Thursday, May 26, 2005

el olor entre las piernas cap. 26 Dávila

El olor entre las piernas
Cap. 26
Dávila


El viento y la suave luz de la ciudad me traen de vuelta el nombre de Angel Dávila en un suspiro gótico. Todo para recordarme que aquéllos que conoces, una vez los conoces, jamás los olvidas realmente. Me pregunto si todavía está vivo.

Angel Dávila era mi supervisor cuando yo trabajaba para la Línea de Maltrato de Menores y Emergencias Sociales 9-1-1. tan pronto como lo conocí me cogió cariño, tal vez demasiado, asimismo yo a él. Por eso fue tan duro el golpe cuando un día, así como así me dijo que tenía leucemia y que le quedaban cuatro meses de vida.

Hoy la brisa me llega con su nombre, sin cuidados ni consideraciones a mi tierna condición de salud, para traerme taquicardia con su llamado. Hace algún tiempo atrás leí que cuando a la mente arriban ideas de esta o similares formas, significa que alguien está pensando en nosotros en momentos de crisis. ¿Estará agonizando en este momento? ¿Muriendo tal vez? Pensamientos como estos me entretienen por el momento, mientras la luz del día pasa de la suavidad a la casi inexistencia, a la vez que comienzan a caer las primeras gotas de lluvia de esta mayo tan peculiar. Nunca había vivido un mayo tan lluvioso como éste.

En aquella época, Angel se había dedicado a trabajar por simplemente sentirse bien. Había comprado unas acciones en la Coca-Cola y éstas le habían rendido fruto suficiente como para no depender de su trabajo, procurarse unos últimos meses de vida de descanso y felicidad perpetuos, y que le sobrara algo para heredarle a su sobrino.

En aquellos momentos me inventé la historia ingenua de que era VIH+. En principio la utilicé para espantar prospectos poco elocuentes que se me acercaban con intenciones mezcladas de benignidad y nebuleo. Jamás me hubiera imaginado que el cuento del nene y el lobo se juntaría con la fastidiosa Ley de Murphy para hacer mis inventos realidad, dos años y medio después. Angel fue uno de esos prospectos que llegaron para querer quedarse, pero que despaché sin la más mínima compasión. Tuvimos sexo una sola vez, sin protección, pero él estaba mega ebrio, y después de dejarme su semilla en mis regiones septentrionales, se quedó dormido. Asimismo me fui del motel y de su vida, para olvidarlo hasta hoy, que el viento y la lluvia me trajeron su nombre. Tal vez es la semilla de su muerte la que me palpita en las regiones más meridionales de mi pecho. Al oeste, siempre al oeste.

El dolor lo dejo desgarrando estas páginas como latidos incircuncisos, retromeláncolicos para dar paso a nuevos y más noveles sufrimientos. Me quedó mal y feo lo que les hice a muchos, me refiero al cuento del lobo, por supuesto. Ahora lo pago con un petite inver, un pequeñito infierno que me tragando como un hoyo de viento, como los personajes de mis cuentos más raros, como Rocco de “Intagible”, los hoyos se abren, ya no para guardar todo tipo de objetos, sino para esparcirme por el mundo.

Angel llegó para acordarme de que he sido tan puto, que como dicen los ingleses, I’m all over the place. Esto tiene que parar. Necesito la luz suave nuevamente. La luz que viene de estar rodeado de muertos. Si el dicho de “dime con quién andas y te diré quién eres” es cierto, entonces estoy jodido, por estar tan rodeado de muertos. Ya puedo ir poco a poco contándolos, y marcando en el calendario con una X (because X marks the place of your doom) todos los días en que se me aparecen entre las multitudes. Sandy… Reynaldo… Spikey… y ahora el viento me trae a Dávila… God have mercy on us…

Tuesday, May 24, 2005

el olor entre las piernas cap. 25 narcolepsia: ambiens o la falta de

El olor entre las piernas
Cap.
Narcolepsia: Ambiens o la falta de


Hoy promete ser una noche de esas, en las que el abanico de pedestal sostiene interminables conversaciones conmigo y mi almohada, uno de esos nocturnos en los que extraño muchísimo los atentados de Marilyn Manson de dejar a la gente en estado shock. Hoy es una de esas noches sin fin en las que los carros de Santa Rita confabulan para formar un gran coro alarmado. Esta es una de esas tantas noches al año de las que Shakespeare hablaba en su “Sueño de una noche de verano”, porque es mayo y estamos en verano, porque hace calor no importa cuánto llueva, porque tengo fiebre sin importar las cuatro veces que me he bañado ya en las últimas dos horas, duchazos de agua fría de la cisterna de la Resi. Hoy es una de esas noches narcolépticas de las cuales no puedo escapar, porque no me queda nada de la receta de Ambien.

Leer no haría mucho cambio. Se me antoja esta noche, una perfecta para mirar el cielo crema de mi habitación, donde no importa cuán azules sean las paredes, o cuán amarillas, todo parece beige. Mis libros me miran riéndose de mí, asimismo mi libreta de dibujo, mi copia de Cómo dibujar comics de Kung Fu de Man Wei Cheung, traducido del chino mandarín al inglés al español, un español muy malo, dicho sea de paso, en fin, hasta los CD’s de música sacrílega de ríen de mí, inclusive los de Marilyn Manson que Juancarlos me quemó. Es que Marilyn ya no mece mi cuna para ayudarme a dormir, aun cuando recuerdo que así solía ser no hace mucho tiempo atrás. Pero con los carros de Santa Rita en coro y las pesadillas del VIH a la esquina del cuarto, de repente me dan ganas de orinar y me veo de frente a una decisión: ¿Debo ir al baño? ¿O mear en el lavamanos de mi cuarto? ¿O debo sacármelo por la ventana y echarle un aventón amarillo al residente que menos se lo espere? Hum... Decisiones...

Hoy comencé a “tabular” las entrevistas que irán en mi libro El paraíso desplomado. Hasta ahora he entrevistado a la loca de Awilda, quien no ha parado de hablar de su gata Frida, a Bárbara Forestier, mi jefa editora y escritora Marielba Cancel, Angelito Lozada, con quien he descubierto en las últimas semanas más terrenos en común de los que esperaba, a Juancarlos López, que se ha convertido en mi mejor amigo, mi paño de lágrimas y a quien primero le dije que soy VIH+, y a Edwin Sánchez Figueroa, a quien por alguna razón tonta y estúpida, lo persigue la muerte (broma interna entre dos). No puedo esperar a entrevistar a uno de mis escritores favoritos, Rafael Acevedo, así como a Noelito Luna, por quien debo confesar que he profesado amores platónicos recurrentes una que otra vez. Este último me pone la piel de gallina, no sé por qué. Debe ser que siempre he considerado que su poesía es inspirada por un dios tirano muy mecánico, frío y calculador. Esto, por supuesto, es un halago, según mis intenciones. Las sirenas de la calle, los guardias lucidos y el coro de alarmas angelicales de los carros de Santa Rita componen la poesía de Noelito, que no es otra cosa que poesía concebida muy calculadamente, cada palabra siendo una pieza dentro de un reloj perfecto cuya cuerda no cederá nunca. Su poesía tiene la delicadeza y el ingenio frío de los elfos de Tolkien, no tengo otra forma más de describir su trabajo. Y eso me aterra, porque no sé cómo abordarlo. ¿Cómo hacerlo, si su cara se aparece en mis pesadillas burlándose de lo poco poeta que soy? Asimismo la de Juancarlos, riéndose de lo poco cuentista que soy. Por supuesto ninguno de ellos me ha hecho semejante burrada, pero mi pituitaria me juega bromas crueles, masturbando mi paranoia. Hace una semana leí un cuento que Juancarlos terminó, y que no se lo había dado a nadie más antes de mí. Eso me halaga. Fui el primer lector en estrenarlo. Fue un cuento que me dolió, porque en parte, no sé cómo diablos a mí no se me ocurrió escribir sobre eso. Debe ser que estoy perdiendo mi filo de juego. Y esta noche, todos los rostros se aparecen para no dejarme dormir. Son unos cabrones, siempre saben cuándo hacerlo. Cuando el coro de alarmas de Santa Rita confabula con la receta de Ambiens, que se me acaba de terminar. Podría comenzar a hablar sobre la Ley de Murphy. Pero no pienso torturarme más. Debo dormir. Tengo que. Sino mañana será un infierno entre las pastillas para bajar de peso, las batidas de proteína, las vitaminas para el VIH, y el sueño milenario de noches sin dormir desde que el mundo es mundo y Caín mató a Abel. Sí, creo que el insomnio comenzó con ellos.

Se me antoja ponerle un nombre a mi almohada, bautizarla de alguna forma para que me acompañe a la casa del Sandman. Tal vez debo ponerle Marilyn, pero ni Manson, ni Monroe. Marilyn Ambien. Suena bien.

el olor entre las piernas cap. 24 los comics o el futuro de la literatura

El olor entre las piernas
Cap.
Los comics o el futuro de la literatura


Debe ser que me estoy cogiendo un break de la supuesta “literatura de verdad”, que por cierto, no creo que en ella; porque los últimos tres meses he empezados a leer libros, y los he dejado quietos en el escritorio, atados con bookmarks donde me quedé. Así me ha pasado con Siddharta, Historias de cronopios y de famas, Reservation Blues, Fracatán de tirabuzones, Los jardines secretos de Mogador, Gaijin y Septiembre. Los he dejado porque me he interesado en las novelas gráficas de Vertigo. Desde que leí la épica de Sandman, de Neil Gaiman, no se me ha pasado la fiebre, especialmente desde que salió la película Constantine, basado en los comics de Hellblazer que son los que estoy coleccionando ahora mismo, cuyo personaje principal hizo su primera aparición en Sandman. Esto es lo genial de estas series. Los personajes pueden ser cualquiera de nosotros, en un solo universo visto desde focos distintos, pero relacionados, donde las relaciones se dan a través de cameos de personajes de una seria a otra. Me parece grande y muy bien hecha la serie de John Constantine, un rubio inglés que siempre viste con gabardina amarilla, que es brujo y mago (hay una diferencia entre ambos términos, por eso no se escriben igual), y que se la pasa cazando demonios, mandando a los ángeles al carajo, y huyendo de Dios y del Diablo (este último siendo en realidad un triunvirato entre Lucifer, Beelzebub y Azazel, triunvirato que existe también en Sandman). Es un mundo en el que me gustaría vivir, en realidad, aunque sea en cuartillas. Lo cual me lleva a las traducciones del término comic en otros idiomas.

En italiano le dicen fumetti, porque las nubecitas de texto parecen eso, humo. En francés le dicen un frío bandes dessinées, término que no me agrada para nada. En español le dicen paquines, lo cual me parece muy pintoresco. En Japonés es manga, con la cual me he obsesionado en los últimos años. Pero la traducción que más me tripea del género es la portuguesa: historia em quadradinhos. Eso mismo. Vivir en cuartillas.

Si alguien hiciera un comic sobre mí (eventualmente lo haré yo mismo, ya que me encuentro incursionando en el género, en ese y en el graffiti, pero no se lo digan a nadie), creo que me gustaría salir desnudo en cuatro o cinco cuartillas. Pero de espalda, porque creo que la mejor parte de mi cuerpo son mis nalgas. Lo que en inglés llaman un “bubble butt”, algo muy apreciado en los círculos queer. Me gustaría aparecer con un “sidekick” al estilo manga, uno de esos peluches/muñequitos/animalitos-extraños que aparecen a menudo en los cómics de Japón, el mejor ejemplo siendo Pikachú, ustedes ya saben de qué serie, espero no tener que decirlo. Creo que mi “sidekick” se llamaría Hatsumono, como la geisha villana de Memorias de una geisha, que sí la leí, aun siendo una novela no-gráfica. Sería una carita alegre amarilla, pero bien a lo japonés, como en los anuncios de “Adult Swim” de Cartón Network, que me tienen fascinado porque enseñan fotos de lugares de Japón y lo que se está haciendo allá con el arte del graffiti.

Creo que he divagado mucho entre géneros. Es hora de decir a lo que vine. El comic debe tomarse en serio por muchas razones. Entiendo que, siendo un híbrido entre el arte plástico y la literatura, debe entenderse como tal: un género reciente y nuevo, pero con todo el peso y la solidez que se merece, digamos en gran género de la poesía, o el de la escultura. Otra razón es que el comic se me antoja como el futuro de la literatura como tal. Si Rubén Ríos Ávila llega a leer esto, me da con la laptop en la cara, asimismo Mara Negrón. Pero creo que Malena Rodríguez estaría de acuerdo conmigo. Piénsenlo. Nuestra cultura es cada vez más visual. Vamos por ese camino, y no tiene vuelta, salvo cuando en un futuro la gente se harte de la cultura visual y retorne a las letras inilustradas, aquéllas que tanto me enamoran también, por ser de lo que se trata la verdadera magia y brujería (ojo, que no significan lo mismo, por eso no se escriben igual): ver las imágenes entre letras, entre palabras; las acciones entre párrafos y diálogo. No puedo decir más: simplemente estoy enamorado de los géneros. De todos ellos por igual.

el olor entre las piernas, cap. 23 la maldicion del semen o porque nunca voy a llegar a ser budista

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS
CAP. 23
LA MALDICIÓN DEL SEMEN O POR QUÉ NUNCA VOY A LLEGAR A SER BUDISTA


Creo que tiene que ver con las distintas formas que tienen los penes. A las feministas que me perdonen lo falocéntrico de esta columna, pero me lo tengo que sacar del sistema. Las penes curveados cuando están erectos me hacen la boca agua. Soy asiduo fanático de la pornografía, específicamente de las películas gay de la compañía Treasure Island, cuyos “actores” se dedican a tener sexo bareback, a hacer cosas bien puercas como fistings, felchings y snowballing entre otros. Todavía no digiero muy bien los watersports, y espero nunca poder hacerlo, gracias y buenas noches.

Decía que la pornografía, de la cual nadie todavía ha dicho algo bueno que valga la pena decir y leer, es como una taquilla barata a la petite morte, pero es más que eso. Hay algo de belleza artística en la selección de los cuerpos, las caras, las sonrisas que serán bañadas de semen, los ojos que revelan unas ansias de tener sexo casi animalísticas, los oídos que se ponen rojos junto con las caras, esa rojedad me acuerda mucho la trilogía de Anne Rice de Sleeping Beauty que todo escritor debe leer, junto con las dos novelas bellacas de Mayra Montero, en fin que hay algo bello que nos acerca al aspecto más impermanente del alma humana, que creo que no tengo que decir que es el sexo. Y hay algo más allá del mero voyeurismo, una satisfacción en ver esos rostros enrojecidos de la vergüenza y la humillación ante las cámaras, vergüenza y humillación a las que uno accede por sexo, ante los actos más deplorables pero más satisfactorios de la gama sexual humana. Porque no hay nada más humillante que le unten manteca de cerdo a uno en el culo, y que se lo vayan abriendo hasta que el puño del verdugo penetre completo hasta el codo. Y sin embargo, es una de las prácticas más regocijantes del sexo. En fin, que en esos rostros humillados hay belleza, de la artística. Que ahora no me caigan los chinches de la gente ultraconser, que no me caigan arriba diciéndome que qué horror, que ¿cómo puede la pornografía ser arte? Yo sólo puedo decir que personalmente, tengo la habilidad mutante de encontrar arte donde los demás no lo ven.

Alguna vez quise participar en una película porno. Creo que en determinado momento es el sueño de todo hombre gay en sus años de “formación”. Ahora viene y caen los chinches otra vez. No sé por qué nunca lo hice, debe ser porque en mi mente, la ocupación de “bañista” me inducía la fantasía de una película porno. Debe ser por el clichoso “¿y si nos cogen en el acto?”. Pero todo esto es una razón más por la cual sólo puedo incorporar aspectos del budismo en mi vida, pero no puedo ser budista del todo. No tengo esa fe que se necesita para soportar, tan sólo la primera de las cuatro verdades del óctuple camino: la conducta correcta. ¿Qué es eso? Que el Dalai Lama me lo defina, porque yo de por sí no entiendo cómo es posible que un budista pueda llegar a ser el DL (que presupone en las mentes de algunos que este hombre ha terminado su ciclo de reencarnación), y que aún así sus posturas sean exclusivistas, aún con la supuesta simpatía hacia otras religiones. En una entrevista que le hizo el Sr. Cabezón (sí, no se rían, ese es el nombre del periodista, puedo probarlo, lo juro) al Dalai Lama, éste último dijo que sólo los budistas, y dentro de los budistas, la rama yogakana, pueden alcanzar la “liberación”, o sea en cristiano, la salvación. O sea, más exclusivismo, otra de las razones por las cuales nunca podré ser un buen budista. Sin embargo, Kwan Yin todavía me sonríe desde su postura de lotus, muy estatua ella, sentadita tranquilita en mi biblioteca. Kwan Yin no tiene pene, porque es una diosa, y muy feminista, para que lo sepan. Lo digo irónicamente, porque no creo que haya ser feminista que pueda ser diosa de la misericordia.

He decidido renovar mis lecturas de Anne Rice. Al carajo la búsqueda de lo sacrosanto (como en el discurso de la huelga de la IUPI, pero esta vez, no lo sacrosanto de la universidad). Griffiths, Vivekananda, Alston, Ducasse y el Dalai Lama me la traen atónita y perpleja. Y muy hecha cantos. Al carajo Nazinger como nuevo Papa y su Introducción al cristianismo, que no es otra cosa que una manera más de introducirte el cristianismo por el culo. Me tienen harto todos, asimismo la maldición del semen, porque ese es el precio a pagar cuando se es tan asiduo a la pornografía como yo: estar condenados a ver la leche correr, una y otra, y otra, y otra vez, como un círculo kármico que jamás terminará, hasta que yo sea el próximo Dalai Lama.

Monday, May 23, 2005

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS, CAP. 22 canciones desconocidas

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS
CAP. 22
CANCIONES DESCONOCIDAS


La otra noche estaba escuchando AR2 (Alpha Rock 2) y tocaron una canción que comienzo con un intro algo así como cuando uno está en las afueras de una discoteca, que se nota que adentro la música está cabrona, pero como uno está afuera, lo que reciben los oídos es algo lejano, opaco y diluido. Así comienza el intro, para luego dar paso a una voz muy Lenny Kravitz (estoy sólo casi seguro de que la canción es de él). Lo único que me hace dudar es que la canción es demasiado hardcore para estar en el mismo álbum que está “Lady”, y aunque este poprockero de mierda es bien variado en los sencillos que te tira en un CD, no lo es tanto como para que esa canción sea de él. Aunque quién sabe, él siempre me sorprende.

Mi obsesión con la música comenzó con las canciones desconocidas que tiran en la radio desde tiempos inmemoriales, sin ser identificados por los putos locutores. Puedes escucharla cinco veces al día y si no te dicen quién la canta, o no ves el video en MTV, MTV2, MTV LATINO, MTV Tokyo, o cualquiera de sus variantes, no puedes desprenderte de ella y seguir con tu vida. Porque una canción desconocida es eso, una espinilla en la espalda que te pica y no tienes acceso a ella para sacártela, y no puedes ir adonde alguien que te la saque porque últimamente la gente está muy fina y no le gusta bregar con los barritos de los demás. Lo que me lleva a estipular que la primera canción desconocida fue “It must have been love”, de Roxette. La escuché una vez en la radio, en alguna de esas estaciones locales latinas de Hartford que tratan de ser tan variadas que caen en el ridículo (el único equivalente que he encontrado en la radio de aquí siendo KQ-105). En aquel momento no se preveía que el arte de la nación se tornaría en el “mindless entertainment” que es hoy. En aquel momento no sabía tanto de música. Había que conformarse con estas canciones y las de Mariah Carey y Celine Dion: baladuchas insípidas que no decían nada. Aún así adoraba la canción, sin saber quién diablos la cantaba. No vino a ser sino hasta 12 años después, ya en Puerto Rico y muy muy tarde en mi vida, que vi por primera vez Pretty Woman, y al final de los créditos decía que el grupo Roxette cantaba la canción. Me pareció una muy buena idea ir rápidamente a comprar el CD que tuviera la canción, hasta que vi un CD de ellos en la tienda de discos que se llamaba así como así: “Baladas en español”. Nada más, porque no había que elaborar. Me aconsejaron fuertemente no comprar nada de ese grupo, y hoy en día agradezco no haberlo hecho. Mis gustos musicales han dado un giro demasiado 360.

La fiebre del momento era el alternative. Era el año 1993 y todavía estaba en Hartford. “Dreams” y “Linger” eran los exitazos, y The Cranberries era una fuerza indomable de la naturaleza perdida de los loners como yo. El giro comenzó ahí, ese año, con ellos, fue que me enamoré del rock alternativo, pero más que eso, comencé una relación monógama con las canciones bien escritas (aquéllas que se pueden leer como poemas, por su alto lirismo). Inmediatamente llegaron Fionna Apple, Sarah Maclachlan y Alanis Morissette para halarme de los pelos a un mundo de notas gritadas y poesía endrogada, un mundo donde las bofetadas se dan con palabras y la voz es como la imagen: nada. Las canciones desconocidas no se hicieron menos: a Björk y a Tori Amos las conocí en una de mis muy frecuentes e interminables llamadas molestas a la emisora. Tori... con ella aprendí a escribir poesía, con la primera canción que escuché de ella en toda mi vida “hey Jupiter” No one’s picking up the pone, guess it’s me and me, and this little masochist, she’s ready to confess, all the things that I never thought, that she could feel and, hey Jupiter, nothing’s been the same, so are you gay, are you blue, thought we both could use a friend to run to… y por ahí va la cosa.

Mi obsesión por las canciones desconocidas me llevó a enamorarme de los grupos Nightwish y Mägo de Oz. El primero porque lo escuchaba todos los días, resonando hacia fuera del cuarto cerrado de mi vecino en la Resi, el segundo en una de mis más recientes llamadas furiosas a Alpha Rock porque los cabrones locutores de esa emisora nunca dicen quiénes cantan las mejores canciones que tocan. Nightwish es un excelente grupo de lo que algunos llaman “speed progressive” y otros “power metal”. Es lo mismo para mí. Se trata de la nueva generación de herederos del metal de los ochenta, de grupos como DreamTheatre, Sepultura, Manowar, Metálica (en sus comienzos, entiéndase sus primeros tres álbumes) y Queensreich, entre otros. Se trata de una “sinfornicación” (sinfonía + fornicación = me he inventado el término) del rock pesado. En estos grupos siempre hay un tipo que canta con falseto, elevando su voz a octavas nunca alcanzadas por un hombre de cualquier otra forma. Asimismo los temas de las canciones son casi siempre estilo Lord of the Rings, temas de fantasía pura, donde casi siempre el álbum entero es una historia cantada en varios actos (canciones). Nightwish emplea a una chica, Tarja Turunnen (una soprano finlandesa) para lograr este efecto y canciones de niños muertos, y niños que nacerán pero no todavía, así como de dioses y mujeres violadas por ellos. Mägo de OZ es más ambientalista, y eso me excita mucho de ellos, además de que su rock pesado es en español. Es la única banda que conozco en este idioma que vale la pena escuchar. Toda la demás música en español (desde que Ricardo Arjona se desmusicalizó completamente, y desde que Shakira se pintó el pelo de rubio para hacer el crossover) me parece insípida, desnutrida, y no vale el martirio a mis oídos. Son canciones que por mí pueden permanecer desconocidas.

Lo que me lleva a Lenny Kravitz y la desconocida del momento. Todavía no sé quién la canta. Tendré que hacer una llamada molesta o furiosa, depende de cuánto tiempo me dejen esperando en el cuadro, escuchando más música insípida y desconocida de fondo.

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS, CAP. 21 LA MALDICION DEL SEMEN O PORQUE NUNCA VOY A LLEGAR A SER BUDISTA

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS
CAP. 21
LA MALDICIÓN DEL SEMEN O POR QUÉ NUNCA VOY A LLEGAR A SER BUDISTA


Creo que tiene que ver con las distintas formas que tienen los penes. A las feministas que me perdonen lo falocéntrico de esta columna, pero me lo tengo que sacar del sistema. Las penes curveados cuando están erectos me hacen la boca agua. Soy asiduo fanático de la pornografía, específicamente de las películas gay de la compañía Treasure Island, cuyos “actores” se dedican a tener sexo bareback, a hacer cosas bien puercas como fistings, felchings y snowballing entre otros. Todavía no digiero muy bien los watersports, y espero nunca poder hacerlo, gracias y buenas noches.

Decía que la pornografía, de la cual nadie todavía ha dicho algo bueno que valga la pena decir y leer, es como una taquilla barata a la petite morte, pero es más que eso. Hay algo de belleza artística en la selección de los cuerpos, las caras, las sonrisas que serán bañadas de semen, los ojos que revelan unas ansias de tener sexo casi animalísticas, los oídos que se ponen rojos junto con las caras, esa rojedad me acuerda mucho la trilogía de Anne Rice de Sleeping Beauty que todo escritor debe leer, junto con las dos novelas bellacas de Mayra Montero, en fin que hay algo bello que nos acerca al aspecto más impermanente del alma humana, que creo que no tengo que decir que es el sexo. Y hay algo más allá del mero voyeurismo, una satisfacción en ver esos rostros enrojecidos de la vergüenza y la humillación ante las cámaras, vergüenza y humillación a las que uno accede por sexo, ante los actos más deplorables pero más satisfactorios de la gama sexual humana. Porque no hay nada más humillante que le unten manteca de cerdo a uno en el culo, y que se lo vayan abriendo hasta que el puño del verdugo penetre completo hasta el codo. Y sin embargo, es una de las prácticas más regocijantes del sexo. En fin, que en esos rostros humillados hay belleza, de la artística. Que ahora no me caigan los chinches de la gente ultraconser, que no me caigan arriba diciéndome que qué horror, que ¿cómo puede la pornografía ser arte? Yo sólo puedo decir que personalmente, tengo la habilidad mutante de encontrar arte donde los demás no lo ven.

Alguna vez quise participar en una película porno. Creo que en determinado momento es el sueño de todo hombre gay en sus años de “formación”. Ahora viene y caen los chinches otra vez. No sé por qué nunca lo hice, debe ser porque en mi mente, la ocupación de “bañista” me inducía la fantasía de una película porno. Debe ser por el clichoso “¿y si nos cogen en el acto?”. Pero todo esto es una razón más por la cual sólo puedo incorporar aspectos del budismo en mi vida, pero no puedo ser budista del todo. No tengo esa fe que se necesita para soportar, tan sólo la primera de las cuatro verdades del óctuple camino: la conducta correcta. ¿Qué es eso? Que el Dalai Lama me lo defina, porque yo de por sí no entiendo cómo es posible que un budista pueda llegar a ser el DL (que presupone en las mentes de algunos que este hombre ha terminado su ciclo de reencarnación), y que aún así sus posturas sean exclusivistas, aún con la supuesta simpatía hacia otras religiones. En una entrevista que le hizo el Sr. Cabezón (sí, no se rían, ese es el nombre del periodista, puedo probarlo, lo juro) al Dalai Lama, éste último dijo que sólo los budistas, y dentro de los budistas, la rama yogakana, pueden alcanzar la “liberación”, o sea en cristiano, la salvación. O sea, más exclusivismo, otra de las razones por las cuales nunca podré ser un buen budista. Sin embargo, Kwan Yin todavía me sonríe desde su postura de lotus, muy estatua ella, sentadita tranquilita en mi biblioteca. Kwan Yin no tiene pene, porque es una diosa, y muy feminista, para que lo sepan. Lo digo irónicamente, porque no creo que haya ser feminista que pueda ser diosa de la misericordia.

He decidido renovar mis lecturas de Anne Rice. Al carajo la búsqueda de lo sacrosanto (como en el discurso de la huelga de la IUPI, pero esta vez, no lo sacrosanto de la universidad). Griffiths, Vivekananda, Alston, Ducasse y el Dalai Lama me la traen atónita y perpleja. Y muy hecha cantos. Al carajo Nazinger como nuevo Papa y su Introducción al cristianismo, que no es otra cosa que una manera más de introducirte el cristianismo por el culo. Me tienen harto todos, asimismo la maldición del semen, porque ese es el precio a pagar cuando se es tan asiduo a la pornografía como yo: estar condenados a ver la leche correr, una y otra, y otra, y otra vez, como un círculo kármico que jamás terminará, hasta que yo sea el próximo Dalai Lama.

Tuesday, May 17, 2005

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS CAP. 20 T. CAPOTE EN SAN JUAN EN UNA NOCHE DE CASI VERANO

El olor entre las piernas
Cap. 20
T. Capote en San Juan una noche de casi verano


Los realengos ladran (para no plagiar a Truman), y es en parte por culpa de los cuentos incompletos que tengo escondidos en alguna esquina tetradimensional de mi computadora. Uno de ellos es “The Bridesmaid’s Dress or the Post Modern Cinderella”, basado en uno de los diálogos de la película Fight Club, en el que el personaje de Marla Singer habla sobre un traje de dama de honor que se compró en un bazar por sólo un dólar. Pues eso son mis cuentos incompletos, un traje que alguien amó y deseó intensamente por un solo día, y que luego despachó en una cuneta como la víctima de un crimen sexual, cuyo trasero está destinado a ser olfateado por los realengos, que no paran de ladrar esta noche tan lluviosa y maligna en San Juan.

Entre los Singers, me acuerdo de este personaje John Singer, de la novela de Carson McCullers, The Heart Is A Lonely Hunter, que es un sordo. No hay mejor forma de atar el accidente de tránsito en Arecibo, en el que estuvieron involucrados unos sordos, que con este personaje, que también, al igual que Marla, es un Singer. John termina suicidándose. Lo mismo haré yo si los realengos no se callan, y dale que siguen ladrando en la calle.

He decidido que quiero hacer con El olor entre las piernas algo así como Los perros ladran. Una descripción de San Juan como ciudad, LA ciudad, desde el punto de vista de uno de sus habitantes que trata de sobrevivirla, o sea moi. Pero mientras ladraban los realengos, me puse a pensar, y se me hace muy fácil describir la ciudad desde el espacio de la ciudad. Creo que sería más difícil y retante describir a San Juan desde, digamos, Aguadilla, o Ponce, que se las hecha tanto de ciudad, y no es más ciudad que San Juan. Como dicen, Ponce es Ponce, pero yo digo que San Juan es la capital. Lo cual me devuelve a Aguadilla. Creo que ya es hora de desempolvar el e-mail de mi amigo Abdiel Echevarría, poeta de Aguadilla, y hacerle una entrevista. O a lo mejor sería bueno hablar con Alberto Martínez. Es hora de ver a San Juan desde afuera porque en sus adentros San Juan puede ser una fe muy despiadada. Especialmente Río Piedras y el millón de realengos que ladran por las noches. Creo que esta será una noche de Scrooge, pero será Capote quien vendrá a visitarme.

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS CAP. 19 COLERA

El olor entre las piernas
Cap. 19
Cólera


Nunca ha sido el silencio tan elocuente como en el día de hoy. Volví a hacer de las mías. Es que nadie puede entender que tengo problemas de anger management. Estaba yo en la parada de guaguas cuando una mujer se me acercó. Debí adivinar que era Testigo de Jehová.

-Buenos días, joven, -me dijo, a lo cual no contesté, porque simplemente no me dio la gana, no había dormido bien, y cuando no duermo bien me levanto con una sintomatología imposible. –Joven, me gustaría dejarte este tratadito, que habla sobre el Paraíso y el Nuevo Orden de Cosas que traerá Jehová…
-No me interesa… -le respondí sin tan siquiera mirarla a los ojos, ¿para qué mirarla, si todas las caras testigos se me parecen en esta ciudad?
-¿No? –preguntó ella muy sorprendida, para luego decirme, con tono excesivamente dulce y paternalista: ¿No te interesa que te hable de Dios? –como queriéndome ponerme en mi lugar de joven oprimido por los mayores, porque a los mayores siempre hay que respetarlos, aunque no se ganen nuestro respeto. “Pues bien”, dije dentro de mí, “aquí tienes David Caleb, la oportunidad perfecta para desquitar tu furia”.
-Usted lo ha dicho, no me interesa. Tengo mi propia religión.
-¿Ah, sí? –preguntó nuevamente, sin darse por vencida, como toda buena Testigo de Jehová. Tengo que reconocérselo a la hermana, sabe ser persistente. -¿Y qué religión es esa?
-Por supuesto, a usted eso no le importa. Pero si tanto quiere saber, soy budista, -dije, mintiendo en gran parte, a sabiendas de que el budismo es una de las religiones para con la cual están menos preparados los Testigos de Jehová, en el sentido de cómo bregar con ella.
-Pero, fíjate joven… -nuevamente con el tono paternalista.
-¿Sabe usted qué? –le grité. –¡Yo no creo que usted entienda español! ¿Entiende usted español? ¡No me interesa! ¿Necesita que se lo grite más fuerte?

La mujer no volvió a hablar, y nuevamente pude hacer el viaje de regreso a mi silencio elocuente, ante la mirada atónita y silente de los que estaban en la parada de guagua. Estoy seguro de que la testigo no volvió a tratar de predicarle a nadie más, pero asimismo noté cómo mi rostro seguía enfurecido, rojo como el diablo mismo, cada vez sentía cómo años y años de rabia y furia seguían comiéndome por dentro, sin importar las sesiones de yoga solar y ejercicios de respiración pranayana, sin importar los campos verdes de florecitas amarillas, llenos de maripositas y tréboles verdes que me imagino cada vez que me veo en este tipo de situaciones.

En eso, aparece una guagua a lo lejos, que creo que es la mía, pero no puedo ver, porque hay un sujeto con una carpa por paraguas que se para frente a mi campo visual y me tapa el número de la guagua. Al carajo se fue el silencio elocuente.

-¡SALTE DEL MEDIO QUE NO ME DEJA VER EL NÚMERO! –le grité satisfactoriamente.

El elemento se asustó, cerró el paraguas y se salió del medio, mientras yo me imaginaba que lo ponían en fila con el resto de los nobles de la Francia caída, frente a Monsieur Guillotine. En fin, no era mi autobús. Meditación trascendental… OM… sa-ta-na-ma… repetía yo enmantrado para volver a mi silencio. El cual interrumpió una señora que quería que le dijera cuál era el número del próximo autobús.

-Es la A-3.
-¿Estás seguro? ¿No es la C-31?
-Es la A-3, eso es lo que dije, -respondí tan frío como un muerto.

La doña se volteó a donde otra tipa que estaba al lado de ella, y le hizo la misma pregunta, como si no confiara en mi palabra. Eso me prendió en candela.

-Señora, ¿usted cree que yo tengo ganas de joder? ¿Tan temprano en la mañana? Porque le acabo de decir que es la A-3. Si no va a confiar en lo que le digo, ¿para qué carajo me pregunta? ¿Usted tiene ganas de joder?

La doña se quedó algo pensativa. Creo que llegó a la conclusión de que yo tenía la razón, utilizando su propio raciocinio, lo cual me enfureció aún más.

En ese momento, sentí algo frío en mi pie izquierdo. Cuando lo examino, me doy cuenta de que mi zapato había amanecido con tres pequeños hoyos en la suela. Había llovido toda la noche, cosa que usualmente me hace dormir bien, excepto anoche, no sé por qué. Entonces sentí el agua de los charcos que se colaba hasta mi media. No llevo ni una hora despierto, y ya el día promete ser oscuro y pésimo. Luego preguntan en el periódico Primera Hora de hoy: ¿QUÉ NOS PASA PUERTO RICO?, a raíz de la hola de violencia que nos arropa últimamente (que no es nada nuevo, sino que recientemente ha sido más televisada, como la bofetada que Banchy le dio al productor de No Te Duermas, por la pendejada de Tito. Yo sé qué le pasa a Puerto Rico. los pobres estamos despertando y no estamos dando cuenta de que nos atropellan todos los días. Ante el atropello la violencia se justifica, pienso yo humildemente. Es por eso que entiendo tanto los revoluses que se dan en la IUPI. Y hay veces que se me presentan como justificados. A veces no, pero a veces sí.

Hoy es tanta la rabia y la furia que no quiero que nadie se me pare de frente. Estoy tan furioso que si fuera Dios, explotaría el mundo en mil pedazos y no sabría cómo volver a crearlo. Sería tanta la cólera que no tendría imaginación para hacer el mundo mundo nuevamente.

Monday, May 16, 2005

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS, CAP. 18 THE PEOPLE´S WARRIOR

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS
CAP. 18
THE PEOPLE’S WARRIOR


Hay fans que le pedirán el retiro definitivo del boxeo a Tito Trinidad, por su pésimo desempeño en la pelea de ayer 14 de mayo. Se lo pedirán como los del CUCA le pidieron la renuncia al presidente de la IUPI, García Padilla. Y es que “that’s what happens when you become the people’s warrior” reza una máxima irlandesa. Hablando de irlandeses, he buscado la palabra shamrock en el diccionario, pero no aparece. Es lo que me decían cuando pequeño. Estoy seguro de su cualidad despectiva, pero no de su traducción al español. Total, que anoche tuve un encuentro del tercer tipo: cuando los boxeadores se quedaron semidesnudos, las mujeres de la casa gritaban frenéticas que qué bello nuestro Tito, ese es nuestro campeón!, mientras los cuñados heterosexuales se quedaban rojos de la vergüenza, mirándonos a mí y a mi “pariente”, que era más pariente de ellos, buscando respuestas en nuestros homosexuales rostros desvergonzados. Ahí me vienen a la mente dos palabras que no tienen buena traducción al español: gay y queer. Pero de eso ya se ha hablado demasiado, y no quiero entrar en las divagaciones de otro. Tito peleó horrible anoche. No lo culpo. Debió sentir mucho miedo cuando vio que sus puños no hacían mella en la defensa impenetrable de Wynkie, cuyo nombre me da risa, porque aquellos que sepan inglés recordarán que wink más o menos suena a wank, que se relaciona con wanker, que no es otra cosa que un muchachito tonto que se masturba demasiado, en el tan riguroso y desusado inglés de Oxford. Ya ven por dónde voy. Yo hubiera sentido miedo también, pero hubiera lanzado una interminable lluvia de puñetazos a sus brazos (ante lo cual me vienen dos expresiones en inglés: volley, que significa lluvia, sólo cuando es usado para referirse a una lluvia de flechas, y puñetazo, que no me importa cuán aceptada esté, suena a puñeta y por ende, a mala palabra cafre), a ver si por lo menos le rompía un hueso, o lo obligaba a salir de su cascarón defensivo.

El pariente y yo tenemos una amiga que pagó $1000.00 por su taquilla para ver la pelea. Su marido y ella se gastaron casi $5,000.00 en el viaje a Vegas (que se pronuncia “veigas”, y es un vocablo tan generalizado entre los angloparlantes como “Frisco” lo es para referirise a San Francisco). Tengo entendido que su marido tiene un negocio montado de la bolita, y que ya está fichado, pero como en este país a los vendedores de droga los sacan rápido a la calle, sin más que un reglazo en la muñeca (esta mala traducción viene de “to slap a wrist”, como se dice correctamente en inglés), imagínense lo poco que le hacen a los boliteros, que creo que son vistos hasta con una reverencia digna de The Godfather, pues aunque son conspiradores de una actividad ilegal, son reliquias de actividades delictivas del ayer. Énfasis en reliquias.

Me imagino la cara de la amiga de mi pariente, cuando Tito perdió la pelea. Todos sabíamos que él temía un K.O. de parte de Wynkie, que me sigue sonando a wanker. Pero hoy, al ver las caras de los espectadores en la primera plana del periódico, lo primero que hice fue buscar el rostro de la amiga de mi pariente. No estaba. A Dios gracias, porque estaba preparado para pegarla en el cristal de atrás del carro de mi pariente, porque estoy loco porque se acabe la titomanía, porque por más de una semana es lo único que he escuchado, y no puedo ya soportar a mi pariente, que no tiene nada mejor de qué hablar, quien durante el día de hoy se la ha pasado llamando por celular a sus amistades, preguntándole que qué pensaban sobre la pelea. ¿Por qué no les pregunta qué piensan sobre la nueva edición del Quijote? ¿O de la nueva antología de literatura puertorriqueña de Merce López Baralt? ¿O sobre los nuevos proyectos de arte público, como el Lamento borincano en Braille, que no es otra cosa que el montón de burbujitas y esferas de colores a ambos lados de la carretera que te lleva desde Minillas hasta Isla Verde? Pues a mí la titomanía me tiene harto. Me la trae de cantos, por citar una frase de los jóvenes boricuas de los 70’. 9 asaltos no son nada. 9 asaltos no merecen una primera plana. Los deportes no lo ameritan, pienso yo. Pero, otra vez, “that’s what happens when you become the people’s warrior”, si saben a qué me refiero.

el olor entre las piernas cap. 17 coup de foudre

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS
CAP. 17
COUP DE FOUDRE


Un coup de foudre, como dicen los franceses, aparece en un cielo de mayo que promete mucho Shakespeare, una idea irrumpe en mi materia gris, haciendo que me pregunte cuánta piel cubre el corazón, cuán gruesa es, cuán protectora. Han cancelado mi show favorito de HBO: Carnivàle. Sin embargo, Six Feet Under todavía sigue número uno, la gran porquería esa. Es sólo cuestión de tiempo para que cancelen The 4400 en USA Network. Habrá que ver.

Sé que es tonto gastar tinta y teclas en esto (me vienen a la mente las palabras de la gran Saga Nicneven, bruja hermana de una de mis mejores amigas de Caguas: “Fucking GROW UP!”), pero es necesario. Es más necesario aún para desensibilizarse, porque los golpes se hacen poco a poco más fuertes y más concurrentes. Éramos unos pocos los que veíamos Carnivàle. Hasta teníamos un grupo en Yahoo. Y puedo decir que cada uno de nosotros nació para ser un freak de circo rodante, porque en nuestras palabras, mensajes y comunicados se ve que nacimos en la sombra oscura de la otredad. Se nos ve la marca de la bestia salvaje en la frente, con un poco de luz fluorescente, claro esta. O con la luz de los relámpagos en la noche, el coup de foudre.

Carnivàle cuenta la historia de una feria rodante en Estados Unidos en la década de los 30, en plena Depresión. Esa es sólo la primera historia. Carnivàle relata la última lucha entre el bien y el mal, el bien estando representado por un “okie” (la serie es riquísima lingüísticamente) de mala muerte, y el mal, por un sacerdote católico radioevangelista. Ahora entienden por qué mi depresión. Era una serie genial, no por lo que narraba, que de por sí era genial, si no por todas las implicaciones del cuento y los recursos utilizados para narrarlo, lo cual me remite a lo que yo pienso que es arte en realidad: no lo dicho, sino lo que está cargado de implicaciones.

Soy un freak, y cada día siento el embate de las olas por ello, el embate cuando se está a la orilla del mar abierto, y no en una playa protegida por arrecifes. Los embates son cada medio minuto, un golpe, una bofetada que te tumba y amenaza con robarse tu bikini.

Ahora siento en el cuero lo que Donnie Darko sintió en su película, lo que John Constantine sufrió en “Dangerous Habits”. Y es que estos golpes te alienan del mundo, te dan paranoia, esquizofrenia, y hasta cáncer. Y esta vez no tengo ganas de hacer pactos con estrellas de cinco puntas al revés, ni tratos o trueques con el Triunvirato del Diablo (porque todos sabemos que la historia de Constantine es cierta, que el infierno se creó para asegurar el libre albedrío, que Lucifer es a Dios, lo que Azazel es a Cristo, lo que Beelzebub es al Espíritu Santo; que tiene que existir el infierno, y en triunvirato, para garantizar un balance que no permita que caigamos víctimas de la esclavitud de los ángeles). No. Sobrevivir cuesta. Cada nueva crisis fuerza a uno más hacia las sombras, más hacia el cáncer y la paranoia, desfigurando nuestras caras para hacernos ver como los freaks que somos. Yo conozco una mujer con barba. Íntima amiga mía. Uno de mis hermanos en espíritu es extremadamente flexible, como si no tuviera espina dorsal. Y la amiga de un amigo mío tienes 24 dedos.

No basta con cancelar nuestros shows favoritos, también te dicen que eres HIV+, que a tu hermana no le queda mucho tiempo de vida, que tu hermano te urge a que vuelvas al rebaño de Jehová (del cual huiste no sólo a causa de la esclavitud de los ángeles, sino porque su sede, como toda buena organización capitalista, es en Nueva York, entonces, huiste de la lobo capitalista vestido de oveja, en el buen sentido de la palabra), que el alza en la matrícula va (no importa cuánto lloremos, supliquemos, o cuántas huelgas hagamos), que Alfagüara no publica escritores puertorriqueños, que se te acaban las horas en el internado en Santillana, que te corres un riesgo fuerte de quedarte en la calle, que si no consigues un trabajo pronto que pague no menos de $20,000 al año tu pareja te va a dejar, y la ciudad que te sigue chupando, como la gran chocha que se comió al hombrecito desnudo en Hable con ella de Almodóvar. El olor entre las piernas se va haciendo cada vez más fuerte, con el jock itch y el chafing, con la selva que te cre y que no puedes afeitar, por miedo a erupciones en la piel desde el centro más centro de tu tierra...

Es un coup de foudre que te eriza los pelos púbicos cuando te das cuenta de todas las capas de tu vida en las que te encuentras solo, hasta qué átomo de tu fibra eres tan diferente a los demás, y cuán insalvables e irreconciliables son los espacios, las lagunas y las diferencias.

He decidido comenzar el proceso para desensibilizarme un día a la vez. He decidido que hoy voy a ser insensible al maltrato de menores. Lo tengo todo programado: mañana, voy a ser insensible a la crueldad contra los animales. Pasado mañana me van a importar un carajo las mujeres apedreadas en tierras del Islam y la sobrepoblación. El viernes me valdrá un coño la burocracia, la falta de empleo, los cada vez más comunes part time de $5.15, y los abusos de los legisladores. El sábado reto a Roselló a que me haga mella. Y así por el estilo. Con algo de suerte podré cubrir todas las bases en un año, que es igual a 366 días, porque Dios nos robó uno, el más importante, el día en que te das cuenta de cuánta mierda te ahoga.

No me creo capaz de escribir poesía después de esto. No quedan versos que sirvan de algo, después de esto. Sólo me queda pintar y narrar. A ver si mi mundo de adentro se hace más vivo que el de afuera. A ver si algún día me voy a vivir allí.

Tuesday, May 10, 2005

el olor entre las piernas, cap. 16 de libros que hacen llorar y diarios que no se pueden escribir

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS
CAP. 16
DE LIBROS QUE HACEN LLORAR Y DIARIOS QUE NO SE PUEDEN ESCRIBIR


El otro día me encontré a mi queridísimo amigo Manuel Clavell Carrasquillo en la librería. El chamo se encontraba todavía en recuperación de todos los chinches que le habían caído tras su crítica creativa de Hilos de voz de Noelito Luna. Enseguida nos pusimos a hablar y a joder un buen rato, buscando libros que comprar para leer, para su columna, y para un fufú que tenemos planeado juntos. Se trata de un blog que queremos hacer entre ambos, de tono queer. Enseguida me invitó a que le sugiriera libros para su columna, entre conversaciones impropias sobre el nuevo escritor de la serie de Sherlock Holmes, a quien le deben haber pagado pco más de 3 millones de dólares por una nueva entrega de los libros del detective británico estreñido. Le sugerí par de libros, entre ellos, uno de mis favoritos, de Sue Monk Kid, The Secret Lives of Bees. Cometí el error de decirle que ese libro a mí me hizo llorar. Creo que él no confía en ese tipo de libros. A lo mejor le huelen a Coehlo. Buscamos más libros en la sección de los paperbacks a mitad de precio, pero me di cuenta que mis sugerencias no le hacían mella. En un punto de la conversación me dijo que esos libros le parecían demasiado “gringos”. Finalmente, ninguno de los libros que le sugerí le gustó.

Total, que lo que teníamos planeado no se dio: que era buscar el libro de Tori Amos, el que contiene las letras de todas sus canciones, libro que jamás llegó a esta ínsula tan extraña (estoy sacando a Julio Ortega de contexto, bien cabronamente, pero creo que pueden comprender por qué), que ni siquiera Borders lo mercadea aquí. No se nos dio, n leer el libro juntos, ni hacer una reseña de él para la revista Domingo de El Nuevo Día. Una real pena, porque es un libro excelente para los poetas de nuevas generaciones, o para todo aquél que quiera aprender a escribir poesía.

Lo que me lleva a El olor entre las piernas. Este libro ya ha hecho llorar a mucha gente. Espero que eso no lo convierta en un libro coehlista, sino que sea como Mayra me enseñó, un mensaje dentro de una botella de cristal, flotando en el mar, que le llegue a alguien en el momento menos esperado. En cuanto a mí, a lo mejor este libro me ha servido para hacer lo que nunca tuve disciplina suficiente para lograr: escribir un diario disciplinadamente y de manera coherente. No sé por qué nunca pude escribir uno, debe ser que yo de pequeño lloraba demasiado, entonces ¿para qué escribir algo que leyendo en retrospectiva, me hiciera llorar? Debe ser que ahora finalmente tengo los cojones para hacerlo. O a lo mejor el olor entre las piernas se ha vuelto una peste maligna que de alguna forma hay que exorcisar.

Monday, May 09, 2005

el olor entre las piernas cap. 15 traidores

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS
CAP. 15
TRAIDORES


Este capítulo va dedicado a todos aquellos que nos han traicionado, a nosotros the little guy, tanto los intelectuales como los políticos, así como también los líderes estudiantiles que agotaron nuestro último recurso, la huelga, y no obtuvieron nada. A aquellos del primer grupo por desestimar nuestro legítimo intento a una educación gratuita o barata, y a los del segundo grupo por haber permitido que se vendiera nuestro derecho a un mejor futuro. Porque gente, en el pasado conflicto huelguista de la UPR, lo que se estaba planteando y defendiendo no era nuestro derecho ala huelga, ni nuestras supuestas tendencias a la irresponsabilidad y al tripeo, y a la costumbre de hacer supuestas huelgas cada semestre. No. Desde 1981, en esta isla existe un movimiento fuerte estudiantil cuyo propósito primordial es y ha sido luchar contra la administración de la UPR, tratando de seguir retardando sus esfuerzos por privatizar la universidad, y con ello, el último bastión que nos queda de una educación gratuita, o lo más cercano a ello: barata. Yo creo que eso siempre ha estado claro. Porque el concepto de educación debe ser inclusivo, no exclusivo, como plantea el primero de los traidores más despreciables a quienes esta columna va dirigida: Juan Duchesne Winter, quien en el periódico Diálogo, no hace mucho, comentó que la universidad debe ser de las élites. ¿Cuáles élites? Porque el muy cabrón no le puso apellido a la palabra. Porque si me hablan de que la universidad hay que entregársela a una élite INTELECTUAL, digamos, que el GPA de requisito de entrada se suba a un 3 o 3.5, con unos cuantos tapujos y peleas, yo aceptaría. El problema es que cada vez se ve más clara la tendencia de que estas élites sean las económicas, dejando en el anonimato total agente que vino a este mundo a usar la cabeza de verdad, para mucho más que rascarse la calva durante el calor del mediodía en alguna esquina de Río Piedras, o caminando hacia un banco en la Milla de Oro. Pero así es la ciudad, ¿no? Te chupa hasta asfixiarte, hasta llevarte a la incapacidad, te drena y si no estás despierto, te atropella, como los miles de perros realengos a la orilla de la carretera. Despiertos, eso es lo que hay que estar. Y durante esta huelga ha habido mucha gente dormida, y otra mucha gente que, buscando sus propios intereses detrás de la falda de la administración de la universidad, ha traicionado a compañeros que, como yo, no tenemos recursos para pagar una diferencia tan tonta como de $25 dólares más por crédito de maestría. En mi caso, y en el caso de muchos, el issue no es uno de dinero ya, sino del derecho que yo tengo, como estudiante pobre que no tiene sangre en PR, un extranjero en su propio país de mierda, como escritor de la generación del 2000 y artista plástico con mucho talento, a una educación a nivel graduado. Porque si el hijito del cabrón de la esquina de la calle 8, en el Paseo Mayor de la urbe de Los Paseos tiene derecho a ir a la Escuela de Leyes, ¿por qué yo no puedo hacer mi maestría de 30 trapos de créditos en Literatura en Inglés? ¿Es que los ricos son mejores que yo? Y eso me lleva a la traidora número dos: Magali García Ramis, quien en una reciente columna en el Nuevo Día, dijo que la división entre los pobres y los ricos era clara: estaban los pobres y ricos de espíritu. ¡Que nadie me diga que esto no es una caca de comentario, más cuando ella no estuvo presente en el Pedrín Zorilla! ¡¿Es este el tipo de periodismo que enseña esta cizañera de mierda allá en COPU?! Quisiera encontrármela de frente un día y decirle lo pendeja, ignorante y naïve que es, para luego escupirle la cara, por traidora. ¡Qué fácil es decir que lo que había era una guerra de espíritus pobres -vs- espíritus ricos, sin haber estado allí para poder hablar! Porque gente como ella, que tiene la dicha de que toda la mierda que escribe se la publican en el Nuevo Día, debería estar más consciente del poder que tiene su pluma, y utilizarlo para el bien común. Por supuesto, como ella es profesora, ya ella está hecha, no tiene que hacer ninguna maestría, tampoco doctorado, como escribió ya una novela que retrató al país en los 80, ya no tiene que esforzarse más, ya no se tiene que joder como nosotros, el resto de la turba de “tontos inútiles” como nos llamó el traidor del ex presidente de la CEE, otro cabrón más porque este país está lleno de cabrones hijos de puta que sólo buscan sus propios intereses, y por eso es que el país está como está. Nadie puede entender qué fue lo que realmente pasó en esta huelga. Yo sé porque estuve ahí, pero aún así la cosa va a tantos niveles, con tantos entramados y tantas intrigas, que sólo Honoré de Balzac podría escribir y documentar tal relato. Si estuviera vivo y lo hiciera se ganaría el Novel o el Pulitzer, porque de todas formas nadie le creería, pensarían que fue ficción y lo premiarían, pero todo quedaría allí. Y mientras tanto el jorobado de Notre Damme se jode más todavía, metiéndose más en la oscuridad todavía. Yo digo que a la Universidad hay que entregársela a todos estos chorros de cabrones en ruinas. Porque después del alza viene la reconceptualización del bachillerato, que no estando clara todavía la propuesta de tres partes que se sometió para llevarla a cabo, se presta para hacer de la universidad un colegio técnico o una trapo de escuela vocacional. Me encantaría que Magali García Ramis saliera del clóset y admitiera públicamente que eso es así, que eso es lo que ella quiera hacer con la Universidad, que bajo la excusa tan vana de que la universidad tiene que competir en el mercado, se le tiene que vender el alma al diablo y convertirla en un ITT o un Huertas Junior College, o una Politécnica. ¡Que acabe y lo diga ya! ¡Un “tonto inútil” la reta! ¡Un insignificante y desconocido estudiante la reta! Lo que nos lleva entonces, a la entrega que Scott Barbés hizo a la administración de nuestros derechos. Sin consultarlo, a puerta cerrada, tomaron decisiones por nosotros, negociando una prórroga pendeja que nosotros como estudiantes ya tenemos. ¡Es que es inconcebibles semejante estupidez! ¡Nos han cogido de pendejos, dándonos algo que ya teníamos, para que dejáramos de hacer presión, y nos conformáramos a una injusticia, como vacas estúpidas! Porque eso es lo que somos, vacas estúpidas que no piensan. Porque si no usamos lo único que nos distingue los animales, la razón, entonces en eso nos convertimos, en vacas estúpidas e ignorantes. Por último, esta columna va dedicada a Rubén Ríos Ávila, a quien supuestamente agredieron dentro de la universidad (no sé qué diablos tenía que estar haciendo él adentro, si la huelga no había terminado, cualquier cosa que le pasara se la buscó), y le gritaron “homosexual” (lo cual es sabido y requetesabido de él, no hay nada nuevo bajo el sol, cuándo no son pascuas en diciembre, etc). A Mara Negrón también, y a todos los profesores que se dieron cita a recitar a Cervantes frente a los portones, quitándoles el derecho a la democracia a muchos que peleábamos contra el alza, amedrentándonos con el retiro del apoyo de los profesores que siempre hemos tenido, negándonos nuestra definición de democracia, que no es sólo sentarse como vaca-pasiva-sagrada-hindú a esperar que los políticos, que by the way no nos representan, hagan todo por nosotros. Esto es el colmo de la insensatez, de la ignorancia, después que nos enseñan a cuestionarlo todo en la universidad, esperan que en la práctica seamos vacas obedientes que deleguen sus derechos a un grupo de retrasados mentales del Consejo de Estudiantes, dela HEEND, de la APPU y de la administración, todos con particulares intereses propios preexistentes que no están basados en las necesidades del estudiantado. Porque todos sabemos que el Convenio Colectivo está por ahí cerca, y que a la HEEND no le convenía tener estudiantes en huelga frente a los portones. Porque se sabe que la APPU lleva años tratando hacerse sindicato y no ha podido, y esta es su gran oportunidad. Porque se sabe que ambas organizaciones creen que el alza se reflejará en aumentos de salario para ellos. Porque se sabe que a la administración le convenía la huelga, porque desde un principio quería eliminar las clases de verano. ¿Qué no fue eso lo que propició la huelga del año pasado? Porque se sabe que los antihuelga fueron en gran medida investigadores cuyos proyectos se verían supuestamente afectados por la huelga, y sus asistentes de cátedra y de investigación, que cada vez son más estudiantes extranjeros, a quienes la oficina de intercambio tenía amedrentados, amenazándolos que de participar a favor de la huelga, se les removerían las visas. Hemos sido unos tontos. Nos merecemos el alza. Nos merecemos pagar más por una educación que debe ser gratuita, o barata. Nos merecemos inclusive que paguemos y los servicios sigan igual de mierda que ahora. Y sobretodo, nos merecemos que nos llamen “tontos inútiles”, porque eso es lo que somos. Porque estamos tan acostumbrados a dejar que otros tomen las decisiones por nosotros que nos hemos imbecilizado a nivel tal, que ya no podemos bregar intelectualmente con la presión de una huelga, y nos da gusto que se acabe. Tanto gusto nos da, que no nos cuestionamos si de hecho hemos logrado algo, o si nos han metido el huevo mongo, como pasó ahora, que nos dieron una prórroga a cambio de terminar con la huelga, cuando nosotros siempre hemos tenido derecho a prórroga. Es triste decirlo, pero nosotros nos hemos convertido en los traidores de nosotros mismos.

Pero lo peor de todo esto es que existe algo que se llama la Ley de Murphy, que establece que Dios tiene un sentido del humor bien negro, que los que son traidores hoy, mañana se verán en aprietos y necesidad. Vamos a ver qué pasa cuando la soga parta por lo más fino, y se empiece a cesantear personal, y a congelar plazas como en cualquier otra compañía privada, que los traidores van a salir llorando a la calle, a protestar en huelga. Entonces no van a cuestionar el recurso y los traidores vamos a ser nosotros, que no vamos a mover un dedo para ayudarlos, por cabrones que son. Mi apoyo, de plano, no lo van a tener.

el olor entre las piernas cap. 14 osamentas

EL OLOR ENTRE LAS PIERNAS
Cap. 14
Osamentas


Llevo años coleccionando recortes de periódicos con noticias desastrosas, desde el hombre al que llamaban “Sócrates”, que asesinó a toda su familia de manera muy repentina en un pueblo de la isla, para luego suicidarse (prácticamente lo hizo así, pues familiares y amigos dicen que todo andaba bien, que era una familia modelo; tal parece que el tipo se levantó un buen día y dijo: “Hoy es un buen día para matar a mi esposa, a mis nenes, y ahorcarme”...), como las osamentas de un señor mayor y de sus perros que fueron halladas en un apartamento en el Condado, como la osamenta (aparentemente de un deambulante) que fue encontrada hace unos cuantos días atrás en una playa de la capital, hasta la muerte tipo Final Destination que tuvo una muchacha por Cayey, en plena carretera hacia Ponce, que está mejor detallada y reproducida en mi cuento “Maleficios” del libro Iones radicales. Es que la fábula la hemos ido perdiendo, pero no la connotación legendaria de la palabra, porque esa la hemos ido incorporando al lado oscuro de la fuerza: en los asesinatos a domicilio, en aquellos que son a puesta cerrada (que me acuerda un término que usaba mi papá, que era un half-breed británico y puertorriqueño que vivió casi toda su vida en Dublín, para referirse a problemas intrafamilias: “They are having a domestic”), en los crímenes sin resolver en las bodegas de los restaurantes de steak de isla verde, en el miedo colectivo de la gente que vive en el sur cuando les hablas de los Martínez, en la psicología misma del que los perpetra. Porque es que no alcanzamos a comprender, no sólo qué diablos se le mete a un ser humano en la mente para cometer actos tan despreciables, sino también por qué estos actos adquieren aspecto legendario de fábula con la rapidez con la que lo obtienen.

Será que es todo culpa de la era de la información. Será que el constante bombardeo de imágenes nos endurece la piel, pero no la imaginación, especialmente cuando nos acostamos a dormir y se cierra el consciente para abrir otra puerta. O puede ser también que nos estamos metiendo adentro cada vez más, en el mal sentido de la frase, porque ya no podemos bregar con el mundo, que cada vez va más para atrás. Yo me inclino por cualquiera de las anteriores. Porque las osamentas aparecen ahora en el apartamento de arriba en tu edificio, o en Ocean Park en la playa, o en las uvas frente al Capitolio, entre medio de alguna piedra escupida por el mar, en algún escondite de esta maldita ciudad, que cada vez más parece un cuerpo viviente, no como la describía Honoré, pero como la ilustran los hermanos Wachowski. Y lo peor de todo es que ya no podemos cerrar los ojos y meternos hacia adentro. El ruido es demasiado. Y los periódicos no se detienen.

el olor entre las piernas cap.13 Altoids y los miercoles que parecen martes

El olor entre las piernas
Cap. 13
Altoids y los miércoles que parecen martes


Tiene que ver con la posición del sol, y cómo el smog de la ciudad lo filtra para que algunos viernes parezcan sábados, y más precisamente, el día de hoy, miércoles 4 de mayo, parezca martes 3. Debe ser que prácticamente amanecí en la playa, y para cuando salí de ella, tenía la espalda roja y el pecho blanco, y la resolana metida en la córnea. Justo cuando me monté en la Metrobus, me di cuenta de que tenía una latita de Altoids “Curiously Strong” Citrus Drops en mi bulto, justo con mi copia del libro Historias de cronopios y de famas, de Julio Cortázar. Me echo un altoid en la boca, meditando en lo vintage de la latita, mientras abro el libro en el escrito “Maravillosas ocupaciones”. Escupí el altoid del ataque de pavera que me dio, cayéndole en el cabello a la señora del asiento del frente. Cuando lo lean se reirán conmigo. Algún día todos gritaremos juntos que somos cronopios que desean ser famas.

Abrí la lata nuevamente y me eché otro altoid. Mi cara se contristó en expresiones ferales, anciánicas y guturales, dado lo suculentamente agrio del altoid. Ahí fue que entendí lo de curiously strong. Muy curiosamente se rieron de mí en la guagua, cuando los ácidos altoides me llegaron a la parte de atrás de la boca, donde todavía descansan muy traviesos mis cordales. Porque tal vez estos dulces, dentro de esta cajita tan vintage, tan art nouveau, tan Antonia de la Praga con sus diseños con corazones rosados, es tal vez lo único que quede que me haga sentir Amélie, con ganas de irme por la suburbia antigua buscando tesoros olvidados o escondidos, y devolvérselos a media humanidad. Porque mis tres cordales restantes saben que no serán extraídos, porque el dulce no es lo que daña un diente. Los dentistas se equivocan. ¿Cómo pueden hacerlo, si el fuego no los derrite y están hechos de quitina? Pero esta columna no es sobre los dientes y los dulces. De hecho, aún sin saber claramente de qué diablos es esta columna, me aventuro prematuramente a decir que se trata de las pocas fábulas que nos quedan en nuestros días.

Acabo de terminar los primeros cuatro paperbacks de la serie de cómics Fables, de Bill Willingham, que ya promete ser de tan excelsa calidad como Sandman, de Neil Gaiman. He de decir que ambas producciones descansan impunes sobre el sello de Vertigo Comics de DC, y, demás está decir que comparten elementos de un mismo universo. Fables toma lugar en Nueva York, por qué no, en una calle recóndita de la ciudad capital del mundo, que usualmente, gracias a hechizos y brujerías, es evitado lo más posible por los habitantes mundanos de este mundo, muy apropiadamente llamados en la serie “mundys”. En esta calle viven los personajes de las fábulas, mitos, leyendas, y cuentos de hadas (que son en sí mismos cuatro géneros literarios diferentes y se deben entender como tal) que han sobrevivido todos estos siglos, desde que fueron creados, hasta que sufrieron la terrible invasión del “Adversario”. Créanlo o no, el Lobo Feroz es el alguacil de Fable Town, como se le llama a esa manzana donde viven todos, y Blanca Nieves es la bicha mano derecha en negocios y regulaciones del alcalde King Cole. Personajes de todo tipo de cuentos permean en las páginas de estos libros, hasta don Quijote y Sancho Panza. Leerlos es más que un mísero placer, es un deber, es mandatorio. Pero esta columna tampoco se trata de eso.

Más bien es una reflexión sobre las pocas cosas que nos quedan de los tiempos de antes. Ya los carros no se hacen de hierro, sino de lata. Las mecedoras no se hacen de cherry wood, o alguna otra madera resistente al tiempo, sino de madera tratada o peor, de aserrín comprimido. En fin, ya las cosas no se hacen para durar una eternidad, tampoco para entretener el ojo de los que vivimos en estos tiempos. Porque nos hemos acostumbrados a remendar, a coser parches por aquí y por allá, a hacer mucho con poco (la trampa de la producción de artículos y servicios en masa), y ya no se aprecia el talento, el oficio, el artificio, el arte con que las pueden llegar a ser hechas, sino cuán rápido satisfacen una necesidad, cuán a corto plazo pueden lograrlo.

Acabo de descubrir el fin de esta columna. Creo que lo que quiero decir es que no quiero acostarme a dormir esta noche y despertar mañana para darme cuenta que las fábulas, los cuentos, lo artístico se ha ido todo al carajo, y que lo único que me queda de ello es una caja vacía de Altoids “Curiously Strong”Cytrus Drops en mi bulto.

Tuesday, May 03, 2005

El olor entre las piernas cap. 12 el cobito rebelde

El olor entre las piernas
Cap. 12
Peregrinación a las botánicas de la Calle Malén en los pisos medios de la Resi/ el cobito maleducado/ la mala suerte citadina/

Sucede que ayer estaba buscando mi certificado médico a Concra, que lleva allí desde hace dos semanas. A mitad de camino me doy cuenta de que no puedo ir, porque no tengo dinero en la ATH y me van a pedir $5 de retroactivo. Así que viré y me fui a casa de un amigo. Hoy, a la hora del almuerzo me doy cuenta que mi ATH tiene $13. saco 10. en vez de guardar $5 para el certificado médico, me voy a comer a los chinos un buen plato de arroz blanco con pepper steak y pollo agridulce, más un pedazo de cheesecake de Zaragoza (que nadie me pregunte el porqué del nombre del postre, porque no sabía que en Zaragoza hacían cheesecakes, así, con todo y anglicismo). Me salió todo en $9.25. Cuando termino de atosigarme la comida, porque nada más me quedan 15 minutos de almuerzo, me acuerdo de que tenía que guardar los consabidos $5. Entonces, como pasa siempre que este tipo de situaciones me ocurre, el shock de mi tremenda estupidez me da una buena bofetada cruzada doble en la cara, hasta que los nervios se me inflan y me laten pillados. ¡PERO QUE ESTUPIDO FUI! Debe ser la mala suerte citadina. O tal vez el gajito de la vida jugándome una mala pasada por haber insultado a la vieja de esta mañana.

Sucede que esta mañana, justo antes de cruzar la calle caminando hacia Santillana, una viejita me pide, no, me ORDENA, que la ayude a cruzar la calle. Como soy un irreverente de mierda, le digo que lo haga ella misma. Dejo a la señora hablando improperios, y botando espumarajos por la boca con sus crujires bíblicos de dientes, insultando a mi generación y la que me parió. Debo admitir que sentí algo de culpa, por lo cual dediqué los próximos 5 minutos a matar el sentimiento de culpa. ¿Por qué no pudo pedírmelo como un favor? ¿Por qué los viejos se creen que son superiores a nosotros? ¿Qué pasa que nadie nos respeta por ser jóvenes? Si el mundo está como está, es culpa de los viejos, que nos lo entregaron así, jodido como está en bandeja de plata. Muchos de ellos no hicieron nada para evitar las alzas en la matrícula de la IUPI, cuando les tocó hacerlo (los $30 por crédito se los debemos a unos pocos nada más), ni hicieron nada para evitar las guerras de Vietnam y Corea. Se lo dejaron todo en las manos a Dios. Y luego pretenden que los ayudemos a cruzar las calles, sin tan siquiera decir por favor… Sentí mucho orgullo. Mucho.

Sucede que he decidido ir a una botánica. Como la que hay en el piso medio del 5.5 de Torre del Norte. Me he transportado al cuento-novela de la amiga mía Rosalina Martínez, “Los invisibles”. Sucede que entre ciertos pisos, cuando se va por las escaleras, a veces uno llega a pisos llenos de niebla y olor a curry. Entonces, se te aparece gente que en la puta vida de uno, uno había visto. Y lo ves y son fantasmas de suicidas en exámenes finales, y gente que nunca llegó a graduarse porque extendieran algún semestre por culpa de alguna huelga, lo cual dicho y redicho, nunca ha sucedido. Los ves, y no son los pelos de la parte trasera del cuello los que se paran, sino los pelos de las pestañas, porque no puedes creer lo que ves. En uno de esos pisos, a los que se llega sólo durmiendo, allí, está la Calle Malén, en donde compré la katana que aparece en mi cuento “Freaky Bloody Katana”. Lo que pasa es que cambia de piso cada semana. Pero allí hay una botánica muy famosa donde una mujer rubia de ojos duros y cabellos oxigenados te venderá una pócima para apaciguar los vellos púbicos de la mala suerte. Que debo ir en estos días. Punto y aparte. A ver si se me quita la mala suerte citadina y el olor entre las piernas. Pero debo tener cuidado. No vaya a ser que me chupe un piso medio, y jamás me gradúe, no gracias a una huelga.

Monday, May 02, 2005

El olor entre las piernas, cap. 11, las fiebres del vih

El olor entre las piernas
Cap. 11
Las fiebres del VIH

Pasé ayer por Cayey y lo vi. Solitario en su época, sin ninguna otra forma de identificarlo, salvo cuando está en flor, un árbol de Pete, por falta de un mejor nombre con matices de verdad botánica, sin hoja alguna, vestido de flores anaranjadas, como las llamas que habían estado consumiendo a Coamo hasta la semana pasado, cuando comenzó a llover sobre Macondo, y promete no parar. Esta solitario, mi árbol de Pete, porque parecía que de todos los camaradas de su especie, él era el único que iba a florecer este año, gracias a la fastidiosa sequía. Incandescente como la fiebre que tenía al momento de verlo, allí estaba él, recordándome que el fuego lo tenía yo, dentro de la dermis, las llamas del VIH, trayéndome un mensaje celeste de fuego y azufre, para acordarme que el peligro sigue inminente, que en cualquier momento me puede pasar lo que le sucedió a Reynaldo, que la carne es débil, especialmente cuando viene la peste, y los otros cuatro caballeros de Dios que cabalgan hacia el Apocalipsis. Deliro, es cierto. También es cierto que cuando deliro me transporto a las imágenes de mi niñez. Debe ser que ante la muerte inminente, o la sombra de lo que puede ser una muerte inminente, el niño dentro de nosotros se acuesta a dormir en posición fetal.

Todavía me pregunto si ese es el único árbol de Pete que florecerá este año. Y es que los espero siempre, como los últimos que se vestirán marcando el final del verano en Puerto Rico. Porque son los árboles los únicos que realmente marcan los cambios de temporada en esta isla olvidada por el temple del mundo, mas no por el permafrost social. Siempre los espero a lo último, después de los robles rosados (que están en todos su esplendor al momento de escribir esta columna, hoy, domingo, 1 de mayo de 2005), los cuales florecen justo cuando las flores amarillas de los robles dorados comienzan a decaer, los cuales, a su vez, florecen al mismo tiempo que los de ylang-ylang, los cuales florecen mucho tiempo después que los flamboyanes azules, que florecen antes que los flamboyanes rojos y amarillos, los cuales florecen tan sólo un poco antes de que las hojas de los yagrumos se volteen al revés. Ayer fui al patio trasero de mi casa. las petreas comienzan a dibujar sus flores azules. Me imagino que los guayacanes, mucho más al sur, deben estar en todo su apogeo, con flores que de cerca son azules, y de lejos parecen blancas. Delirante. Tan delirante como los árboles de mariposa de Ponce, que no entiendo por qué están tan cargados de flores, porque nunca los había visto florecer con tanta furia. Debe ser que se dan cuenta de que el fin llega, de las huelgas, de los encontronazos dentro del partido azul, de la crisis económica del país, de las amenazas de sequía, de las osamentas humanas encontradas entre la basura de San Juan, los perros realengos y los deambulantes, que son también perros realengos, se dan cuenta, se lo huelen en el aire, que Puerto Rico cada día va para atrás, y que las fiebres nos van a consumir a todos. Se dan cuenta, y algunos florecen con ganas de joder, para irse a pique en un blaze o’glory, mientas otros se deprimen y deciden mandar al carajo a los pocos que esperamos su única y tan rápida florecida anual. Porque las flores de los árboles de Pete duran sólo una semana. Una mísera semana. Sólo puedo verlos dos veces, dos fines de semana al año, dentro de las veces que bajo de San Juan a Coamo. Y no miento cuando sigo que aparte del verdor, las montañas y la niebla, lo mejor que tiene es Cayey son los árboles de Pete, nombre que les he dado, porque ningún horticultor sabe decirme cómo se llaman en realidad. Pero, ¿qué importa? Nombres comunes se los damos todos, en distintas partes del globo. El único que prevalece es el estéril científico de nomenclatura binomial.

A veces me pregunto por qué nadie le ha puesto otro nombre al virus del VIH. Yo lo llamaría “la peste del fuego”, porque al momento de escribir esta columna, deliro en mis propias llamas, y no acabo de consumirme.