El olor entre las piernas, cap. 75 Puerto Rico grita
Esta columna no es para política. Por esa razón no había dicho absolutamente nada sobre lo que muchos de nosotros, los puertorriqueños despiertos, predijimos que sucedería en el país. Todavía estoy esperando la guerra civil, como epítome y resultado final del descontento general. Me encantaría que comenzara por el Capitolio, limpiando la casa, cortándole las cabezas en una guillotina pública a todos esos cabrones legisladores y senadores de mierda. Me fascinaría que la primera cabeza en rodar fuera la de Chiquitota, y que le siguiera la de Roselló, y la de Norma Burgos.
Dos cosas que sí me parecieron geniales, fueron la marcha de Puerto Rico Grita (convocada por Funky Joe y el Gángster, a quienes hay que felicitar por pasarse las amenazas del pendejo de Topy Mamery por el culo) y el anuncio en Televicentro. La historia no los perdonará… ni yo tampoco, porque todos los cambios REALES en la historia se han dado después de derramar sangre, y eso, sigo sosteniendo, es lo que le hace falta a este país. Y lo digo sin tapujos, aunque parte de esa sangre que se derrame sea mía o de alguien querido. He pensado incluso en alguna maldición sanguínea, lo suficientemente fuerte como para condenar al país entero a un siglo más de tortura, pero que sea una tortura de transición, porque aquí la gente le tiene terror a moverse. Sería algo así como pegarme un tiro en la mano, volármela pal carajo, y dibujar un pentagrama con ella en el piso, frente al Capitolio. Me llegan las palabras. Accurdia Rimembra Digrazia Inférnaga…
Cuando comencé este libro, que tenía en mente hacerlo en libro y no en forma de blog, tenía muchas cosas en la mente. Sólo había una clara: que quería describir a San Juan, y a Puerto Rico entero desde su gente, conociendo distinta gente y rescatando sus historias del olvido. En ningún momento estaba en planes convertir la columna en un espacio para el debate político, porque como manejador de ese tipo de foros, el papel se me queda muy grande por falta de conocimiento.
Algunas veces me puse poético y saqué columnas tituladas ESPIRALES, o como las llama un amigo lector, las “columnas de crisis”. Hubo momentos en que este libro tenía el indiscutible sabor a memorias, o novela autobiográfica. Pero creo que me inclino, porque me lo dicta la voluntad última, por la simple columna cuya única pretensión es la crónica descriptiva de la ciudad, no por sus edificios y lugares históricos o de interés, como San Juan: ciudad soñada, sino a través del elemento más humano, únicamente humano: su gente pobre, trabajadora, en cuyas espaldas descansa el mundo, y gracias a quienes, éste se mueve.
Me dio mucho gusto ver a Puerto Rico alzao. Entiendo que el pueblo se lo debía a sí mismo, aunque todavía se debe mucho más. Me encantó ver como las masas, la turba iracunda de todos nosotros, los plebeyos estuvimos allí en cuerpo o espíritu. Por si acaso, Manuel, yo no fui a la marcha porque tenía trabajo (mi marido se quedó sin empleo y yo tengo que correr con los gastos de ambos en lo que se resuelve su situación), pero mi pariente fue a pelear por sus derechos y sus habichuelas, que no siempre son lo mismo, y tuvo mi apoyo incondicional.
Eso sí, pude recoger varias historias de mi gente querida de este país. Hubo varias escuelas en el país a las cuales se les debe otorgar un premio, porque no hay mejor palabra para describir sus acciones que HEROICAS. Siguieron operando en el mejor interés de los niños, porque para esos maestros que fueron valientes y siguieron trabajando sin sueldo, y los padres que se unieron al plantel como conserjes y empleados del comedor voluntarios, los niños son primero. A los maestros que se tiraron a la calle, los felicito también, porque demostraron, de una manera muy distinta, que para ellos también los niños son primero, pues el país NO PUEDE CORRER SIN MAESTROS. ES IMPOSIBLE. Así de simple.
Quisiera aprovechar el espacio para disculparme con mis lectores. Estoy consciente de que esta columna ha perdido mucho de su sabor original. Esto se debe a que estoy pasando por una etapa en mi vida en la que casi no tengo saliva para gritar, ni cosas qué decir, mucho menos ganas de escribir. Estoy agotado, y cansado de escribir desde la oscuridad y el cansancio. Ahora quiero aprender a escribir desde la nota high, desde la alegría, desde el espacio de alguien que promete parar de sufrir y lo cumple, pero hacerlo bien, sin hacer el ridículo de Coehlo. A mis lectores: Maren Daganda Shambala Pacienza. Paciencia, por favor.
Tuesday, May 16, 2006
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