El olor entre las piernas
cap. 52
El pequeño Lestat
Esto será corto y rápido, tal vez porque me obliga a cuestionarme si realmente tengo lo que se necesita para ser un maestro. Me doy cuenta de que no.
La semana pasada, lo que envejece este escrito, mi grupo de sexto grado estaba muy incordio. Entre ellos, uno de mis estudiantes favoritos, a quien llamaré "Little Lestat", no paraba de llamar la atención e interrumpir mi clase. En el momento preciso en el que me trancó los bolos y me sacó por techo, agarré una goma Lion y le tiré con ella. Sin quererlo, le di en la cara.
En eso momento toda la clase se quedó pasmada, incluyéndome. Hubo un silencio sepulcral, como el que debió haber desde el principio, para yo poder dar mi clase. Había cruzado una línea que no debí pasar nunca. El pequeño Lestat se levantó llorando (es uno de los mayores de la clase, porque vino de Estados Unidos y tuvo que repetir un grado), y se fue a la oficina del director. Quise detenerlo, retenerlo cobardemente en mi salón hasta que se le pasara, cosa de no meterme en líos mayores, pero no lo hice. Creo que en ese momento lo único que realmente quería hacer era autoflagelarme.
Lestat regresó con el director, quien me preguntó, muy de buenos humores y ánimos, qué había sucedido. Le dije muy tranquila y pacientemente que el pequeño Lestat no paraba de hablar e interrumpir mi clase, que me faltó el respeto y que le tiré con una inocente goma Lion, y que gracias a mi puntería tan pésima, le di en la cara. El director se limitó a decirme muy tranquilamente que eso no podía ocurrir nuevamente, que le pidiera disculpas al pequeño Lestat, cosa que hice al momento. A continuación, el director le dijo al niño que le tocaba a él pedirme disculpas, cosa que hizo inmediatamente. Luego de ello, el niño entró al salón de clases, y el director se quedó hablando conmigo TRANQUILAMENTE sobre otras cuestiones que no venían al caso, como si fuera intencional el no querer darle demasiada importancia al asunto. Yo me sentí muy mal, porque verdaderamente quería flagelarme hasta sangrar las culpas. Así que fui a la oficina de la orientadora. De seguro ella me castigaría con los crudos sarcasmos que necesitaba para expiar mis pecados.
Al llegar allí ella me esperaba, como una pitonisa que sabía ya de antemano lo ocurrido. Ni siquiera me dejó hablar. "Usted es un excelente maestro, y estas cosas suceden. No se preocupe por nada. Vaya con Dios." Y con esa me dejó, estupefacto, sin realmente saber cómo reaccionar.
Pasaron dos días antes que pudiera mirar al pequeño Lestat a la cara. El tampoco se atrevía mirarme. Cuando terminó la clase le dije que se quedara, que tenía que hablar con él. No me dijo nada, simplemente me abrazó y me dijo que yo era el mejor maestro que había tenido en su vida. No supe qué decir, y como todavía necesito autoflagelarme, y para que este escrito no parezca una mierda de esas de Paulo Coehlo, he decidido, con mucho pesar, que la Bárbara Ann Roessler, a.k.a. la bárbara Bárbara queda off limits de ahora en adelante. En este libro, una sombra oscura se la traga y la borra de la faz de San Juan, una sombra oscura que cobijará a aquéllos que merezcan ser cobijados, como mi pequeño Lestat, cobijados en el más dulce de los olvidos, para que se cumpla el ciclo de los flagelados y pueda yo dormir en paz.
Sunday, September 25, 2005
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2 comments:
a veces quien mas nos importa, es quien mas nos duele...no se si es cosa de vernos reflejados, de alguna forma u otra, en esa persona...lo que si creo es q esa valorizacion nos hace caer en tiempo y se traduce como oportunidad para que TODA parte involucrada-el yo, el otro y la memoria que se refleja subconsciente en ese otro - crezca y no carezca precisamente de ese yo, de ese otro y de ese reflejo...eso construye futuro y alberga posibilidades, lo importante es pausar y saberlo reconocer. Lestat te lo ha hecho ver..quizas, tu tambien se lo has hecho entender a el atemprana edad.
sin acentos, jo
Sin palabras... Wow!
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