El olor entre las piernas
Cap. 71
La cancha de la Comunidad Figueroa
Hoy parecía un buen día para montarse en el carro, buscar alguna forma de evadir el tapón de las 5:30pm, y tirarse por ahí a buscar algo más que urbanizaciones a las que la AEE les corta los árboles hasta dejarlos en tucos con tal de no tener que venir a podarlos dentro de 6 meses. Esta columna bien podría prestarse para criticar masivamente esa acción, y de paso, darle una bofetada a los ingenieros que habitan en el cénit de esta ciudad. Asimismo podría prestarse para destruir a mi gente por lo vaga que es, pues qué rayos es eso, de no querer volver dentro de 6 meses a realizar una labor que les toca? Adónde se ha ido el placer por un trabajo bien hecho, la satisfacción de realizar la labor que a uno le toca, como parte de un todo social? Pues eso, en este país se perdió hace más de diez años atrás, y estoy siendo compasivo. Pienso que debemos asumirlo como grupo, que somos vagos, aunque no lo seamos, para así tener por lo menos, un punto de partida. Es como el conserge del piso 5 de Torre del Norte, mi piso. El tipo no hace nada, viene a chulear con las chicas del piso 4 y no limpia ni hace nada. Están locos por despedirlo, pero no pueden hacerlo porque está unionado. Que no puede usar químicos fuertes porque le da asma. Pues que renuncie y abra la plaza para otro que sí quiera trabajar, coño! Esta semana, otros tres muchachos de mi piso y yo le sacamos fotos a los baños de nuestro piso. Una costra marrón-púrpura creció en los azulejos del piso de las duchas, mientras que se podía leer claramente CONSERJES PUERCOS! en las losetas de las paredes de las duchas, pues alguien escarvó las letras de entre la costra blanca que deja el jabón después de más de un semestre sin echarle lejía, o raspar las losetas con una esponja de BRILLO. Hicimos unos fliers en forma de protesta que pegamos por todos los pisos, por el sótano (que funje como oficina del equipo de mantenimiento) y la oficina de la directora de la Residencia, todo esto a las 4:30am. Los fliers leían consignas como: "Así de puerco debes ser en tu casa...", "Si no quieres trabajar, dale tu plaza a otro", y "Si no limpias hoy este chiquero, mañana te pediremos la renuncia e iremos al periódico Diálogo con estas fotos".
Pero esta columna no es para eso. Este escrito es mucho más compasivo que una simple diatriba contra un país negligente que atraviesa por un período de negación.
Como dije, hoy era un buen día para perderse por algún resquicio de San Juan. Paseaba por la calle Cerra y decidí meterme por lo que resultó ser la Barriada Figueroa. Me pareció interesante ver las casas apiñadas unas casi encima de las otras, dejando poco espacio en sus calles, claro con automóviles estacionados a ambos lados de ésta. Los niõs y jóvenes llegaban caminando de las escuelas, con distintos uniformes: unos de camisa amarillas, otros de camisa color vino, faldas azules, y verdes. Entre las calles Villamil y Las Palmas, se erige una gran caldera circular, que me pareció la cisterna de la urbanización. Pero me impresionaron dos cosas, más allá de la cisterna. Un poco más arriba, en la distancia, dos perros machos hacían el amor entre la basura, sin que nadie los interrumpiera, sin que a nadie le diera asco, un acto muy natural entre ellos. A la vuelta de la esquina, corriendo un poco más en el Buga, mi auto, me topé con la cancha. Tenía un letrero que leía: CENTRO RECREACIONAL COMUNIDAD FIGUEROA. La cancha estaba circundada por una verja perfectamente labrada, refungiando en su vientre a unos muchachos descamisados que ostentaban cuerpos perfectos a fuerza de trabajo duro, hambre y baloncesto, de esos cuerpos fibrosos que el sudor sólo puede acentuar más. Jugaban tranquilamente, sin preocupaciones, enseñando la mitad de sus calzoncillos, mientras algunos adultos hablaban en la calle amenamente, guardándoles el juego, asegurándose de que no se perdiera la cancha entre adictos y tiradores de drogas migratorios. Me pareció tan familiar que enseguida me entristeció saber que a esta comunidad le queda poco tiempo, antes de que el aire general de Puerto Rico la contamine con su violencia, y se interponga la vagancia y nadie quiera luego hacer nada.
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2 comments:
mi don elias nieves...pensemos que aun hay esperanzas, dicen q es lo ultimo que se pierde.
un abrazo.
jo
la hay, siempre y cuando uno decida hacer algo al respecto. nos quedan dos caminos, o nos quedamos y echamos el resto o nos largamos para otro país.
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