas, alcancé a ver una western de Anne Oakley, la pistolera más rápida del mundo, según the Bride en Kill Bill, vol. 2. Me vi en la tentación de comprar el DVD, pero los motivos me fueron insuficientes.

Salí de Walgreens con las manos vacías y dejando al espíritu chocarrero del viejo edificio gritándome a mis espaldas. Mientras subía la Av.e Universidad, me llamó el reggaetón que salía del hoyo. Mis ganass de meterme aumentaron. Allí estaba Kalman Barsy, sentado en el banquito de arriba, observando a la gente desde su punto panóptico. Probablemente estaba haciendo algún estudio antropomórfico de la sociedad puertorriqueña. Porque es que dondequiera que haya reggaetón hay cosas que ver y escuchar, como por ejemplo, la Glory debe estar millonaria, porque ella le hace el backvoice a todos los cantantes de reggaeton que he escuchado hasta ahora. Dame, dame más duro… Papi, fulletéame el tanque que estoy empty… Dame más gasolina… esas son sólo tres piezas donde sale la cabroncita cantando, con tres raperos distintos. Moisés me contó su experiencia antropomórfica en el más reciente concierto de Ednita. Había mujeres y patos que no se sentaron nunca, cantando y actuando las canciones. Y es que a Ednita la escucha en este país la gente despechada. Y sólo hay dos grupos que caen en esa categoría en esta ínsula tan extraña: los patos y las mujeres. Tengo amigos patos que viajaron en manada desde Hartford sólo para verla. Y Moisés tiene panas que vinieron desde Nueva York en bandada.

El reggaetón me seguía llamando y en las de acercarme me encontré con Karen, mi amiga escritora que estuvo en el último taller de Mayra, y Beatrice, nuestra amiga israelí de intercambio, cuyo nombre verdadero es Zisa. Estuvimos bailando durante dos horas, ffumando cigarrillos que nos proveía Karen y grajéandonos mientras nos pasábamos el humo de boca a boca. Hacíamos sandwiches, mientras yo le culeaba a Karen y Zisa me culeaba a mí.

-David, I wanna fuck your virgin ass. –me dijo Zisa.
-Whenever you want, lassy. – le dije en mi mejor inglés con acento irlandés. But you buy the strap-on, eh?. –le repliqué, mientras a mi mente venían las palabras land of ire! Land of ire! Land of ire!

Después de un rato le pregunté a Zisa que significaba su nombre. Me dijo que “sweet”. Y me dijo que David significa “King”, y que Caleb significa “dog”.

-So you are the King’s dog! –me dijo ella se fumaba el último cigarrillo.
-Oh, honey no, on the contrary, I am the DOG OF THE KING.

Tuesday, November 29, 2005

el olor entre las piernas, cap. 61 Pena, penita pena, o la noche en que Rosalina y yo fuimos Sherlock Holmes

El olor entre las piernas,
cap. 61
Pena penita pena, o la noche en que Rosalina y yo fuimos Sherlock Holmes

Ayer, 29 de noviembre de 2005, mi vida cobró sentido, aunque por tan sólo media hora. Rosalina se apareció por mi cuarto, luego de dos semanas sin verla. Creo que la había traído con el pensamiento, porque tenía planeado dejarle una nota suicida debajo de la puerta de su cuarto. Antes nos dejábamos cuentos. No se lo dije, y probablemente nunca lo haga, pero la nota decía algo así:

“Lo más triste de todo, es que nunca regresaste de España. Siempre te voy a querer, en este mundo o en Oz,
DC”

He decidido que esas serán mis últimas palabras si algún día, por la razón que fuera, me administrasen la pena de muerte.

Rose y yo nos fuimos a Burger King, porque no podía dilucidar el por qué llevaba desde el domingo sin dormir. He tenido pesadillas. Sueño con gente muerta. Dentro de esta clasificación hay tres grupos: los muertos que se me han muerto que he conocido en mi vida (Reynaldo, mi padre, Sandy…), los muertos futuros que todavía están vivos (Mayra, mi pariente, Moe, Juancarlos, mi hermana, mi madre…), y los muertos que nunca conocí, pero que se que están en el pasado de mi sangre (mi abuela británica que murió veinte años antes de yo nacer, mi tío gay que murió de SIDA…). Todos han estado apareciendo desde el domingo en la noche.

-¿Qué crees que sea esto? –me preguntó mi pariente por teléfono, inquiriendo seguramente sobre alguna explicación sobrenatural, ominosa y muy jugosa.
-No sé, honestamente NPI. Creo que necesito bajar presión por todos lados. Estoy en stress y ya se está viendo. No estoy escribiendo como antes, me cuesta trabajo leer y terminar un libro, cuando antes me leía cinco por semana. Me gusta mi trabajo de maestro, pero me chupa demasiado. Quisiera editar OZ y ponerme a traducirla al español. Hacerlo ya de una vez y dejar de estar posponiéndolo por vagancias mías. Pero no tengo ánimo. Creo que estoy pasando por la peor depresión de mi vida y creo que es hora de salir corriendo adonde un psiquiatra, qué sé yo, que me dé una pepa y enpastillarme por par de meses en lo que puedo bregar con mi vida.

Mientras se lo decía a Rosalina en Burger King, comenzaron a tocar canciones de los 80’s de fondo. Doy un puñetazo en la mesa y grito con ganas: PUÑETA, ¡ODIO LA MÚSICA DE LOS OCHENTA! Rosalina arqueó una de sus cejas, muy María Félix y me dijo que era todo un drama queen. Y le dije que sí, que con mucho orgullo. Nos fuimos de allí, y al caminar de regreso a la Resi, fue que las vimos: un montón de cruces blancas con paños negros y nombres escritos en rojo. Nos estuvo curioso, porque el primer nombre leía SPENCER GOODMAN. Rings a bell…

Me dio con sacar la libreta del bultito gris y negro con el que siempre ando, incluso a la escuela donde trabajo, por aquello de que me dé con escribir algo. En el próximo poste había otra cruz. Leía: DAVID HICKS. Rings too much bells…
A Rosalina le pareció una propuesta artística, especialmente cuando vimos que en cada poste de luz había una cruz con un nombre distinto: RANDALL HAFDAHL, TRACY HOUSEL, TUAN NGUYEN, DANIEL ZIRKLE, MARILYN PLANTZ, CHARLIE LIVINGSTON, WALTER WILLIAMS, JESSE DE LA ROSA, GARY LEE DAVIS… El último que verificamos, cuando llegamos desde la Resi hasta el puente que cruza la Ponce de León por encima de la Ave. Central fue el de MICHAEL EUGENE SHARP.

-David, esto debe ser algo en contra de los soldados muertos en Irak.
-O puede ser recordando a gente muerta. Es que Rose, tres o cuatro de estos nombres me suenan demasiado. Los tengo en la parte de atrás de la cabeza. Me suenan demasiado familiares.
-Ay, David. Me siento como Sherlock Holmes.
-Yo también y eso me asusta, pero está cool porque por lo menos por media hora, mi vida ha cobrado sentido.
-¿Los buscamos en Internet?
-Me leíste la mente, eso mismo.

Sucede que las últimas palabras de Randall Hefdahl fueron las siguientes: "All I want to say, I love you. Approximately 28 years ago, I remember looking down at a bassinet. I saw an angel. I am looking at her right now. I love you Colleen. Let's get going. The road goes on forever and the party never ends. Let's rock and roll. Let's go Warden. Me and you, all of us. Remember Wet Willie. Keep on smiling, keep smiling. I love you. It's on the way, I can feel it. It's OK baby, we have a party to go to." Luego de esto, le aplicaron la inyección letal el 31 de enero de 2002.

Se me heló la piel cuando hice semejante descubrimiento. No quedó allí. Su última cena consistió de "A Chef salad with ranch dressing, double meat cheese burger (all the way), French fries, ketchup, and a chocolate shake."
Las palabras de Spencer Goodman fueron las siguientes: “To my family, I love them. To Kami, I love you and will always be with you. That’s it Warden.” Spencer fue ejecutado el 18 de enero de 2000 por inyección letal.

David Hicks es un australiano, capturado en Afganistán, acusado de conspirar contra el gobierno americano como miembro convertido a un grupo Talibán. Hace tres años espera la llegada de su ejecución detenido en Guantánamo Bay. Sus últimos pensamientos antes de su captura pueden ser accesados en http://blogs.salon.com/0001186. El penúltimo es escalofriante.

Tracy Lee Housel sonrió y miró con intensidad al carcelero, para luego recitar el salmo 23, y 2da carta a los corintios, cap. 5 versículo 17, que dice: “se ha ido lo viejo y ha llegado lo nuevo”. También se disculpó con la familia de la mujer que había asesinado, Jean Drew. Luego lo inyectaron el 12 de marzo de 2002.

A Marilyn Kay Plantz la inyectaron el 1 de mayo de 2001, por haber conspirado con su ex novio de la infancia para matar a su marido cuando éste llegara de su trabajo a las tantas de la madrugada, mientras ella y sus hijos dormían; para luego ella despertarse y ayudar a su ex a cargar el cuerpo hasta un lugar apartado donde le prendieron fuego para deshacerse de la evidencia y cobrar el seguro de vida. No encontré sus últimas palabras.

El relato de Jeff Emery fue uno de los que más me estremeció: In a very brief statement, Emery expressed love to a female friend who watched through glass a few feet away.
"You know how I feel about you," he said. "Take care of yourself. That's all I have to say."
As the drugs took effect, Emery gasped twice and exhaled deeply before he stopped moving.

Casi me sentí como esa mujer de quien se despidió. Tuve la imagen y pude vivirla en piel y carne fría.

Charlie Livingston fue el que más me impresionó. Sus últimas palabras fueron, y traduzco: “Todos ustedes me han traído aquí para ejecutarme, no para dar un discurso. Eso es todo”. Todavía no sé por qué fueron las más impactantes para mí.

Entre site y site conseguí un blog de un tal Mookie. Dejó de escribir en julio del 2005, y en su blog aparece un poster del musical de Broadway WICKED, basado en la novela de Gregory McGuire, que curiosamente es una revisión genial de El Mago de Oz, desde el punto de vista de la Wicked Witch of the West. Es una historia que apesta a Holocausto y que curiosamente, desde el principio, se siente como una sentencia de muerte hacia ella.

En el blog, encontré cinco entries que no voy a compartir en este espacio. Los mismos pueden ser accesados a través de un search cualquiera. Es el único bloguero que se llama, o llamaba Mookie. En esos entries, Mookie discute los cinco tipos de ejecución a través de la historia: la horca, el paredón, la cámara de gas, la silla eléctrica y la más reciente invención: la inyección letal, que es la única legal en Texas y Oklahoma, estados donde la pena de muerte es alarmante y escandalosamente común (en lo que lleva de año, más de 14 personas han sido ejecutadas). No dudo que TODOS ELLOS, se lo merecían. Pero de repente, se me ocurre que en un país donde la taza de pena de muerte es tan alta, es un país con GRAVES problemas que su misma sociedad no quiere admitir. Por eso no quiero la pena de muerte en mi país, porque admito que en Río Piedras hay un violador suelto que ha atacado a más de 17 mujeres y que DEFINITIVAMENTE se merece la pena. Admito que en mi país hay maridos abusadores que se merecen algo peor que la muerte. Y precisamente porque admito que mi país tiene GRAVES problemas, por eso mismo, no quiero la pena de muerte. Invito a quien sea a que me diga en la cara que soy un idealista de mierda, y que luego me la escupa. A esa gente tengo unas palabras sacadas de boca de Gandalf, de The Lord of the Rings: “Many people alive deserve to die, and many dead people deserve to live… Can you give them that, Frodo?” Y después hay quienes se atreven a decir que el género de la fantasía es una pérdida de tiempo, que no es “high literature” lo que sea que eso es.

Lo más que me llamó la atención de Mookie fueron estas palabras, y cito: “I do have a set of beliefs that I hold firm. I have to have them, other wise there is no point in living. Among my beliefs is the belief that all Dead should be remembered. Maybe not with a kind heart, but remembered all the same. You see if there is such a thing as a Soul, as I believe, I don't think it can stay intact with out someone remembering them. For example, lets take one of my convicts. Saturdays will be a good one, Bridge. Bridge may very well be in hell, good. But he will only remain in hell for as long as someone remembers him, and his deeds. Once he is forgotten, his soul will dissipate, and the 'Particles' (lack of a good word) will be used, with other particles, to form a new soul. Therefore whatever divine being creates souls will never run out and no one will have to go through what Rosemary did.
That is one thing that I believe. Call it odd. Call it crazy. Call it whatever you like. But its me. Its my Riffic. My thoughts. With out my own thoughts I wouldn't deserve the title Mookie Riffic.”

Cuando Rose y yo nos encontramos con Luis, mi vecino del piso 5, nos enteramos de que las cruces son parte de una propuesta en contra de la pena de muerte en Puerto Rico, que llevará mil cruces con mil nombres de gente en death row, o que han sido ejecutados ya, que irá por toda la Ave. Luis Muñoz Marín y la Ave. Ponce de León hasta el Capitolio. Al enterarnos, me sentí bien conectado a Rose, porque fuimos Sherlock Holmes, y nuestras vidas cobraron vida por par de horas.

Eso fue anoche. Esto es hoy. Moe me llamó que estaba por el vecindario y que me esperaba en la Tertulia. Me dijo que quería ir al cine a ver CAPOTE. Le dije que sí, no sabiendo que la película debió llamarse EL SUICIDIO LITERARIO Y REAL DE TRUMAN CAPOTE.

La película cuenta el momento en que Capote recorta una noticia de periódico sobre un asesinato en Kansas City. Desde ese momento, Capote viaja para entrevistarse con todas las personas que de alguna u otra forma habían sido víctimas de semejante tragedia. Eventualmente se dio cuenta de que ESE era el libro que tenía que escribir, para el cual había nacido, el libro que cambiaría el curso de la escritura futura para siempre, ya que sería el inicio de la novela nonfiction, que le ganó el galardón del escritor más importante de la historia de Estados Unidos. Pero el libro no estaría completo hasta que él lograra convercer a Perry Edward Smith, uno de los autores de la masacre, de ascendencia nativo-americana, de que le contara qué fue lo que exactamente había sucedido ese día. Durante los casi cuatro años de insistencia de Capote en que Perry le contara el cuento, Capote desarrolló una amistad con el preso, y hasta le pagó abogados que hicieran lo posible por agotar los appeals y extender la vida del confinado hasta sacarle los sucedido. Cuando finalmente lo logra, el libro está completo, pero Truman queda destrozado para siempre, pues como precio a pagar por haber fingido ser amigo del condenado para sacarle la información, lo ve mientras es ahorcado. Truman Capote terminó su libro, cuyo título IN COLD BLOOD, se traduce al español como A SANGRE FRÍA, y que está publicada bajo Anagrama. Capote nunca volvió a escribir y terminar un libro después de ese. Murió a consecuencia del uso y abuso del alcohol, en 1984, cuando este servidor apenas tenía 4 años de edad.

Yo como Mookie, creo que a los ejecutados hay que recordarlos. Con todo lo que eso implica. Yo los tengo albergados en mi OZ. Así como tengo a Capote bien adentro. Especialmente a Capote, que por querer dejar una huella en la historia se suicidó literariamente.

Friday, November 18, 2005

El olor entre las piernas, cap. 60 Sueños de pierna rota

El olor entre las piernas,
Cap. 60
Sueños de pierna rota

Escribir ya no se trata de escribir, sino de cuántas conexiones puedes hacer por minuto. Moe, mi hermano mayor, se fue para Rwanda y me tiene preocupado. No hace mucho me dijo que la primera vez que fue a África le impresionó la miseria hasta el punto de determinar que el mundo entero literalmente se olvidó de África. Lo cual me acuerda que San Juan y Puerto Rico entero se olvidaron de Río Piedras, que cada día se parece más a Boston, que siempre está en construcción, ciudad inacabada.

Me caí en Río Piedras y me lastimé la rodilla. Todavía no se si sabe si es el menisco y hay que operar. Me lo dirán hoy, cuando cojee hasta el casco de Río Piedras, pequeña ciudad incompleta, para buscar las radiografías. Yo mismo soy una pequeña ciudad, inacabada, incompleta.

Río Piedras poco a poco vuelve a ser lo que era antes, en los tiempos en que nací. Ahora, con la reconstrucción del cine Paradise, imagino que tendrá la vida nocturna que se merece, la que tenía antes. Eso, si el violador errante lo permite.

Anoche Rosalina me dijo que no puede seguir escribiendo "El orgasmo de las orquídeas" conmigo. La tesina, su clase de CIFI, la de francés y la de literatura medieval la tienen seca. Hablando de literatura medieval, no puedo dejar de establecer un paralelo entre mi amiga la medievalista, y la relación entre Mayra Santos y su amiga Aurora Lauzardo, la medievalista. Volviendo a nosotros, yo mismo tengo la tinta seca, aunque poco a poco, como mi Río Piedras, humedezco mi corazón. Le dije a Rosalina que se fuera de vuelta a España. De todas formas ella sigue allá, aun después de regresar a Puerto Rico.

Cojeo por Río Piedras, pensando que caminar por estas calles es como acelerar detrás de un hombre que de lejos parece bello, acelerar para alcanzarlo y verlo, para darme cuenta de que es uno más del montón.

Anoche soñé que estaba tullido, que me faltaba la pierna derecha. Soñé con un deambulante que se pasa en la nueva placita de Río Piedras, la que queda justo frente al viejo cine Paradise. Le dicen Rafa-Sin-Piernas porque está en silla de ruedas. Si le preguntas te dirá que las perdió en la PRIMERA Guerra Mundial. Si le preguntas su edad, te dirá que tiene 24, aunque parece de 42. Esto me acuerda que Moe me dijo que cuando volvió de su primer viaje a África, no podía concebir que persona alguna se quejara de nada. Tiene razón. Pero me duele la pierna. Y por primera vez en mi vida, soy tábula rasa. Estoy en blanco, y soñando sueños de pierna rota, en los cuales me tiro al piso del dolor, a gritar y a hacer un show, mientras Rafa-Sin-Piernas me mira con una ceja arqueada.

En este momento no sé si realmente soy escritor. Aunque para ser honesto, no sé hacer otra cosa. Quizás escribo para acabar lo que tengo inacabado, para darle barniz a lo estrujado, para sanar mi pierna, para devolver el estado de VIH- a mi templo, para darme el gustazo de la niñez que no tuve, para completar a todos mis amigos que sienta incompletos, para completar y reinventar mi Río Piedras... para darle un final, aunque no sea feliz, a mi mundo.

Thursday, November 17, 2005

El olor entre las piernas, cap. 59 En la guagua fantasma

El olor entre las piernas
Cap. 59
En la guagua fantasma

95-095. Esa guagua, que a veces es C-18, otras tantas B-28, es una AMA fantasma en una cudad con demasiados límites. Te montas en ella, y no importa si es a las 6:14 o a las 7:24am, si llueve o está soleado, las gotas caen a chorros del techo por ambos lados. Tienes que sentarte siempre en el medio.

Un nene de 7 años con una camisa y peinado de Chicken Little comienza a gritar "todavía!". Es que la guagua está llena, y los que estamos de pie (yo, con una rodilla rota), esperamos alertas y ávidos por un asiento, mientras esquivamos los chorros de agua; el nene grita "todavía!", mientras se escurre por el gentío de pie, y escurre también a su abuelita, tratando de llegar a tiempo a la puerta trasera, porque con tanta gente el conductor no puede verlos, a él por mico, a ella por la osteoporosis. "Todavía!" sigue gritando mientras yo me pregunto si puedo seguir escribiendo este libro. "Todavía!", vuelve a gritar, ya casi en la puerta. "YA!" vocifera finalmente, justo al salir, antes de que le caiga una gota en la frente, provocando la risa de los presentes.

Logro sentarme y descansar la rodilla. Abro mi pequeña sombrilla para desviar el chorro que me cae inmisericorde. La gente me mira mal. Es de mala suerte. Sobretodo en una guagua fantasma.

Espejuelos nuevos. Rodilla rota. Ayer me compré unos lentes nuevos. La receta me mareó. De 125 a 250, ambos ojos. La miopía ha progresado. No quiero terminar como Wandita la budista. Esa suena a la nueva novela de Ángel Lozada. Conmigo sería "No quiero terminar ciega y vacía".

Ayer me mareé y me caí de culo. No me di en la rodilla, pero me la jodí de todas formas. Espejuelos nuevos y todavía estoy mareado. Los chorros cayendo y todavía me pregunto si puedo terminar este libro. 30 días en lo que me ajusto a la receta. 30 días a ver si se me pasa el mareo. 30 días de guaguas fantasmas y chorros cayendo. Más personas abren sus sombrillas dentro de la guagua. 95-095, ese es su número.

Wednesday, November 02, 2005

El olor entre las piernas, Cap. 58 Con la pesetita haces magia

El olor entre las piernas
cap. 58
Con la pesetita haces magia

Esperaba la B4, mientras la Ave. Ponce de León se pintaba de turquesa ante el reflejo del sol rebotando del ventanal de cristal del nuevo complejo Plaza Universidad. La AMA llegó y me pregunté si recordaría el camino antes andado hacia Santillana.

Al montarme y como de costumbre en todo lugar, me senté en la parte de atrás, la que siempre está reservada para los elementos extraños y oscuros de la ciudad. En ella, tres tecatos y una tecata limpios (recién bañados y acicalados según ellos mismos) hablaban libremente sobre los beneficios del programa de metadona; y compartían muy amigablemente con una joven madre, su hija mayor (que vestía falda a cuadros y polo blanca: uniforme de 6to grado), una nena menor que jugaba con una botella de Powerade Fruit Punch congelado, y un varoncito de no más de tres años, a quien la hermana mayor tenía en su falda y a quien le enseñaba a leer de su propia libreta, mientras la madre atendía una llamada al celular.

La niñita abrió la botella de Powerade Fruit Punch y el nene se antojó del jugo.

-Chica, yo me endiablo! Tenías que abrir el jugo frente a éste? Ahora se va antojar. Hazme el favor y guárdala!

A continuación, la hermanita menor le devuelve la botella a la hermana mayor, quien gaurda la libreta en su bulto, abre la botella y le da un poco de jugo a su hermanito.

-Ya! Más nada. - le dice mientras le da un besito.

La madre sigue hablando por el celular. Una llamada importante. Pero no le quita el ojo a su hija mayor, mientras dibuja en su viso una sonrisa de profunddo orgullo. Uno de los tecatos le dice a la niña que ella ya es toda una madre, mientras abre una cajita de Dentine Strawberry Fiesta y comienza a repartilos sentr los tecatos, la tecata, la niña mayor, los dos hermanitos, la madre, y este servidor. Y los niños toman el chicle sin miedo a que fueron entregados por un extraño. El viejo proverbio de "no aceptes dulces de un extraño" no aplica nunca en la AMA, y muy bien, porque los refranes y proverbios traen más problemas que sabiduría popular.

Al fin llegamos a Centro Médico. La hija le dice a la madre que quiere unas tostadas. La madre le dice que no tiene dinero. La tecata (que había estado leyendo un libro de Vargas Llosa) le da una peseta y le dice: "Toma. Con la pesetita haces magia". Y en ese momento, cuando todos se bajaron, comencé a reírme ante esta situación tan demente.

Monday, October 17, 2005

El olor entre las piernas, Parte II, 57 Se busca violador en río Piedras

El olor entre las piernas
Parte II
Cap. 57
Se busca violador en Río Piedras

A todos aquellos que vivan eternamente preocupados por sus pájaras hermosas, atención. Hay un violador suelto por Río Piedras que ya ha atacado a 17 mujeres. Aunque lo cierto es que, si miran el dibujo que anda pegado por ahí en las tiendas del Paseo de Diego y en la Ave. Universidad, resultaría casi imposible identificarlo. Y es en esto que estriba esta columna.

Nunca he entendido bien la dinámica del bocetista que trabaja para la policía. Según innumerables episodios de Law and Order, la víctima va identificando características mientras el dibujante va haciendo su labor. "No, la frente es más ancha", deberá decir la víctima interrumpiendo la labor del artista, mientras éste se impacienta y comienza a borrar, preocupándose por la acidez del mismo, y cuántas dudas puede aguantar el papel. Me parecería un fastidio esa profesión. Yo terminaría mandando al carajo a la víctima, diciéndole algo así como: "¿Que no le viste la cara bien en 20 minutos que estuvo encima de ti? ¡No jodas!".

Pero creo que eso es de la boca para afuera. Yo mismo fui víctima de violación cuando pequeño. Creo que termino escribiendo esto, porque no sé quiénes fueron las desafortunadas 17 mujeres que cayeron presa de este desgraciado. Porque como no sé quiénes son, me parece que no tienen una voz que las represente, aunque sea una voz literaria. Porque sueño con un mundo en el que por lo menos, podamos hablar de esto sin que nos duela, sin tapujos, y sin murallas entre unos y otros. Porque hablando claro, las víctimas de crímenes sexuales deberíamos estar unidos, y nolo estamos.

En este tipo de casos, aconsejo a todos (as) aquéllos (as) que sean víctimas de ataques que le muerdan la ingle al agresor. Bash back! ¡Ojo por ojo, diente por diente! Cojan lo primero que encuentren, una piedra un palo, un bate, y súbanle un cuágulo de sangre al cerebro al que se atreva a agredirlos (as). Muerdan, escupan, hablen malo, amenacen, griten, arañen, pataleen, pero no se dejen bajar las faldas ni los pantalones, en cambio, sáquenle los ojos al muy cabrón violador. Hagan lo quepueda por no ser víctimas, porque una vez lo son, no hay forma de no serlo más.

Thursday, October 13, 2005

El olor entre las piernas, Epílogo Parte I

El olor entre las piernas
Epílogo Parte I

Después de varias consideraciones serias sobre todo lo que le falta a este libro, he decidido continuarlo. Sólo que si a algo pienso atenerme es que la ciudad ya no tiene culpa de mis desventuras.

Al día siguiente de mi perreta con el mundo, hablé con Rosalina. Era un sábado por la mañana. Fue difícil decirle que todo comenzó cuando se fue para España, recriminarle el haberse ido, para después pedirle disculpas por haberle dicho semejante burrada. Pero lo que más le dolió fue decirle que me hirió el que me dijera que yo quiero y amo a la gente mucho más de lo que me quieren a mí. Dolió por la veracidad de esas palabras.

Decidimos espantar el fantasma del drama yéndonos de compras por el Paseo de Diego de Río Piedras. Aprovechamos nuestro ataque dual de banalidad para recordar aquella vez que Loretta Collins nos llevó a la Plaza del Mercado como parte de su taller de escritura creativa, en busca de personajes y situaciones que narrar. De hecho, decidimos ir allí, al kioskito de Mrs. Batida, donde habíamos compartido una batida de guineo y fresa aquella vez, para darnos otra y meditar sobre la cualidad satánica de las patitas de cerdo y otras muchas consideraciones bestialísticas.

-Entonces mi madre es una bruja, -me dijo de repente. -Es que ella cocina mucho con patitas de cerdo.

Y es que de la manera en que colgaban las patitas de cerdo de los estantes salumeros, parecían yerbajos embrujados con aires de botánica. El hecho de que hubieran tantas botánicas y tiendas de cosas vintage cerca no ayudaba en nada a disipar la diabólica imagen.

Decidimos sentarnos en una de las mesas, yo a comerme un pedazo de bizcocho de limón de Sam's que no sé cómo dio a parar a la Plaza del Mercado, tierra de nadie congelada en el tiempo del siglo pasado. Ella se dedicó a beberse su batida.

-¿Te acuerdas de cuando comenzaste a escribir tu novela? Todo lo sacaste de aquí... ¿Te acuerdas de los personajes? ¿De cuando decías que iba a ser una trilogía?
-Rosa, todavía va a ser una trilogía.
-Yo me acuerdo cuando la comenzaste, que dijiste que la ibas a terminar en un mes y así lo hiciste.
-No hubiera podido hacerlo sin ti.
-Cierto es, que prácticamente la parimos juntos...

Nos referíamos a mi novela Celtic Knots, la cual eventualmente traduje como El Nudo Celta, y que está próxima a publicarse.

Revivimos el espacio verde en la Plaza del Mercado, ese espacio donde están las mesas que posee una luz verde gracias a un techo de vidrio que nadie se da cuenta que está allí, pero que le da una cierta magia de cómic al lugar. Fue ese verdor realmente lo que me hizo parir El Nudo Celta. Fue ese espacio también el que hizo que Rosa pariera Los Invisibles, su novela que comenzó conmigo y que estamos editando, el mismo espacio que me pidió continuar El olor entre las piernas.

Así que el espacio verde me llama para hablar un poco más de esta infame ciudad. De tan bella, chula y terrible que es. Y de lo mucho que la amo y a su gente. Si hay algo que he aprendido de todo este proceso es que a veces cuando pensamos que un libro está terminado, en realidad no lo está. No es que esto sea una lección tan profunda, creo que es lo más básico y tonto que se puede decir del proceso de escritura. Pero por básico y tonto, y tal vez clichoso, no deja de perder vigencia. Creo que la ciudad soy yo, que me habita como en el libro de la García Ramis, que me fluyen guaguas enteras y carnavales exagerados de dominicanos en Santurce por las venas, que tengo las paradas anuales de Halloween de patos y locas frente a Eros en el corazón, que queda mucho más por decir de la parada 15 que simplemente mencionar su pasado remoto de putas y ladrones, y que sobretodo San Juan es muchísimo más que una ciudad soñada, como en el libro auspiciado por el ICP, San Juan es un corazón latiente donde se concentra la vida. San Juan también es esa llaguita en el cielo de tu boca que sanaría si tan sólo dejaras de lamerla, pero simplemente no puedes. Y como no puedo dejar de lamerla, tengo que seguir escribiéndola.

Friday, October 07, 2005

El olor entre las piernas, Capítulo final de la Primera Parte, El olor entre las piernas

El olor entre las piernas
Cap. Final de la Primera Parte
El olor entre las piernas

A mi hermano Moisés Agosto


Este final me ha dolido demasiado. Lo he escrito ya cuatro veces y todavía no creo que me salga. “Escribe desde ese dolor, David Caleb, y serás un gran escritor”, palabras de Moe, mi querido Moe, mi amigo Moe, mi amante hermanito mayor Moe.

He decidido terminar este libro por tres razones. Primero, que estoy harto de culpar a la ciudad y al país, con todo lo jodidos que están, de la soledad que tengo pegada a la piel como alquitrán, como brea caliente que me come la epidermis lentamente, para que después un pendejo me vacíe un almohadón de plumas encima. Segundo, que este tratado, como todo libro de búsqueda, y éste no es la excepción, debe terminar frente a un espejo. Tercero, que ese espejo tiene nombre y se llama Moe.

A Moe lo conocí cuando se mudó para Puerto Rico hace mes y medio. Estaba muy ilusionado porque me había encantado uno de sus cuentos que aparece en una antología en la que salgo yo. Mis panas del taller de Mayra me lo presentaron en la librería. Y enseguida congeniamos. No diré los pormenores de mi relación con Moe, porque no vienen al caso. Lo único realmente importante, es que Moe y yo encontramos tanto terreno en común, desde el diagnóstico de VIH, hasta el de shingles; tantas experiencias compartidas, tanta similitud inmediata, que rápidamente nos dimos cuenta de que éramos un reflejo el uno del otro. Moe es lo que yo seguramente seré cuando tenga 37 años, y él me ve, y se ve a sí mismo cuando tenía 25, aunque siga pensando, por alguna razón que me evade, que tengo 22.

Para poder hablar de Moe, tengo que finalmente hacer lo que he estado posponiendo por tantos capítulos: ser honesto y hablar de mi familia. Los que me conocen saben que soy de Hartford, los que me han oído hablar inglés saben que tengo acento quasi británico (todo en mí es secondhand, ya deberían saberlo), pero pocos saben por qué. Mi padre era mitad puertorriqueño, mitad inglés, pero era un completo padre ausente. Él estaba allí solamente para decirme que no a todo lo que yo pedía. No puedes salir al parque porque es peligroso. No puedes jugar con el vecino porque tiene malas mañas. No por esto. No por aquello. No. No. No. Mi madre me amaba muchísimo hasta que finalmente me preguntó si yo era gay. Y es que no tuve un proceso de salir del clóset porque realmente nunca estuve allí. Yo era de esos niños precoces que siempre hacía dibujos de penes erectos detrás de la Biblia, del Cántico de Alabanzas a Jehová, en las paredes de los cubículos del baño, en las libretas que sabía que mis maestras iban a corregir, en especial la de ciencias, que era la de Mr. Jules, mi maestro de 6to grado. Tuvo que preguntármelo la buena de mi madre. Y tuve que decirle que sí porque siempre lo supe, aunque era Testigo de Jehová, me habían enseñado a querer a Jehová, y nunca había creído realmente en él. Era una doble vida que sé, ahora que lo pienso bien, que llegué a conciliar magistralmente en algún momento, aunque ahora mismo no sé, ni me acuerdo cómo.

Mi hermano mayor, Oliver, me rompió la nariz por ello. Y dos costillas. Eso fue a mis 14 años de edad. Ese mismo año me gradué de escuela superior, bien estofonamente. Durante ese largo verano cumplí los quince, y mientras pasaba el rito de hacerme hombre, curando heridas físicas y hemorragias internas, y a lo que esperaba que me pudieran remover los puntos de sutura, mi mamá me ayudó a hacer los trámites para venir a Puerto Rico a estudiar, tener beca y hospedarme. Fue lo último que hizo por mí antes de que ambos nos sumiéramos en un mutis que duró 4 años. Fue bueno que mi padre hubiera muerto el año anterior a todo esto. No creo que lo hubiera soportado.

Vine a Puerto Rico a estudiar y a terminar de hacerme hombre. Vine a ser libre y la libertad me hizo puta. Se me subió a la cabeza como se le sube la sidra a un bebé. Estaba solo y podía sacarle partido a la situación, así que hice de mi misión en la vida tirarme cuanto macho encontrara en los baños de la UPR de Humacao, y las duchas del Complejo Deportivo. Pero eso no fue suficiente, porque en Humacao casi no había ambiente gay. Así que por dos años completos comencé a autoflagelarme con la soledad, porque sabía que estaba solo en un país que me había visto nacer y crecer hasta los 4 años de edad, pero que se me antojaba foráneo, extraño y muy hostil. Humacao era hostil con el poco flujo de cultura que tiene la universidad, que en aquellos momentos era más una atalaya de pentecostales que un centro de estudios universales.

Hice lo increíble por mudarme a Rio Piedras. Para aquel momento ya tenía el “Buga”, mi carcachita gris (Mazda 323 1984) que me llevaba a todos lados. Junté la poca ropa y los muchos libros y me largué a la capital, haciendo el mismo pendejo recorrido que un siglo antes había comenzado la gente tan pobre como yo, que no tenía nada de culpa de terminar como personajes de una literatura tan estancada, insípida e infértil como la que dominaba en el país antes de la generación del 80.

No me mudé de inmediato a la Resi de adentro de la IUPI. En vez de ello, me mudé con un novio que no me quería para nada, justo al lado del pub El Ladrillo, al otro lado de la Ave. Universidad, cruzando la Ave. Muñoz Rivera. Se llamaba Héctor y era Wicca. Nunca olvidaré sus ojos azules. Bollocks! I’ve always been a bloody sucker for blue eyes. Y las orgías a las que me inició. Y todos los machos que nos tiramos juntos. Y todos los que se tiró sin consultarme, en nuestra maldita cama, que no era otra cosa que un trapo de caucho viejo lleno de cangrejitos de scabbies. Y todos los que me tiré yo en la Universidad a escondidas, porque es que siempre he sido una puta, y ya reza el dicho “once a whore always a whore”. Nunca olvidaré que el concepto entero del olor entre las piernas se lo debo a él, porque su sudor apestaba literalmente a vómito de perro y ropa de deambulante. Y se me hizo un olor demasiado familiar en Río Piedras, un olor que me perseguiría por siempre.

Luego de ello, sobreviví gracias a un amigo, que por cierto me tiré una noche, y nunca volvimos a hablarnos luego de ello. Después de aquella noche dormí en el piso hasta que conseguí un cupo en la Resi de adentro de la universidad.

Ese semestre me hice amigo de un muchacho que hoy odio con todas mis fuerzas, no tanto como a Héctor, pero Armando me gustaba mucho y soy tan puta que estuve ahí jodiéndolo hasta que me lo tiré. Entonces, me mandó al diablo, porque lo había hecho bajo presión y esa había sido su primera experiencia sexual. Entonces, me maldije a mí mismo una y otra vez, con malaspalabras puertorriqueñas, británicas, irlandesas y otras que venían a la mente en lenguajes extraños que todavía me acosan y me engañan diciéndome que son palabras en la Lengua del Origen. Me odié mucho ese semestre, y para demostrarme cuánto me tiré a más de ciento cincuenta hombres en los baños de la Universidad, porque como buena puta no me importaba si eran viejos, nenitos o gente de mi edad. A veces les pedía alguna aportación monetaria, cuando estaba bien arrancao. A veces pedía comida. No era fácil compartir un cuarto con cinco roommates, que muchas veces te comían la comida, te vaciaban la compra del clóset, que siempre dejabas con candado y lo encontrabas roto, tirado en el piso. Tan pronto pude, solicité cambio para Torre del Norte.

Entonces me odié más por querer hacer una familia de mis amistades. Si funcionaba en Queer as folk, ¿por qué no podía funcionar conmigo? Si después de todo, la verdadera familia es la que uno hace con las buenas amistades. La razón es simple: porque tanto karma acaecido por ser tan puta, me tenía que joder tarde o temprano. Y me refiero a que siempre he sido y todavía soy un buen pendejo. Todos, hasta mi pariente, me dicen que en una relación afectiva siempre hay alguien que ama más que el otro, y que en todas mis relaciones ese alguien soy yo. Pero, ¿qué culpa tengo yo de estar tan solo? Es ese maldito olor entre las piernas, que me equivoco al decir que me lo dejó Héctor, porque me lo dejó mi madre cuando nos despedimos en el aeropuerto de Hartford a finales del verano del 95’. Era un olor a viejo, a podredumbre asimilada, a alquitrán hirviendo cuando quema piel y carne humanas. Y a almohadón de plumas.

Moe me ha ayudado a verme en el espejo de sí mismo. ¡Qué mucho nos han jodido la mente con esto de las religiones! Él con su trasfondo Mita, y yo con el mío Testigo de Jehová. No es justo. Me enseñaron que las amistades son sagradas, que son algo místico que trasciende, y yo creo que él y yo somos los únicos que verdaderamente nos damos cuenta de ello. Nos enseñaron que el amor era divino, que era sacrosanto y que había que honrarlo, cuando fue el amor precisamente lo que me llevó a ser puta, porque el que se cree que puede tirarse más de dos mil hombres en diez años (puedo asegurar que por ahí va la cifra sin exagerar) sin dejarles algo de sí a cada uno de ellos está muy equivocado. Porque ahí está el verdadero pecado de ser puta: el alma se divide, y la gente se lleva hilos de ti que no puedes halar de vuelta más nunca, porque San Juan no es Grecia, y Río Piedras no es el laberinto del Minotauro, aunque parezca a veces que sí. Nos han jodido a mí y a Moe. Nos han abusado sexualmente de pequeños (cuando nuestros cuerpos aún no podían aguantar un bicho adulto en el culo), nos han metido el cuento de que nuestro VIH es castigo de un Dios mezquino del cual no podemos escapar, y sobretodo nos han dicho que no tenemos adónde ir y que estamos solos en esta maldita ciudad, que es tan linda y tan bella, tan chulita y tan tierna cuando puede serlo, llena de gente tan hermosa que no sabe que lo es, porque si lo supieran de nada valdría el concepto de ciudad. Nos ha sodomizado la ciudad a mí y a mi Moe. ¡Y puñeta no es justo!

Moe me hizo ver que doy más cariño del que me dan a mí, esperando más cariño en retorno, porque he estado tratando de tejer mi tribu con hilos de lana, mientras por otro lado la apatía de la ciudad se los come como la llama de un lighter. Como las garras de un gato que le gusta jugar con las bolas de hilo de lana, deshaciéndolas con coraje.

Estoy muy molesto conmigo mismo por ser tan estúpido. Por no entender que estoy solo y que la base de mi noble religión budista es dejarme el dedo en la llaga hasta morir; por no entender que el cariño hay que darlo y olvidarse de recibirlo, porque ese es el destino mío y el de Moe, aunque parezca ridículo. Porque los amigos se te van para España, para Texa,. Minessota, Princeton, y en el caso de Mara y Awilda, para quién sabe dónde. Y te quedas con tu propia mierda, con el olor entre tus piernas, preguntándote en qué momento del camino se volvió tan rancio, tan asquerosamente semejante a vómito de perro y ropa de deambulante.

Ya no hay rewind que valga. Ya tengo VIH, culebrilla, ya me dio tuberculosis y me di cuenta de que peor que esas tres está mi solo infierno solo. Once a whore always a whore. Eso es lo que te hace esta ciudad, o lo que te haces a ti mismo por sobrevivir en ella. Y eso es lo que seguiré siendo, la puta de esta ciudad, porque no pienso cambiar, ni hacer una diferencia al respecto. Mi camino está planteado hacia el látigo propio y la propia destrucción. Yo mismo así lo quise. Ya me encargaré de llevarlo a cabo.

Thursday, October 06, 2005

el olor entre las piernas, cap. 56, Historias para ser contadas

El olor entre las piernas
Cap. 56
Historias para ser contadas

En San Juan siempre hay mucho que contar, y como buen cronista, es eso lo que me he dado a la tarea hacer con esta ciudad, meterle la mano por la boca y virarla al revés. Se me antoja esta ciudad violenta como el lugar perfecto para no tener hijos, un lugar idóneo para un circo no rodante, y que todo lo demás llegue por añadidura. Se me ocurre que sería bueno destruir esta ciudad, a veces pienso que sí, por lo que me imagino cientos de plagas distintas azotando la gente a la misma vez. Eso no ha ocurriddo todavía y probablemente nunca suceda. Pero asimismo las historias tras callejones son plagas que deben ser mantenidas "in check" por la palabra, que muchas veces funje como agente antiviral.

Me decía uno de mis nuevos amigos, Juan Carlos Quiñones, que Río Piedras desafía las leyes de la física. Y es que se fue a dar una cerveza al Boricua, ese lugar con baños de mujeres donde ellas se la pasan viéndose sus respectivas pájaras hermosas; y se encontró con este borracho que le decía que el estuvo en la guerra del '75. Cuál guerra fue eso, ni JuanCa ni yo sabemos, pero dice mi amigo que para probárselo se subió la camisa y le enseñó una cicatriz desde el principio del cuello hasta el ombligo. JuanCa y yo determinamos que se trataba de un hombre que en algún momento del 1975 aterrizó en este plano, de una realidad alterna de tantas que hay en el universo.

Eso me acordó un hombre que vi en la Ave. Universidad no hace ni un año. Este hombre estaba vestido en una pijama blanca de franjas azules, camisa y pantalón, todo barbudo y con la mitad de la cabeza afeitada. Afeitada porque tenía una cicatriz supuerienta de pus, reciente, con todavía los hilos de los puntos pegados. El tipo era toda una visión, un esperpento divino llamado aquí a Río Piedras para darnos un mensaje, no sé de qué todavía.

Hoy, mientras caminaba por la calle Arzuaga buscando la oficina de una oftalmóloga, me pasé del lugar y seguí caminando vía Capetillo. Frente al correo, me encontré algo que realmente nunca había visto en mi vida. Era un viejito que se ganaba la vida anunciando distintos productos y servicios comunitarios, a través de un altoparlante ubicado en la parte frontal de su bicicleta roja, la cual tenía una especie de techito, en el cual se leía un rótulo que decía "Radio y Televisión Creativa". En el momento en que pasé perdido por allí, el viejito estaba anunciando los servicios de capilla y misa de una iglesia cercana a la Plaza del Mercado. Me pareció tan genial que me olvidé de la oficina de la oftalmóloga y me quedé simplemente observando el rictuss facial del viejito, el cual exhibía una mezcla de compasión, beatitud y piedad que me conmovieron profundamente. Deseé que todas las caras de este Río Piedras tan abrumante y a veces maligno, fueran así, con ese mismo rictus, con esa misma piedad.

Eso me acordó que hace mucho tiempo he estado posponiendo una visita a la Plaza del Mercado. El sitio me llama como me llama el hogar que hace tiempo no tengo. Porque desde hace 9 o 10 años me estoy hospedando en Rio Piedras y no tengo un hogar. A lo mejor me llama, porque ese es el hogar de Rio Piedras, la cuna de su civilización. A lo mejor me llama porque hay historias esperándome allí para ser contadas.

Sunday, October 02, 2005

El olor entre las piernas, cap. 55 Ciudad tuberculosa

El olor entre las piernas
Cap. 55
Ciudad tuberculosa

Sucede que todos los años, más o menos para esta época me viene una tos seca que no se me va con facilidad, producto del polvillo del Sahara. He repensado mi papel en Río Piedras, y me he dado cuenta de que ésta no es una ciudad para asmáticos. De hecho, el país entero no lo es. Ni siquiera las lluvias torrenciales de Septiembre pueden agarrar el polvo, gota a gota, y tumbarlo hasta dejarlo inerte en el piso como el fango de nuestros corazones.

Sucede que dije que no iba a decir nada de Filiberto porque no tengo nada inteligente que decir al respecto. Hoy pasé por donde antes estaba el McDonald’s, justo al lado del restaurante Guajanas, en el mismo bloque de la librería La Tertulia, frente al Burger King, por los comienzos de la interminable Ave. Ponce de León. Entre los millones de graffiti que aparecieron por arte de magia la mañana luego de su asesinato, apareció un hermoso retrato en aerosol de Filiberto Ojeda Ríos. Ya lo había visto la semana pasada. Hoy vi las velas y las flores que han dejado frente al graffiti. Se me ocurre que la ciudad lo está llorando a su manera, como llora Río Piedras sus penas, a solas, a escondidas, cuando duermen sus habitantes. He decidido que quiero dejarle una vela y un ramo de flores yo también, aunque no sé realmente por qué. Debe ser que en momentos como éste me invade la pena profunda y tan exquisita de vivir en la ciudad, o tal vez coqueteo con la noción romántica de la muerte que me espera, o a lo mejor ninguna de las anteriores. A lo mejor es pura depresión porque me dijo la doctora que la maldita tos puede ser tuberculosis.

Me quedé sorprendido cuando me lo dijo. Llevo tres semanas que no escucho mi verdadera voz, tres semanas en las que tengo que tener cuidado hasta de la forma como respiro, cuidado de no hacerlo muy profundo, ni demasiado rápido o demasiado lento, por miedo a los ataques de tos de cruz. Llevo tres semanas sin poder cantar por las mañanas las canciones de Tori Amos y Nightwish. Llevo tres semanas teniendo pesadillas de que me voy a quedar irremediablemente sin voz y que jamás podré volver a recitar uno de mis poemas en un open mike. Este ha sido el peor de los ataques del polvillo del Sahara en mi cuerpo.

Coqueteo con la idea de comenzar a toser sangre. Eso marcaría el descenso hacia el romanticismo negro de Río Piedras, un romanticismo al que no puedes pertenecer a menos que seas gótico, o en el mejor de los casos, te veas como uno, con faldas largas negras, gabardinas calurosas, y exceso de maquillaje. Yo siempre he dicho que lo de gótico lo llevo por dentro, en la música que escucho, en la poesía que escribo, en lo torturada que es mi alma, porque es riquísimo buscar nuevas formas de tortura para uno mismo. Esta columna misma es eso.

Sucede que ayer comencé a escribir con Rosalina, mi amiga de Adjuntas que se fue para España por un año entero. El título de la novela, por ahora, es “El orgasmo de la orquídea”, aunque me seduce mucho más algo así como “Tus ojos de alquitrán”. Es una novela porno-futurística con mucho bestialismo, donde las mujeres tienen sexo con hombres-zorro y arañas humanoides mutantes, y los hombres follan con delfines e hijos de vacas. Muy interesante. Ayer comenzamos a escribir bajo el lente de la personaje principal, una mujer bellaquísima conocida solamente como Vanderbilt. ¡Y los diálogos! ¡Dignos de Almodóvar! Al terminar la tercera página a espacio sencillo estábamos tan bellacos que nos dijimos buenas noches y cada cual para su cuarto a bregar con su soledad y sus pesadillas. Buda sabe que Río Piedras nos hace eso a los escritores, nos separa, no importa cuántas actividades de open mike planifiquemos para que se unan las revistas literarias, cuántas presentaciones de libros hagamos como excusa para ver a ese amigo escritor o esa amiga literaria que hace año y medio no vemos, Río Piedras y San Juan como tal, nos dividen la tribu.

Sucede que extraño mucho a mi amado nuevo hermano mayor Mo. Hace ya una semana que está en África. No puedo esperar a su regreso para abrazarlo y decirle cuánto Río Piedras me hace extrañarlo. Él se fue antes que mataran a Filiberto. La noticia nos ha estremecido a todos.

No he dicho que cuando vi las flores y las velas, vi también a una señora muy mayor ya, deambulante, empujando su carrito de compras lleno cachivaches. Tengo una debilidad. Siempre le doy dinero a las mujeres deambulantes. A los hombres no. Pero las mujeres me inspiran otro tipo de compasión. Siento que es mi madre la que empuja el carrito. A mi madre siempre le han gustado los gatos. Y esta mujer, frente al graffiti de Filiberto, acariciaba un gatito bebé, probablemente tan abandonado en la Ponce de León como la mujer que lo acariciaba. Abrí mi paraguas porque comenzaba a llover. La mujer tomó el gatito en sus brazos y comenzó a cantarle, cobijándolo de la lluvia dentro de su blusa raída y manchada. La compasión de Buda todavía existe en este país... pensé. La lluvia cayó inmisericorde y me retiré temiendo que si me mojaba al otro día tosería sangre y perdería la voz para siempre. Mi nueva pesadilla. Como el polvo en el aire, que hasta eso no viene de aquí sino de afuera. Ese polvo que no hay diluvio que tumbe y convierta en fango que se traguen las alcantarillas de esta ciudad. Esta ciudad tan tuberculosa.

el olor entre las piernas, cap. 54 La máscara veneciana

El olor entre las piernas
Cap. 54
La máscara veneciana

Sucede que hace como tres años, una de mis mejores amigas, la excelente artista plástica, y por supuesto, la desconocida artista Maribel Cruz Cortés se fue de viaje para Europa durante un verano. Cuando llegó, me trajo una minúscula estatuilla de la Torre Eiffel hecha de pewter. Se trajo consigo una preciosa máscara de carnaval de Venecia, negra con plumas carmesí y lentejuelas escarlatas, destellos dorados y diseños elaborados en amarillo. Pronto me dijo que se las ingenió para encontrar un método plástico para la fabricación de nuevas máscaras. Enseguida le pedí una. Hasta le hice el diseño, porque quería que fuera única, y la deseaba para la prestigiosa parada de Halloween de la Ave. Ponce de León, frente a la discoteca Eros, donde numerosa cantidad de locas exhiben disfraces confeccionados con la mitad de sus respectivos salarios anuales. En fin, que me quedé esperando por la máscara, y que fue anoche, luego de pasados tres años que por fin me la entregó. Más bien fui a la casa, su roommate me la enseñó y me la tumbé. Al dorso de la máscara (que debo decir quedó muy bien hecha, aunque no se parece en absolutamente nada al diseño original, lo cual está perfecto porque quiere decir que hubo un auténtico proceso creativo envuelto) escribió las siguientes palabras:

Autentica Laborazione Portoricana
Mara

Hoy fue la presentación del libro de Mayra, el que hace año y medio o dos le co-edité. Ese libro, Sobre piel y papel es hijo mío también. Me sentí bien en mi presentación, al poder compartir con mis compañeros de taller que hacía mucho no veía, y a quienes mencionaré porque les deseo en la escritura mucha mejor suerte que la que sea que me depare a mí el futuro, porque son mejores que yo, y porque no en la medida que esté a mi alcance no los dejaré en el anonimato. Allí estaba Jacobo, siempre silente y con muchas ideas de hombres-lobo y posibles cuentos licántropes pasando por su mente; la Súper Bárbara, la genial Bárbara, la teatrera Bárbara, a quien siempre me gusta besar en los labios cada vez que tengo oportunidad; Yolanda, mi amiga testigo de Jehová, la única que realmente admiro por sus callejones sin salida, tan oscuros, tan malignos, tan ella; a Nina Baldeón, por quien profeso un odio platónico por culpa de los revoluces y las desinformaciones acaecidas durante la pasada huelga de estudiantes, a quien quisiera odiar más todavía, pero simplemente no puedo; a Abdil Javish, compañero escritor del libro Cuentos de Oficio, a quien siempre he querido conocer más y nunca he podido; a Adriana Godreau, quien me sorprendió exquisitamente con su poesía tan endiablada y encabronada; a mi tan chula Alma Rivera, que eso, mi alma más reversa, más permanente, la más mía; a Karina Claudio, la poeta compañera también de Cuentos de Oficio, que siempre me ha impresionado con su voz de Sadé, su voz narrativa tan calle, tan vida vivida, tan vieja y madura para su edad; y por supuesto, a Axel, a quien vi de lejos y no quise saludar, aunque me moría de ganas por ir, darle un abrazo y hacer las pases. Pero no pude, porque en ese momento me acordé de mi máscara veneciana-portoricana, una máscara que he hecho para mí mismo con hechizos-muralla y budismos extraños. Esa máscara que llevamos todos para que no nos duela lo que hinca y saca sangre, esa máscara no me la pueda quitar todo el tiempo como hacía antes. No cuando soy tan débil, porque soy débil y cobarde, y mi dominio del español es pésimo, y creo que soy hasta impotente, y la mayoría de mis síntomas de HIV son pura hipocondría, aunque se sientan tan real, y soy un comprador compulsivo, y soy impulsivo y emocional hasta para escribir ensayos, que nunca me quedan bien, por eso este libro es más una crónica, o una novela libre, o unas memorias, o una cosa extraña, porque eso soy yo, una cosa extraña, un elemento foráneo, un bicho raro, y no tengo miedo de admitirlo.

Mayra leyó su “nota de la autora”. Fue lo único que leyó en la noche. No le tomó ni cinco minutos. Y cuando llegó a la parte donde sale mi nombre en sus agradecimientos, dijo: “Por último, quisiera agradecer a mi estudiante, mío, mío, muy mío, David Caleb Acevedo...”. Lo dijo, sonreí y quise llorar. ¿Qué importa que el premio Olga Nolla se lo haya llevado Javier Ávila nuevamente? ¿Qué importa el hecho de que eso desprestigie el premio y que los espacios para los escritores nuevos se cierren otra vez ante el in-breeding académico? ¿Qué importa si a lo mejor cumplo los 30 y nunca me llevo el cabrón premio? Hoy realmente no importó, porque me lo agradeció Mayra. Porque me dio lo que realmente yo quería: el reconocimiento público de una labor bien hecha, que es lo que siempre he querido realmente, porque después de todo, yo tuve ese libro conmigo durante todo un semestre, y ese bebé lo parimos todos los involucrados.

Al final de noche me despedí de ella, y me despedí de alguien a quien tenía muchas ganas de conocer, a su amigo de siempre Moisés Agosto. Algo en él me apela muchísimo y me seduce. Podría fácilmente ser físico, y alo mejor si lo dijera así de plano, no pecaría de irme por el cliché de decir que a lo mejor no, que la cosa va más allá. Es un escritor bellísimo. Me recuerda mucho a estos escritores guapísimos que me encantaría conocer como Edmundo Paz Soldán y Pedro Cabiya. Pero después de todo, creo que se trata de tener un modelo qué seguir, una figura de hermano-mayor-escritor-HIV+ to look up to. Me gustó mucho por fin haberle dado un abrazo.

Finalizada la actividad, me fui al Burger King con mi máscara en el piso, porque andaba entre verdaderos amigos: Bárbara, Yolanda, Jacobo y la señora alta y blanca que siempre acompaña a Yolanda que siempre se me olvida su nombre, pero que es una chulería también. Hablamos sobre Axel y su gran ego, sobre mí y mi gran ego, y sobre la noche anterior, en la que había tenido lugar el launch del 4to volumen de la revista Tonguas. Hablamos de Alberto Martínez, a quien adoro muchísimo y quien vino al launch y a declamar poesía desde Aguadilla, con lo cara que está la gasolina, y de su chanchullo contra Mayra, precisamente por el libro Sobre piel y papel, de nuestros chanchullos personales contra Axel, de mi repentina despedida de Derivas a causa del capítulo “Mary Poppins Revisited” de El olor entre las piernas, y de sus peleas con Jennifer, una escritora insulsa de la Universidad del Sagrado Corazón, con quien Axel sostuvo una de sus peleas de ego de 14 páginas de e-mail o más. En fin, nos reímos muchísimo, y nos pusimos tristes también, porque al final, cuando nos despedimos que cada cual se fue para su casa, me puse la máscara nuevamente, mientras me preguntaba cuál era el uso de hacer actividades como las de Tonguas, tratando de unir los escritores en bonita confraternización, para que después estemos tirándonos con balas más mortales que las perdidas en días festivos, balas súper letales porque salen sin filtro de gutura y garganta. Me puse la máscara y me tragué mis excusas porque yo también soy culpable de lo mismo, y por ello, aunque me resisto con todas mis fuerzas, sé que algún día voy a salir corriendo, en uno de esos arranques delirantes de los míos, a pedirle disculpas a un viejo amigo que me dio la oportunidad de pertenecer a un proyecto como Derivas, desde que el mismo estaba en pañales.

Monday, September 26, 2005

El olor entre las piernas, cap. 53, Filiberto

El olor entre las piernas
Cap. 53
Filiberto

No. No voy a escribir nada sobre esto, porque no tengo nada inteligente ni honesto que decir sobre ello que nadie sepa ya.

Sunday, September 25, 2005

El olor entre las piernas, cap. 52, El pequeño Lestat

El olor entre las piernas
cap. 52
El pequeño Lestat

Esto será corto y rápido, tal vez porque me obliga a cuestionarme si realmente tengo lo que se necesita para ser un maestro. Me doy cuenta de que no.

La semana pasada, lo que envejece este escrito, mi grupo de sexto grado estaba muy incordio. Entre ellos, uno de mis estudiantes favoritos, a quien llamaré "Little Lestat", no paraba de llamar la atención e interrumpir mi clase. En el momento preciso en el que me trancó los bolos y me sacó por techo, agarré una goma Lion y le tiré con ella. Sin quererlo, le di en la cara.

En eso momento toda la clase se quedó pasmada, incluyéndome. Hubo un silencio sepulcral, como el que debió haber desde el principio, para yo poder dar mi clase. Había cruzado una línea que no debí pasar nunca. El pequeño Lestat se levantó llorando (es uno de los mayores de la clase, porque vino de Estados Unidos y tuvo que repetir un grado), y se fue a la oficina del director. Quise detenerlo, retenerlo cobardemente en mi salón hasta que se le pasara, cosa de no meterme en líos mayores, pero no lo hice. Creo que en ese momento lo único que realmente quería hacer era autoflagelarme.

Lestat regresó con el director, quien me preguntó, muy de buenos humores y ánimos, qué había sucedido. Le dije muy tranquila y pacientemente que el pequeño Lestat no paraba de hablar e interrumpir mi clase, que me faltó el respeto y que le tiré con una inocente goma Lion, y que gracias a mi puntería tan pésima, le di en la cara. El director se limitó a decirme muy tranquilamente que eso no podía ocurrir nuevamente, que le pidiera disculpas al pequeño Lestat, cosa que hice al momento. A continuación, el director le dijo al niño que le tocaba a él pedirme disculpas, cosa que hizo inmediatamente. Luego de ello, el niño entró al salón de clases, y el director se quedó hablando conmigo TRANQUILAMENTE sobre otras cuestiones que no venían al caso, como si fuera intencional el no querer darle demasiada importancia al asunto. Yo me sentí muy mal, porque verdaderamente quería flagelarme hasta sangrar las culpas. Así que fui a la oficina de la orientadora. De seguro ella me castigaría con los crudos sarcasmos que necesitaba para expiar mis pecados.

Al llegar allí ella me esperaba, como una pitonisa que sabía ya de antemano lo ocurrido. Ni siquiera me dejó hablar. "Usted es un excelente maestro, y estas cosas suceden. No se preocupe por nada. Vaya con Dios." Y con esa me dejó, estupefacto, sin realmente saber cómo reaccionar.

Pasaron dos días antes que pudiera mirar al pequeño Lestat a la cara. El tampoco se atrevía mirarme. Cuando terminó la clase le dije que se quedara, que tenía que hablar con él. No me dijo nada, simplemente me abrazó y me dijo que yo era el mejor maestro que había tenido en su vida. No supe qué decir, y como todavía necesito autoflagelarme, y para que este escrito no parezca una mierda de esas de Paulo Coehlo, he decidido, con mucho pesar, que la Bárbara Ann Roessler, a.k.a. la bárbara Bárbara queda off limits de ahora en adelante. En este libro, una sombra oscura se la traga y la borra de la faz de San Juan, una sombra oscura que cobijará a aquéllos que merezcan ser cobijados, como mi pequeño Lestat, cobijados en el más dulce de los olvidos, para que se cumpla el ciclo de los flagelados y pueda yo dormir en paz.

Monday, September 12, 2005

El olor entre las piernas, cap. 51 Pequeña gran ciudad de mierda

El olor entre las piernas
Cap. 51
Pequeña gran ciudad de mierda

Escribir frente a una página en blanco es enfrentarse con Dios. Porque es enfretarse con algo mucho más fuerte e impermanente que uno mismo. Sólo los que tenemos las agallas de escupirle la cara al Verbo podemos escribir. Y yo digo esto en uno de los momentos en que más detesto a Dios, a Río Piedras, y a la humanidad entera.

Algo andaba mal desde que me dijo el conductor de la C-18 que si me dejaba a la entrada del Walgreens, por la Ave. Universidad, porque había unos guardias que no permitían el paso y tendría que dar la vuelta. Enseguida le dije que me dejara allí mismo. Iba tarde para mi clase de los lunes.

Al asomarme a la Ave. Universidad, inmediatamente me detuvo un gandul. "No puedes pasar, ha habido un accidente, cruza por la otra calle a mano derecha". Inmediatamente super con la mayor certeza que algo ominoso y realmente maligno había ocurrido.

Cuando di la vuelta y cruce a mano derecha por la calle esa cuyo nombre nunca me he podido aprender, la del Walgreens, justamente frente al restaurante Linda Sara había una sábana de flores azules en el piso sobre el cuerpo ensangrentado de una viejita, sus bolsas de Walgreens todas desparramadas por la calle.

Sí había visto algo así. Los describo en uno de mis poemas de Lo que soñó la almohada/ Dream Card in the Pillow. En aquella ocasión un viejito arrolló con su automóvil a un señor que cruzaba por la calle, y lo decapitó con una de las gomas del carro. Cuando le preguntaron al doñito si había visto al hombre, él contestó: "¿Cuál hombre?". Cuando le preguntaron al del camión, seguramente contestó: "¿Cuál viejita?". La que dejaste tirada, aplastada contra la brea, hijo de puta.

No logro entender por qué en estos momentos me viene la imagen de Yuna, la de Final Fantasy X, con su cetro de summoner, enviando las almas de los muertos al más allá, balanceando su cetro en medio de un hermoso baile que sólo conocen los summoners, algo conocido en el juego como the sending. En ese momento, al ver a la viejita, unas palabras me llegaron a la mente. Amasu Lébanon Telluria... y me llegó también la imagen de mí mismo llevando a cabo el sending.

Hace mucho tiempo, cuando todavía pertenecía a la religión Wicca, quise hacer mi propio váculo. Tomé una rama de una planta que considero muy especial, porque sólo florece en la época de lluvia: la petrea. Con hilo blanco, amarré un pedazo de cuarzo blanco que conservaba, aún cuando se me había caído al piso y roto en dos. Debo haberlo conservado a causa de su imperfección, porque yo mismo soy eso, una cosa incompleta que llena y vacía con muchas palabras. Al final, le amarré una pluma de un ave natural del Africa cuyo nombre desconozco. Al momento, la pluma era importante para mí, porque me la había regalado la única madrina santera que escuchaba de mi religión sin decirme que yo etaba mal, que había que creer en los orishas, o en los santos, o en los palo mayombe, o en cualquier otra estupidez de esas que se nos ocurren a nosotros los caribeños para amortiguar el sentimiento de colonia, o la minusvalía nacional. Es una pluma hermosa, dorada por un lado, roja por otro, cobalto de frente.

Cuando llegué a mi apartamento hice el baile con mi varita mágica, haciendo el sending de Yuna, imaginándome el alma de la pobre viejita llegando al cielo mientras su cadáver seguía esperando desde la 1:30pm (hora aproximadamente del accidente, según los curiosos de la escena; a las 4:25pm todavía estaba allí, gracias a la supereficiencia de los servicios básicos de este país tan ciudad); mientras en silencio le agradecía a todos aquellos que se detuvieron en silencio y permitieron que semejante atrocidad creara un lapso en sus maquinadas rutinas, me cuento entre ellos, para seguramente reflexionar sobre lo inefable y lo breve que es la vida en esta pequeña gran ciudad de mierda.

P. D. Asimismo alimenté mi fantasía de tener telekinésis para así borrarle la sonrisa a San Juan.

Thursday, September 01, 2005

El olor entre las piernas, Cap. 50, Tratados agripinos sobre la naturaleza mágica de la suerte

El olor entre las piernas
Cap. 50
Tratados agripinos sobre la naturaleza mágica de la suerte

Si hay algo en que la película The Matrix no falla en describir es que la ciudad es un conjunto de códigos binarios que pueden ser alterados por una mente mucho más fuerte que la ciudad misma. El ejemplo más clásico es los semáforos. Muchos no saben que las luces trabajan con programas basados en logaritmos estratégicos que van de acuerdo al área citadina. Yo siempre he pensado que los semáforos son entes mágicos hechos por gremlins que se esconden en el sistema de alcantarillado de San Juan, que jamás y nunca es como el de Nueva York, donde se jura y perjura que hay cocodrilos vivientes y prehistóricos, o como las alcantarillas genéricas de la serie Teenage Mutant Ninja Turtles. Sucede que es cierto, que sí son criaturas los semáforos, y que como todo en la ciudad, pueden ser alterados con un poco de suerte.

Conozco infinitud de personas que ante una luz verde lejana se inventan desde hechizos simples hasta complejísimos rituales para que la luz se mantenga verde. Tengo una amiga que jura que es telekinética, y hasta parpadea los ojos en rápida sucesión como la mujer telekinética de la desaparecida serie ochentosa The Misfits of Science, o como Prue, la bruja de la serie Charmed. Asimismo, tengo un amigo sordo parcial, que cada vez que va guiando en su carro por la calle, hace repetidamente la seña del color verde con su mano derecha. Yo, personalmente, lo hecho a la suerte.

Debería comenzar por establecer que la magia es un proceso muy kantiano, en el sentido subliminal del concepto. Porque es en lo sublime, la suspensión de los sentidos ante el terror y la fascinación que se siente por una belleza o fuerza superior al hombre, que la magia se da. Uno suspende los sentidos y entra en un espacio ajeno, pero muy íntimo, un trans-universo fluido donde el lenguaje de la magia, llamado en estos tratados, El Lenguaje del Origen, cobra una fuerza que actúa en el mundo regular.

Mi hechizo favorito para la buena suerte es, como ya saben algunos, el Rama Luckiaga Fortuna Majora Sortílega Ramiaga. Pero hay que hacerse de cuenta que la suerte es una criatura muy caprichosa, y que no hay que andar retándola. Asimismo, es una criatura a la que hay que coger siempre por sorpresa. Por eso, es siempre conveniente cambiar de hechizos, para siempre coger a la Suerte fuera de base. Se me ocurren varios encantamientos que podría compartir con mis lectores, aunque bajo la pena de la maldición contra el plagio mágico. Los otros días me llegó a la mente Luckia Ixxia Faccíla! Estaba en la parada de guagua y comenzaba a llover con algo de viento, lo cual no es nada raro en Cupey. Inmediatamente la brisa se aplacó, y la lluvia cesó toda actividad. Lo más suertudo no fue que el sol no salió, no cual hubiera subido drásticamente la temperatura de la tarde, sino que la C-18 apareció inmediatamente, regresando de Cupey de camino a Río Piedras, aún cuando la gente que estaba conmigo en la parada me había dicho que no la habían visto subir.

De camino a mi apartamento, pronuncié nuevas y exitosas palabras élficas y silvanas que hicieron que los semáforos se mantuvieran verdes para mí: Ghinean Ilia Ghanesha... Víllean Llena Absorta... Chánceaga Alluria Méllenas...

Se me ocurre que asimismo el amor es una criatura aún mucho más viciosa que la suerte, y que ambas están emparentadas. Pero en el amor, yo no meto la magia. Creo que no es ético, aparte de que nunca funciona, porque es una magia muy traicionera. Pero la suerte es otro campo, creo que en una ciudad como San Juan, no sólo vale la pena intentarlo, sino que hay que hacerlo. Pero ojo, los días deben ser oscuros y lluviosas para muchos, para que en el día de una sola persona en esta ciudad, las nubes tengan bordes de plata.

Tuesday, August 30, 2005

El olor entre las piernas, cap. 49 Bichotes

El olor entre las piernas
Cap. 49
Bichotes

Mientras yo renovaba mi plan médico, en Río Piedras enterraban a uno de los “bichotes” más grandes de Coamo y Santa Isabel. Sucede que el bichote murió escudando a quien realmente iban a matar a tiros los “otros cacos”. El otro tipo resultó ileso. El entierro se dio de la siguiente forma.

El cementerio Santa Catalina de Coamo fue rodeado por guardias con armas largas, helicópteros y patrullas con perros, mientras desde la funeraria, el féretro del bichote era cargado por otros bichotes que eran sus panas, a pie, hasta el cementerio. Detengámonos un momento en la descripción del féretro. Me dice mi pariente que el mismo había costado más de $10,000 y que era en madera de cerezo con detalles en oro. Más del mismo bling bling si me preguntan. Dicen que los bichotes, hombretones machos de muy varonil calaña se arrojaban sobre el féretro, llorando como “niñas” (que me perdonen las feministas, por favor), gritando su nombre y diciendo que “esto no se va a quedar así”. Dicen que más de la mitad de Coamo dijo presente en el entierro, y cuando me dijeron esto, no pude más que pensar que la oscuridad se apodera del cielo, y que las fuerzas del mal se desatan para traernos los escalofríos que vienen cuando un pueblo de gente buena cae en las garras de los maleantes y las balas perdidas. A lo mejor esto es demasiado bíblico, y no tan profético, pero a mi me da grima que este pueblo se vaya a convertir en dominio de Al Capone’s wannabes, y de que pronto tengamos que buscar mejores empleos para rendir tributo a maleantes que supuestamente estarán dando rondas para proteger nuestros hogares y nuestros negocios. Pinta mal la cosa.

De vuelta al entierro, lo más genial de todo esto, si acaso lo único, fue el discurso del bichote que estaba supuesto a morir.

-Yo lo único que quiero decir es que el bien y el mal son relativos. No importa la que usted haga, a nadie le importa si es bueno o malo, mientras uno lo haga bien. El bien y el mal no existen, sólo las cosas que se hacen bien o se hacen mal. Y que todo el mundo sepa que esto no se queda así. El que hizo esto, que sepa que las va a pagar.

Yo me imagino que nadie entonó Oh Happy Day después de eso. ¿Cómo hacerlo? Si cuando le dije a mi pariente que quería escribir algo sobre lo sucedido me preguntó para qué, que con qué propósito, que por favor no pusiera nombres, que la calle está mala, que los otros días soltaron a uno de los Martínez de Santa Isabela, que las cosas se están poniendo malas, que no hay por qué agitar más la mierda. A lo mejor tiene razón mi pariente. El verano está demasiado caliente. Especialmente en este solsticio tan ridículo e inmisericorde.

Monday, August 29, 2005

El olor entre las piernas Cap. 48 Espiral tres: Wanda o nuevo ensayo sobre la ceguera

El olor entre las piernas
Cap. 48
Espiral Tres: Wanda, o nuevo ensayo sobre la ceguera

El día de hoy, un 29 de agosto que bien podría ser del año 2005, dada la peculiar luz del sol y la posición de los planetas invisibles al simple ojo humano, me mantuve presa de uno de mis tan afamados ataques de migraña. Tuve la inquietud de que a lo mejor me quedaría ciego el día de hoy. Las sienes me palpitaban, y asimismo, cada ruido, cada murmullo de cada estudiante de la bárbara Bárbara lo sentía en el cerebelo y en la pituitaria; esta última la sentía segregando hormonas a cuentagotas. Tal era mi dolor.

No podía abrir los ojos, y eso es lo peor en una ciudad como San Juan, no poder ver. Por eso, aunque tal vez no debería hacerlo, siempre me he compadecido de los ciegos, porque en San Juan lo que cuenta es la vista, aunque se pueda pensar que en mejor condición están aquéllos que no padecen de ella. Tiene que ver con el hecho de que en esta ciudad es fácil perderse, entre multitudes, entre corrientes de pensamiento, entre ataques cristianos y frecuencias de reggaetón a todo fuete. La desorientación, en San Juan, es un regalo de Dios. No puedo todavía imaginarme el mundo de un ciego, y no quiero hacerlo, por razones que mencionaré a continuación.

A Wandita la conocí en el año 2000, cuando trabajaba en la Línea de Maltrato de Menores y Emergencias Sociales 9-1-1. Ella era una telecomunicadora con mucho más experiencia, que laboraba para la línea, mientras hacía su maestría en astrofísica en la UPR de Río Piedras. Yo sabía que ella era diabética, perteneciente al grupo de pacientes que pierden con mucha facilidad el control sobre la insulina en sus cuerpos, a causa de la condición. Recuerdo que todos los días que decía que se sentía EXCELENTE, aunque todos sabíamos lo jodida que estaba. Me acuerdo de todo lo que hablábamos sobre budismo, y cómo comparábamos notas (en aquel momento yo era budista zen, y ella pertenecía al budismo tibetano), mientras ella se inyectaba insulina en alguna de sus tan finitas venas. Cada tres meses la veía con una nueva receta de espejuelos, cada vez más gordos y pesados.

Hace un año y medio exacto que me la encontré y sus ojos todavía eran negros. En aquel entonces me dijo que su salud no andaba muy bien, pero enseguida corrigió sus palabras y me dijo que se sentía EXCELENTE. siempre he admirado la fuerza que recibe de Buda y sus cuatro nobles verdades, porque si hay alguien que verdaderamente ha aprendido a llevar el Nirvana en su corazón es ella. Prueba de esto es lo que sucedió hoy.

De camino a la universidad, alcancé a ver a una mujer extrañamente conocida, caminando con un bastón de ciegos, rojo y blanco. La reconocí por su rostro, pero no por sus ojos, pues los tenía muy poco abiertos, más en lo poco que se veía de ellos todo era blanco. Fue una impresión demasiado fuerte para mí, y por un momento me vi en la tentación de dejarla ir sin saludarla. Pero Buda, siempre en su noble misericordia me dio las fuerzas necesarias para decirle: Wandita, ¿cómo estás? Es David, de Emergencias sociales, ¿te acuerdas de mí? Enseguida me dio un abrazo y me saludó cariñosamente, para compensar por mi torpeza ante semejante momento. Hace falta ser tán estúpido como yo para haberle hecho semejante pregunta como ese tonito que tanto desprecio de pueblerino alarmista. Pero Wandita lo entendió. Claro que sí.

Me despedí de ella como nos despedimos los budistas, haciendo reverencia (bowing down), consciente de que no me podía ver, aunque estoy seguro de que supo que hice el gesto, porque sonrió como sólo ella ha sabido siempre hacerlo: con una de esas sonrisas guturales infantiles, que por ser guturales e infantiles son genuinas, una de esas sonrisas que no se aprenden jamás, porque hay que nacer con ellas. De hecho, mientras escribo esta columna, me prometo a mí mismo que nunca olvidaré esa sonrisa. Más me vale, porque yo no tengo una de esas, mucho menos ahora, después de ver a Wandita, con los ojos finalmente blancos.

Friday, August 19, 2005

El olor entre las piernas, cap. 47 Sistema de Nomenclatura Binomial para magos y escritores empedernidos

El olor entre las piernas
Cap. 47
Sistema de Nomenclatura Binomial para magos y escritores empedernidos

Dedicado a Mara Pastor
por aquellas múltiples horas frente a los flower sticks
y sus malabares
a Guillermo Rebollo-Gil
por compartir el Language of the Making
y a todos aquéllos que creen en lo inservible
de la filosofía, de la religión
y de la magia

Se supone que éste no sea binomial, como el sistema que se usa para describir todos los seres vivos de esta Tierra. Y es que en el Lenguage del Orígen, como le llamo yo a la magia de tradición oral-oral, hay más palabras que dos para cada encantamiento.

Una advertencia: Melagus Inna Animadverto! (Hechizo contra el plagio y maldición contra la repetición). Este es mi Grimorium. Haz el tuyo propio.

A continuación, las fórmulas que he inventado hasta ahora:

Immel Lenian Dante - para la curación física.
Immel Lenian Dantega - para curaciones más fuertes.
Immel Lenian Dante Diluvia - para prevenir el catarro acaecido por la lluvia en pacientes de HIV.
Rama Secu Sura - para hacer caer la lluvia.
Rama Secu Diluvia - para hacer caer un diluvio.
Rama Diluvia Ultima - para llamar huracanes.
Rama Vinda Tornádaga - para llamar tornados (sólo funciona el Kansas, y los tornados son portales que conducen a Oz o a tierras parecidas, debe usarse con cuidado).
Sakura Endea Brillaga - para un día feliz.
Hágura Medea Normaga - para imponer disciplina, respeto y silencio en los estudiantes, y niños en general.
Mentalis Obscura Kensha - para provocar pesadillas en niños (como castigo y disciplina cuando fastidian demasiado).
Sama Kayo Sama - para que los mosquitos y las cucarachas trasciendan al Nirvana cuando se les mata.
Rama Luckiaga Fortuna Majora Sortílega Rameaga - para la buena suerte y un día en que todo salga bien (debe usarse solamente tres o cuatro veces en la vida, o sino no hay chiste).
Axelus Descendum Castiga Biblica - maldición para editores cobardes que gustan de la censura.
Límodin Ghélean Taliesin - para invocar al dios celta Taliesin, dios de la inspiración. Sólo debe usarse en tiempos de writer's blocks extremos y con sumo cuidado.
Símbelmine Necru Adesha - para controlar los viajes de ADD a nuestro antojo.
Porta Me Diva Poppins! - para invocar el espíritu de Mary Poppins.
Nírvana Illyria Samsara - para conciliar el sueño.
Irum Natie Gaila - para formar barreras mentales contra invasiones y ataques de filosofía cristiana.

Las palabras seguirán llegando y así seguirá creciendo este pequeño libro dentro del más grande, que es y sigue siendo, a pesar de los espirales, El olor entre las piernas.

El olor entre las piernas, Cap. 46 Musas infernales

El olor entre las piernas
Cap. 46
Musas infernales

Sucede que es cierto lo que dije hace par de columnas atrás sobre la magia. Hay que tener mucho cuidado con ella.

Recuerdo que cuando tomé el taller de ficción narrativa de Mayra, al principio fui con dudas y muchas trabas. Me sentía que no daría pie con bola, que no iba a poder escribir un solo cuento y que iba a terminar dándome de baja de la clase. Yo ya había cogido el equivalente en inglés de ese curso con Loretta Collins y me había ido muy bien. Decidí que era tiempo de someterme a una autoridad más grande que yo, a una fuerza de la naturaleza no controlable con palabras suspiradas en idiomas foráneos, una fuerza llamada Mayra.

A mitad de semestre, todavía no iba por la mitad de mi cuento "Intagible", y ya la cosa se ponía color de hormiga brasilera. Así que pedí.

Hay un dios celta que se llama Taliesin. Eso me lo dijo mi amigo Neil Gaiman, en una de nuestras fabulosas conversaciones, que siempre comienzan, dada mi condición de puertorriqueño paralanchín y la de él, de británico ultrapaciente, en monólogos en los que sólo se escucha mi voz. Un dios celta que se llama Taliesin, a quien hay que tener mucho cuidado de invocar, porque con él, la posibilidad de un backfire está bien latente.

Recuerdo que una noche, frente a la laptop, las palabras llegaron a mí como llegan siempre: Límodin Ghélean Taliesin... y comencé a repetirlas como un suicida desesperado. Inmediatamente quedé dormido. Al despertar, me bañé, me pude ropa y camino a la universidad comenzaron a llegar millones de historias, cuentos, líneas geniales para poemas, poemas enteros... por la tarde ya había compilado los esquemas de los cuentos de mi libro Pandaemonium de doble hélice. No podía creerlo, pero el susto comenzó esa misma noche, cuando no pude dormir nada, porque tuve que seguir escribiendo. Fue una fuerza que casi movía mis dedos por sí sola, como si cientos y cientos de miles de extraterrestres me estuvieran usando como taquígrafo para enviar mensajes de gran importancia, no para la humanidad, sino para mí.

Recuerdo que para ese entonces, Mayra estaba con la cantaleta de que escribir es un oficio, que la inspiración no otra cosa que un mito, etc, etc, etc... Yo todavía le creo, pero el hechizo funciona. Solo que hay que ver que no nos pase como al tipo del volúmen tres de The Sandman, de Neil Gaiman (Dream Nation), que esclaviza a una de las musas griegas que todavía sobreviven, y es castigado por Sandman a tener inspiración perpetua. Al tipo le llegaban tantas ideas a la misma vez que se volvió loco y comenzó a escribirlas en las llemas de sus dedos en una pared, cuando se le acabó la tienta. finalmente, la carne de sus dedos cedió, y con su sangre y el estilo de sus huesos siguió escribiendo hasta que lo internaron, porque las ideas nunca pararon de llegar.

Se me ocurre que hay par de gente así en Río Piedras. A lo mejor los que piden en las luces comenzaron así. O los que duermen en la placita frente a la estación del Tren. Se me ocurre que si no me cuido, me puede pasar a mí, aunque he estado guardando el hechizo para diciembre, porque las energías de fin de año siempre anulan todo hechizo, para que la vida pueda comenzar nuevamente. Supongo que por dos semanas, no puede hacerme demasiado daño. Límodin Ghélean Taliesin... Suenan a que hay tener cuidado.

Wednesday, August 17, 2005

El olor entre las piernas, cap. 45 Espiral dos: We're gonna burn this city o por qué duele tanto ver a mi madre después de un año y medio

El olor entre las piernas,
cap. 45
Espiral dos: We're gonna burn this city o por qué duele tanto ver a mi madre después de un año y medio

Después de la fatídica conclusión de Justice League of America de Cartoon Network, he estado sintiendo el mismo vacío que me dejó la cancelación de la serie Carnivale de HBO. Y es que aunque han comenzado las clases en la Universidad, y gracias a ello, poco a poco Río Piedras vuelve a coger vida (para perdela nuevamente en navidades, porque esto sí que es un círculo vicioso), el vacío se siente con las amistades que se van y los familiares que regresan a la isla por algunso días, para causarle profundo dolor en alguna indefinida parte del corazón a uno. Case in point: mi madre hoy me dio la sorpresa de que había llegado de vacaciones a Puerto Rico, que me quería ver, abrazarme y apretarme los cachetes.

No sé por qué tuve que prepararme tanto mentalmente, debió ser el hecho de que cada vez que la veo su cabello está más blanco. Es eso, llevo 9 años viviendo en Puerto Rico, solo e independiente, sin ella; y aún así, si mañana se muere, no sé cómo podría vivir sin ella. Es un vacío mayor dentro de todos los vacíos que vienen iniciándome en esto de ser adulto desde hace diez años, con la muerte de mi padre, el Sr. Francisco Charles Acevedo Birgingham, a.k.a. "Big Frank". Es, diría yo, la culminación del vacío y los días oscuros en los que mi depresión me deja el efecto de literal oscuridad ocular, porque no es la lluvia, ni la amenaza de un otoño que no trae dominio ni reforma a esta isla, más bien es una tristeza manca, que te deja cojo, mudo sordo y por qué no, manco.

Anoche traté de ponerle algo de música a mi noche (hacía ya casi un mes que no escuchaba música por las mañanas, algo que se había tornado en ley antes de irme a trabajar a Santillana; de hecho siempre era con una buena dosis de Tori Amos). Lo único que tuve a la mana fue el disco de Franz Ferdinand. Tuve un episodio de extrema depresión cuando la banda comenzó con this fire is out of control, we're gonna burn this city, burn this city... Supongo que no estaba realmente en el mood para nada británico. Hay que ser más fuerte de carácter para ello. Supongo que es eso, realmente lo que me pasa, que me hace falta par de notas estridentes en la sangre, que creo fielmente que es, hasta ahora, lo único que ha mantenido al virus en check.

Mi madre me escudriñaba con sus grandes ojos, grandes no por tamaño, sino por jamás imaginé que tuvieran la fuerza de carácter que me faltaba, aunque debí siempre imaginarlo; mi madre, la blanca esclava, como ella solía referirse a sí misma, la que limpiaba baños de hospitales con guantes rojos, y bolsas rojas con ese extraño símbolo de biohazard; mi madre, la que me daba a comer de su cucharada si no había más comida para nosotros que la de ella; mi madre, cuyas lágrimas cuando chocó el carro una vez se grabaron para siempre en mí, porque eran lágrimas de qué bruta soy, choqué el carro y esto es lo único que tengo para ir y venir y poder trabajar, y qué voy a hacer ahora, no tengo con qué ir a trabajar, no puedo dejar a estos nenes sin comer. Mi madre, mi heroína.

Todavía no sabe que soy HIV+. Y prefiere no hablar sobre mi pariente. Ahora mis noches y días de oscuridad extrema los paso solo, porque la rutina de la bárbara Bárbara no me permite compartir más tiempo con él, tampoco me deja dedicarme más tiempo a mí mismo y a mis novelas. Deseo tanto, de alguna manera terminar con esto, pero entonces me llega el recuerdo de Michael, su vivo recuerdo con cabellos rubios con gel azul-violeta iridiscente, hablando con todos los que pasaran por el lobby de la Resi.

Esta ciudad está llena de fantasmas. Cada vez son más los amigos que se van, y la gente que no está realmente interesada en amistad de uno. Los amigos que se van son como superheor cartoon cancelados muy repentinamente, o como series televisivas sobrenaturales que entusiasman solamente hasta el orgasmo. En esta ciudad nada vale la pena leerse dos veces. Yo mismo soy un fantasma. Y nadie me leerá más de una vez.

Thursday, August 11, 2005

El Olor entre las piernas, cap. 44 Mary Poppins

El olor entre las piernas,
cap. 44
Mary Poppins Revisited

Sucede que de hoy en adelante, todos los jueves de este semestre, y posiblemente el próximo (porque todavía no he decidido si me quedo a trabajar en la ácida bárbara), a las 2:30pm, tengo una cita con el Rev. y Presidente fundador de la Academia, el Sr. X, para hablar de algo nuevo y revolucionario que hay en el ambiente llamado "higiene mental". Sucede que este señor, antes de ser pastor, era un neurólogo psiquiátrico, para allá cuando la psiquiatría comenzaba a coger auge en la isla. Si digo que la reunión de hoy fue tediosa, pueden estar seguros de que es un understatement.

El hombre comenzó hablando de que cuando él ejercía esa profesión (ya no la ejerce, pues por supuesto ser ministro teleevangelista deja aún muchísimo más dinero, pero eso es acá entre ustedes y yo) él se encontró con dos mujeres a quienes a causa de la diabetes, le habían cortado una pierna (a cada una). A ambas les habían comendado el uso de prótesis. Pero había una que no daba pie con bola con la piernecita de pirata. Cuenta el Sr. X que él le preguntó si ella tenía a Cristo en su corazón. La mujer le respondió que no (quiero imaginarme que la mujer lo hizo con justificada ira ante semejante estupidez, yo así lo hubiera hecho). A continuación, el reverendo, perdón, neurólogo psiquiátrico oró por ella. La historia termina ahí, porque en la reunión nunca nos enteramos cuál fue el paradero de la mujer, y yo, aunque me moría de morbosa curiosidad (mis síntomas de ADD y tintes de autismo comenzaban a hacer efecto), no sentí ganas de preguntarle, porque ya me imaginaba que ésta, como muchas otras, era una historia inventada para ganar fieles entre aquéllos que, mientras el reverendo hablaba, musitaban un "sí, Señor, alabado sea tu espíritu).

Anoche vi la película de Mary Poppins. En uno de mis viajes de metadona depresiva me imaginé que yo era ella, y que cantaba alegremente un supercalifragilisticus, mientras lo alternaba con mis hechizos en extrañas lenguas extrangeras, haciendo que pequeñas escobas con brazos y mapos con brazos (esto ya es de Fantasia) hicieran toda la limpieza de mi apartamento. Desperté de mal humor y fue un pésimo día, que gracias a Buda terminó en la Barbarie.

Pero hay que tener cuidado con los sueños y la magia. Especialmente cuando uno padece de ADD. Por estar protegiendo mi mente de semejantes invasiones de espiritualidad santurrona cristiana, me fui en un exquisito viaje puberto mientras el pastor hablaba de los siete efectos de las tensiones neuróticas en la gente. Sólo recuerdo que musité un Símbelmine Necru Adesha, palabras que vinieron a mi mente solas, y ahi fue cuando El aquelarre de Goya comenzó.

"La primera tensión se manifiesta con la inhabilidad de hacerle frente a las demandas de la vida", palabras muy ciertas que yo escribía mientras la escena se desdibujaba ante mis ojos, y de repente las maestras comenzaban a quitarse la ropa y a gritar "¡Oh, Jesús, tú eres mi Señor!". Unas a otras se tocaban los pechos y se lamían los pezones en éxtasis, ante mis ojos incrédulos.

"La segunda es le deseo de alejarse de las dificultades que produce la tensión. A esto llamamos 'escapismo' y el escapismo produce culpa". Esas palabras me dolieron, y por un momento la orgía se disipó. Pero entonces, y ahora con un poco de resentimiento porque me cayó algo de agua encima, la orgía volvió, y en ella, el hijo del Reverendo, el Sr. Y le daba por el culo a su padre. Sonreí bastante divertido y satisfecho por el momento. Mientras los gritos y los gemidos pastorales se daban en el background, me dediqué a meditar en mis culpas. ¿Qué culpa tiene uno de escapar, si escapar a veces es la única salida? Si de escapar se trata, entonces todos los artistas somos escapistas, porque de alguna u otra forma, creamos mundos aparte, mundos distintos donde sincreamente nos gustaría mudarnos y vivir como dioses, porque después de todo, somos dioses de los mundos que creamos al hacer pinturas o escribir cuentos. Porque asimismo el mundo real es un asco, porque su escritor dice que está vivo cuando fue crucificado hace casi dos mil años, y aún hoy día lo siguen crucificando, una y otra vez.

"El tercer efecto de la tensión es el miedo a la muerte", dijo sonriendo el muy cabrón, en parte porque tenía razón, en parte porque en mi reinvención de la escena, su hijo le había dado un lechazo adentro. "La Biblia no habla de ello. Por eso, el miedo a la muerte es un temor adquirido". ¿Y qué? -me pregunté yo, mientras una de las maestras le metía la mano completa hasta el codo al maestro de educación física, quien a su vez se corría en la cara de la señorita maestra de kinder. Por supuesto que le tememos a la muerte, preo creo que eso es algo sano. Por ejemplo, mi temor a la muerte es lo que me motiva a escribir, a dejar algo hecho, una huella, que mi alma budista tenga como ancla en este mundo, que sí es terrible, muy terrible, pero muy bello. Pero por supuesto, el temor a la muerte es el castigo que pagamos los que cuestionamos a Dios, porque realmente Dios no es un dios de amor, sino una estrella que se apaga justo cuando estás a punto de tocarla con la yema de tu dedo, dejándote en la oscuridad de un infierno muy íntimo, producto de tu propia creación, lo cual está bien, porque es tuyo.

"Lo que sigue es un pavor al fracaso". Aquí tuve que hacer un alto en la orgía, dejar que la escenografía volviera a lo que es una reunión normal de maestros de un jueves a las 2:30pm, casi 3:00pm. Me permití una sonrisa. Luego volví a invocar el aquelarre. Mientras se clavaba a su hijo ahora y le apretaba las tetas a la maestra de matemáticas de secundaria, criticaba los matrimonios por capitulaciones, diciendo que éstos eran la semilla del divorcio. "El peor error que uno puede cometer en un matrimonio es decir:m 'esto es mío'", decía mientras le daba par de nalgadas a su hijo. ¿Dónde entonces quedan esos espacios sagrados que uno tiene donde no debe entrar ni Dios, ni la madre de uno? A lo mejor exagero, quizás me estoy volviendo igual de alarmista que ellos, pero en sentido contrario, pero entonces sonrío, porque eso significa que ante tanta luz en la bárbara Bárbara, hay un resquicio de negrísima y gótica oscuridad llamado Caleb.

"Después de esto viene el miedo a la humanidad, la falta de confianza en Dios", mientras yo decía en mi mente que el miedo a los demás viene de la falta de confianza en uno mismo. "Luego, el miedo a la autoridad, que Dios ha puesto aquí para que se respete". En ese momento, al reverendo le había crecido un bigotito de Hitler y en mi viaje de ADD conjurado (porque desde hoy ya puedo decir que he ganado la habilidad de conjurarlos) hacía la seña de Hail Hitler! con el brazo, mientras con el otro le soplaba una nueva nalgada a su hijo que todavía se estaba clavando. El reverendo dice que no se le debe tener miedo a las autoridades, pero que sí hay que respetarlas en todo momento. Sí claro, que le digan eso al hijo de Agustín Lara, el cantante argentino que murió sin brazos y desaparecido durante la dictadura en Argentina. La autoridad siempre debe cuestionarse, pienso yo. Lo que pasa conmigo es que aquí en Puerto Rico, los estatutos van a la par conmigo, por eso yo no obedezco las leyes, simplemente ellas están del lado de lo que yo pienso. En el momento en que así no lo sea, haré mudanza permanente a mi mundo creado.

"La culminación de todo esto es la rebeldía, que no es otra cosa que la máxima expresión de los miedos." Ya en este punto, el tripeo sexual del aquelarre había terminado. De repente se abrió el techo, como con la gente que los extraterrestres se raptaban en la película The Forgotten con Julianne Moore, el cielo se abrió también y de éste, cayó una gigantezca espada SoulCalibur que rajó en dos al reverendo. "Jesús nunca reaccionó, él accionó". Sí claro, porque en la Biblia no dice que Jesús, en ningún momento entró al templo, y al ver a los mercaderes les tiró sus mesas al piso. O, ¿qué me dicen de cuando Jesús llamó a los fariseos "prole de víboras"? Alquien que me diga si me equivoco o no, pero eso me parece bastante reaccionario.

Todo esto se reduce a la soledad. El ser humano, decía el hermano reverendo, es un ser muy solo, y eso debe cambiar. Yo digo que no, a mí me aburre la soledad a veces, me deprime, pero he aprendido a amarla, y entiendo que el ser humano tiene que hacer lo mismo.

Cuando ya no pude más, unas palabras de alivio me llegaron a la mente: Porta Me Diva Poppins!. En eso llegó Mary con su paraguas y me llevó volando lejos, muy lejos de mi asqueroso presente.