Friday, August 29, 2008

Diario de una puta humilde Cap. 2 Los carros

Diario de una puta humilde
Cap. 2 Los carros

Dejar una adicción tan fuerte como el sexo requiere inclusive pasar con tu auto sin mirar a los pasajeros del auto en el otro carril. Practiqué eso el día de hoy. Hace un mes atrás un tipo me miró a través del cristal. No era nada bello. De hecho, era bastante feo. Pero hubo algo en esa mirada, algo siniestro y placentero que me hizo latir el anillo del culo. Le sonreí. Me sonrió de vuelta.

Seguí mi camino. Iba en dirección a Coamo, a mi casa. El tipo me siguió y a través del carril me lanzó otra mirada bellaca. Mi corazón comenzó a latir. Caleb piensa, Caleb. Usa la fuckin’ cabeza. Y si este tipo saca un revólver y te mata. Y si te asalta. Pero no, ese soy yo, ahora en retrospectiva. Cuando el ano hierve el peligro acecha a escondidas, mucho más allá del rabo del ojo.

Puse la señal para el paseo. El tipo estacionó su carro blanco al frente del mío. Mi corazón latía. Mi culo latía más rápido. Hay algo en mirar adentro de las ventanas de los autos, que es lo mismo que mirar hacia adentro de las ventanas de la casa de un vecino. Uno quiere saber cómo gime la mujer del vecino cuando él se la clava, cuán hondo le llega ese bicho, si se la coge por el culo, si se le viene en la boca, si ella le mete el dedo por el culo para que él se venga, uno lo quiere saber todo. Hay algo de eso en la ventana de un carro, sobre todo con un tipo guiando. Cuando menos, uno quiere saber con qué mano se masturba, si se viene a chorros o simplemente de desborda la leche, si se traga su propia semilla o se limpia con una toalla.

El tipo se bajó. Intercambiamos números telefónicos. Siguió su camino. Nunca lo llamé. Y le di un número falso. Pero en mi mente, el daño ya estaba hecho.

Hoy es 29 de agosto de 2008. No miré a absolutamente nadie. Ahora le tengo terror a los cristales de los carros. Habrá que ver si le tendré el mismo miedo a quienes los conducen.

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